Para el día de hoy (29/07/20):
Evangelio según San Mateo 13, 44-46
Hay dos diferencias sutiles e importantes a la vez en las dos pequeñas parábolas que el Maestro brinda en el Evangelio para el día de hoy.
El tesoro escondido en el campo está allí; ya se encuentra y permanece, aún cuando no se lo busque, aún cuando se lo pase de largo. El labrador que lo encuentra no está buscándolo, sólo pasa por ese campo, probablemente encaminándose a sus tareas cotidianas. Pero el encuentro lo enciende de regocijo, y vende todo para adquirir ese terreno que un valor tan grande tiene escondido a simple vista.
La perla más valiosa también se encuentra allí, oculta entre las valvas de un molusco. Quien la encuentra es un mercader de perlas, un buscador avezado y experto, un hombre que sabe bien el valor de las piedras preciosas, un buscador constante, un hombre que no se deja engañar con facilidad, que sabe reconocer lo valioso. Él también, frente al descubrimiento, vende todo lo que tiene para adquirir esa perla valiosísima.
Para ambos, el vender todo es espontáneo y no supone un gravoso sacrificio. Hay cierta pasión alegre en el encuentro. Lo que han descubierto les demuestra que todo lo demás, en comparación, tiene un valor ínfimo.
El Reino está allí, al alcance de quien lo busca, y para el asombro de quien está sumergido en la rutina.
El Reino está allí disponible para toda la humanidad, para todas las mujeres y los hombres capaces de enamorarse y de apasionarse con esta eternidad entretejida en lo cotidiano.
Y es bueno, muy bueno e imprescindible, dejar atrás lo que no tiene valor, lo que perece, todos los rictus amargos y circunspectos, porque se ha encontrado lo que inevitablemente nos enciende de amores y alegría.
Lo más valioso está allí, a nuestro paso, en cada instante de nuestras existencias por pura bondad de Aquel que todo lo dá, todo lo comparte y nada se reserva para sí.
Paz y Bien
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