Merced al inefable amor de Dios, se inaugura el tiempo de los milagros


















Para el día de hoy (31/07/20):  

Evangelio según San Mateo 13, 54-58







Encasillar a una persona es pensarla y juzgarla a partir de un molde o preconcepto que se le imponga de antemano. Sucede con las cosas, con las personas, con Dios. Y cuando no se adecue o encaje en esos preconceptos, comienzan los problemas, los cuestionamientos, los prejuicios devienen en juicios que a su vez desatan enojos y a veces violencia.

No es tarea fácil abandonar esquemas, zonas mentales confortables y exentas de riesgos. 
Sin dudas, algo de ello sucedió con los paisanos nazarenos de Jesús.
Lo habían visto crecer, un niñito judío en brazos de su madre que poco a poco jugaba con otros niños del poblado en las calles polvorientas, el muchacho pobre y humilde que aprendía desde que tenían memoria el oficio de su padre, tekton o artesano -no solamente carpintero-, y del que se esperaba una continuación de la tradición familiar, del apellido. Que forme una familia para la grandeza de Israel y para que el nombre no se extinga.

En cambio, Él se largó a los caminos a hablar de Dios de un modo tan novedoso y distinto a lo habitual, que muchos quedaban estupefactos. Él también, en nombre de ese Dios al que llamaba Papá, sanaba enfermos, abrazaba intocables, se sentaba a comer con los despreciados y descastados de todos los sitios. Y para colmo de males, por todo ello se enfrentaba abiertamente con las autoridades religiosas de su tiempo, a tal punto que varios de sus parientes llegan a considerarlo un loco, fuera de sus cabales.

Así Jesús se convierten en motivo de escándalo, en el sentido primigenio del término. Skandalon significa, literalmente, piedra de tropiezo, y esas gentes tropezaban de bruces frente a veredas artificiales de prejuicios que ellos mismos habían establecido, y que a nada conducían. Ese Jesús les trastocaba los pasos.

Los encasillamientos suelen enquistarse y perduran en la historia. Quizás en nuestra historia particular, por esas mismas anteojeras opacas, no hemos podido escuchar la voz de Dios en una vecina, en un amigo, en un transeúnte con el que nos cruzamos, y así la profecía se nos escurre como arena entre los dedos.

Porque lo cierto es que Dios nos sigue buscando todo el tiempo, todo los días, a cada momento, y es menester dejarse sorprender.
Todo comienza allí, cuando nos atrevemos a confiar. Allí, merced al inefable amor de Dios, se inaugura el tiempo de los milagros.

Paz y Bien

Redes universales de vida que se amplían y agrandan hasta límites asombrosos sin jamás romperse


















Para el día de hoy (30/07/20) 

Evangelio según San Mateo 13, 47-53








Seguramente, muchos de los oyentes de Jesús de Nazareth en aquella ocasión de su enseñanza -que hoy nos presenta y ofrece la liturgia- asentían en silencio confiado, pues varios de ellos eran pescadores de oficio en el Mar de Galilea, aguas que brindaban sustento a ellos y a sus familias y que a su vez imprimían una dinámica económica importante a toda la zona.

Es que ellos sabían bien de qué se trataba la cuestión: estaban habituados -y la experiencia vital y cotidiana es de los mejores aprendizajes- a navegar en paralelo dos barcas que, entre sí, arrastraran una red que barría las profundidades y que recogía toda clase de peces, máxime la variada fauna ictícola que por aquel entonces bullía en esas aguas. Y ellos conocían bien que había que esforzarse en recoger todos los peces que les fuera posible: sólo al final del día, concluida la pesca, se realizaba una clasificación de los peces entre los que son comestibles, alimento y aquellos que no, que de nada sirven, que devienen inútiles.

La clave está en la red: esa red es bien amplia, amplísima, de tal modo que a ningún pez discrimina según su apariencia, su tamaño o su presunta utilidad. La red no iguala hacia abajo, pues en ella hay peces variopintos, a menudo muy distintos, pero todos ellos peces al fin. Todos y cada uno, del más pequeño al más grande cuentan, y recién al final, cuando sea el tiempo de la colecta, de la cosecha, al fin del día, de los tiempos, será el tiempo en que quedarán los peces que en verdad valen la pena que permanezcan.

