Para el día de hoy (18/07/20)
Evangelio según San Mateo 12, 14-21
Los fariseos planeaban como eliminar a Jesús de Nazareth, así de brutal, así, sin ambages ni medias tintas. Su reacción es la de hombres que han absolutizado la Ley y de la que se han autoconformado como únicos y ortodoxos intérpretes, custodios sagrados y unívocos: de repente irrumpe en la historia de Israel un galileo -un judío de segunda, un campesino sospechoso, un kelper- que les cuestiona esa pretensa autoridad con una voz nueva, con voz de profeta, con el esplendor de la verdad.
Ellos se aferran a la violencia de un modo religioso, y quizás son los peores: son hombres profundamente piadosos que son capaces de matar en nombre de Dios, fundamentalismo que no nos es para nada desconocido, comenzando por la propia fé cristiana.
Pero Cristo no es un provocador estéril ni un subversivo hambriento de poder. Príncipe de paz, profeta manso, evita a toda costa las confrontaciones que a nada llevan. Porque lo que sólo cuenta y decide es su fidelidad y obediencia absolutas al amor de su Padre, y su vida Él mismo la hará ofrenda en el momento propicio, más no cuando la voracidad de sus enemigos así lo decida.
Con todas esas ominosas amenazas al acecho, con desprecios militantes, con persecuciones y miedos impuestos, Él sigue sin desmayos en la misión del Reino, que es también nuestra misión. Para que el Reino florezca en la tierra fértil de los corazones. Para que germine la esperanza.
Pero por sobre todo, para reivindicar con firmeza y prevalezca el derecho de Dios que es la vida, plena y abundante para toda la humanidad.
Paz y Bien
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