Obreros del Reino, a la búsqueda de hermanos






















Para el día de hoy (07/07/20):  

Evangelio según San Mateo 9, 32-38








Ovejas sin pastor define situación de indefensión, de abandono, de quebranto. 

Las ovejas sin pastor están libradas a su suerte, a merced de los embates del mundo, de los salteadores de caminos, de cuanto violento se les atraviese, vidas prescindibles, apenas un número menor en estadísticas que se manipulan. Una variable más para los razonadores de miserias, una ficha de intercambio para los declamadores mentirosos de justicia que nunca llega, la muchedumbre que traga sus penas a la vera de todos los caminos, sin posibilidad de levantarse y andar, tiempos permanentes de oscuridad sin futuro, una constante de desesperación y angustias que se han hecho corrientes, cotidianas, cruelmente normales.

Pero no se trata de una alternativa más, de otra propuesta ideológica.

Jesús de Nazareth, al ver a las muchedumbres agobiadas, extenuadas sin respiro se conmueve. Desde las mismas raíces de su ser brota una compasión que lo moviliza, que le pone prisas, que lo hace salir de sí mismo e ir a su encuentro, y ese salir es el signo exacto del amor que es Dios, que es el Padre, Dios bondadoso rico en misericordia.
A las cosas, a los hechos. El Maestro salía al encuentro de las gentes, de cada persona enseñando, anunciando la Buena Noticia, sanando a los enfermos. Es la humanidad, es la plenitud humana lo que está en riesgo, y la tarea es grande. Nada más ni nada menos que llevar buenas novedades a un mundo viejo y enfermo de tinieblas.

Es menester suplicar al Dueño de la mies que envíe operarios, braceros, trabajadores para esta enorme tarea. Hombres y mujeres que encarnen la Palabra en sus existencias. Mujeres y hombres que se conviertan en signos del amor de Dios en el mundo, un mundo que se ha quedado mudo y sordo para la eternidad y la trascendencia, sólo permeable a lo vano, saturado de los demonios de lo transitorio, de las luchas sin sentido que nos imponen, de lo que perece, del egoísmo justificado que nos vá aislando cada vez más.

Una Iglesia que salga a los caminos, que no espere cómodamente instalada puertas adentro de sus miedos y su confort, que antes que a enemigos enconados se compromete a encontrar hermanos en todas las encrucijadas de la existencia, para mayor gloria de Dios.


Paz y Bien

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