Nuestro destino y vocación es como el de esos pescadores, pero pescadores de hombres. Se trata de mantener a todos los peces posibles con vida, en redes de inclusión que a nadie discriminen ni excluyan aún cuando todo indique lo contrario. Son redes católicas en el sentido literal y espiritual del término, es decir, redes universales de vida que se amplían y agrandan hasta límites asombrosos sin jamás romperse.
Pero es imperativo que ningún pez quede fuera.

A estas vasijas de barro que somos se les ha confiado un tesoro infinito, la Gracia de Dios, luz de los tiempos que revela en toda la historia el paso salvador de Dios por toda existencia.

Paz y Bien

Dios, Aquel que todo lo dá, todo lo comparte y nada se reserva para sí










Para el día de hoy (29/07/20):  

Evangelio según San Mateo 13, 44-46









Hay dos diferencias sutiles e importantes a la vez en las dos pequeñas parábolas que el Maestro brinda en el Evangelio para el día de hoy.

El tesoro escondido en el campo está allí; ya se encuentra y permanece, aún cuando no se lo busque, aún cuando se lo pase de largo. El labrador que lo encuentra no está buscándolo, sólo pasa por ese campo, probablemente encaminándose a sus tareas cotidianas. Pero el encuentro lo enciende de regocijo, y vende todo para adquirir ese terreno que un valor tan grande tiene escondido a simple vista.

La perla más valiosa también se encuentra allí, oculta entre las valvas de un molusco. Quien la encuentra es un mercader de perlas, un buscador avezado y experto, un hombre que sabe bien el valor de las piedras preciosas, un buscador constante, un hombre que no se deja engañar con facilidad, que sabe reconocer lo valioso. Él también, frente al descubrimiento, vende todo lo que tiene para adquirir esa perla valiosísima.

Para ambos, el vender todo es espontáneo y no supone un gravoso sacrificio. Hay cierta pasión alegre en el encuentro. Lo que han descubierto les demuestra que todo lo demás, en comparación, tiene un valor ínfimo.

El Reino está allí, al alcance de quien lo busca, y para el asombro de quien está sumergido en la rutina.
El Reino está allí disponible para toda la humanidad, para todas las mujeres y los hombres capaces de enamorarse y de apasionarse con esta eternidad entretejida en lo cotidiano.

Y es bueno, muy bueno e imprescindible, dejar atrás lo que no tiene valor, lo que perece, todos los rictus amargos y circunspectos, porque se ha encontrado lo que inevitablemente nos enciende de amores y alegría.
Lo más valioso está allí, a nuestro paso, en cada instante de nuestras existencias por pura bondad de Aquel que todo lo dá, todo lo comparte y nada se reserva para sí.

Paz y Bien

La paciencia infinita del Señor






















Para el día de hoy (28/07/20):  

Evangelio según San Mateo 13, 36-43 









Nunca es suficiente la reiteración del mismo concepto: Jesús de Nazareth se valía de situaciones e imágenes de la vida cotidiana que compartían sus oyentes, para enseñarles y revelarles las verdades de Dios, es decir, hablaba en el mismo idioma y con los mismos códigos que esas multitudes que le escuchaban. Nosotros quizás hemos olvidado eso, precisamente el dialogar con la mujer y el hombre de hoy desde la fé y a partir de las cosas que a todos nos pasan.

En el caso puntual de la lectura que nos ofrece la liturgia del día, el Maestro utiliza una imagen campesina, rural, muy cercana y conocida para todos sus congéneres, la que también estaba cargada de contenido simbólico.
El trigo era importantísimo para la alimentación de las familias judías en la época de la predicación de Jesús: la dieta principal se componía de pan y de los eventuales peces que se obtuvieran de la pesca. Asimismo, la elaboración del pan estaba puntillosamente prescripta y determinada por la ley mosaica, variando su conformación de acuerdo al tiempo religioso que se atravesara.

Pero volvamos al trigo: esas gentes conocían bien que junto con el trigo crecía también la cizaña -lolium temulentum-, una gramínea cuya apariencia es muy parecida a la del trigo, tan parecida que era menester tener muy buen ojo para poder discriminar entre la planta de trigo bueno y la de la cizaña peligrosa. Ésta última era similar en apariencia solamente, pues sus granos eran tóxicos, de tal modo que si ellos se mezclaban con los de trigo y se producía harina, el pan producido iba a producir vómitos y a enfermar a quienes lo consumiesen.
Pero la cizaña posee otra particularidad decisiva: las raíces de la cizaña son profundas y fuertes, y por ello se entremezclan en la tierra junto a las raíces del trigo. Si se decidiera a arrancar la cizaña, inevitablemente se arrancaría y aniquilaría al trigo útil y eficaz.

El Maestro nos vuelve a decir con decisión y con la intensidad de su Palabra que nunca, por ningún motivo, podemos arrogarnos la pretensión de establecer -mediante rigorismos excluyentes- una Iglesia pura y sin cizañas ni contaminantes/contaminados. En todo caso, se podrán compendiar pecados, vicios y virtudes. Pero no somos ni el Dueño del campo ni tampoco el cosechero.

Sin embargo, la cizaña presente en nuestros corazones y en nuestras sociedades no nos exime de responsabilidad ni nos relega a una esperanza postrera y resignada.

Es importante tener buen ojo cordial para reconocer trigo y cizaña, y muy especialmente, para proteger a tantos hermanos trigales que se hacen pan compartido para todos nosotros. Es compromiso de justicia, es compromiso del Evangelio, es tarea encomendada por ese Cristo que no nos abandona, cuyo rostro resplandece en tantas mujeres y hombres justos y santos, silentes y humildes, que el Espíritu nos florece aquí y ahora.

Paz y Bien

La fuerza imparable del Reino se expresa en pequeños gestos


















Para el día de hoy (27/07/20):


Evangelio según San Mateo 13, 31-35









La Palabra tiene una profundidad y una luz infinitas, y en esa luz se nos abren muchas vertientes de agua fresca en las que a menudo, por aferrarnos a la literalidad o a la sóla interpretación de otros, nos las perdemos de vista.

Hay más, siempre hay más, es el tiempo de la Gracia y la Misericordia.

Hoy podemos descubrir también que el Reino es fruto de Dios y el hombre.
Hay sembradores que salen a sembrar sin vacilaciones, hay mujeres que añaden una pequeña porción de levadura a una enormidad de harina, ambos con acciones que suelen pasar inadvertidas de tan pequeñas y humildes, pero que rebosan confianza en lo que tienen entre sus manos.

Es que la fuerza imparable del Reino se expresa en pequeños gestos, con escasos recursos y sin espectacularidad, pero aún así han de transformar la faz de la tierra, comenzando por este mismo instante.

El fruto destino es totalmente desproporcionado con la causa inicial.
Y es precisamente esa asombrosa ilógica en donde se expresa el misterio insondable del amor de Dios que nos revela Jesús de Nazareth, porque se viene creciendo un árbol frondoso con ramas para tantos pequeños pájaros a la deriva, la casa inmensa de puertas abiertas para todos -sin excepción- que llamamos Iglesia, el pan santo de la vida que se parte, comparte, reparte, alcanza para todos y aún quedará para los que vayan llegando, y que se amasa por manos humildes y confiadas desde el silencio y en nuestra cotidianeidad.

Paz y Bien

El tesoro cotidiano de la Gracia de Dios




















17° Domingo durante el año

Para el día de hoy (26/07/20) 

Evangelio según San Mateo 13, 44-52







Un análisis superficial razonablemente nos conduce a meditar por separado cada una de las parábolas de Jesús de Nazareth que la liturgia de este domingo nos ofrece. Ello así pues, en apariencia, varían fundamentalmente las actitudes, la proactividad, la finalidad.

Por un lado observamos al hombre en el campo: muy probablemente se trate de un jornalero que se esfuerza en campo ajeno. 
Era tenida por habitual en el siglo I -en parte por los constantes conflictos bélicos, en parte por los gravosos tributos impuestos por el Imperio- ocultar dinero u objetos de valor dentro de vasijas de barro y, a su vez, éstas enterrarlas en sitios predeterminados. Así, es muy probable que nuestro labriego se encontrase con uno de estos tesoros y que nuevamente lo esconda para no perderlo, hasta el momento en que pudo hacerse de valores suficientes para adquirir dicha parcela y ser en plenitud dueño de ese tesoro. Hablamos de un campesino, de alguien que vive con lo justo y, a vece, con menos que eso, por lo que también es dable suponer que adquirir ese terreno le ha llevado un ingente esfuerzo y una buena cantidad de tiempo.

Por otro lado, observamos también al mercader de perlas. Es muy distinto al jornalero, pues éste sólo hace su labor para ganar el sustento, no anda en busca de nada en particular. El mercader es un buscador profesional de gemas valiosas, habituado a comerciar con ellas, es decir, a comprar sus adquisiciones a un precio determinado y luego a revenderlas a un valor mayor; así, tan obviamente, edifica su fortuna. Más como buscador experto, un día encuentra una perla única y en su experticia sabe que vale la pena poner toda su fortuna para poseer esa gema incomparable. El hombre es calculador y sigue razonando en términos de valor y riqueza, y por eso mismo juega su riqueza en pos de la perla encontrada.

Sin embargo y en apariencia, la red es disímil a las dos parábolas anteriores, toda vez que asoma sin protagonistas puntuales, pues los pescadores -desde una perspectiva literaria- son actores secundarios que intervienen al tiempo de la colecta de la pesca. Lo que cuenta aquí es que es una red amplísima que todo lo recoge, peces buenos y peces malos; extrañamente, esta red opone a su extraordinaria eficacia -nada se le escapa- una cierta falla al recoger pesca estéril, pescados inútiles. Sin embargo, cuenta porque la separación acontecerá al final; en el mientras tanto la red barre el mar para que todos los peces, buenos y malos, permanezcan vivos.

Hasta aquí una comparación pobremente somera. Lo que en verdad prevalece en los tres ejemplos, en las tres enseñanzas, es el absoluto que subyace. Para el jornalero como para el mercader, se trata de transformar sus existencias, tan distintas entre sí, al encontrarse con un valor único que les otorga un sentido nuevo y por ello una ética, una praxis que se orienta a ese horizonte que irrumpe en sus días. En la parábola de la red, el absoluto amanece en todo lo que no ha de eliminarse. Tenaz y taxativamente, la red a nada ni nadie descarta, imagen del Dios de Jesús de Nazareth que aún no hemos terminado de aceptar.

Porque el Reino acontece aquí y ahora, en nuestra cotidianeidad. A todos se ofrece, por todos -justos e injustos, santos y pecadores- se deja encontrar como un valor que no perece y que todo lo transforma. En una cercanía metafórica, diremos que está tan cerca que así, está al alcance de cada corazón.

Por eso corazones renovados nada descartan de antemano, porque en cada persona, en cada acontecer, en cada instante pueden descubrirse resplandores valiosos, viejos y nuevos, por los que vale la pena abandonarlo todo, hacer historia y pasado para que el presente cambie y para que germine fuerte y pujante un futuro frutal.

Paz y Bien

Santiago, Apóstol: el verdadero privilegio es el servicio




















Santiago Apóstol, patrono de España

Para el día de hoy (25/07/20):  

Evangelio según San Mateo 20, 20-28






El pedido de la madre de los hijos de Zebedeo no escapa a la lógica de los demas discípulos, y de una gran mayoría de cristianos a través de los tiempos, y es el suponer que, a través de Cristo, se accede a posiciones de prestigio, de poder, de privilegios de carácter mundano. Ello implica no entender que ese Cristo es un Mesías extraño, un Dios que no cuadra con los moldes y esquemas que solemos preestablecer.

Aún así, es menester rescatar otros detalles, quizás imperceptibles frente a un error tan grosero.
Por un lado, la mentalidad de considerar a la mujer varios escalones por debajo del varón: son los hijos de Zebedeo antes que de ella misma para la sociedad. Ello no resuelve una cuestión de género, sino más bien una raigal cuestión filial y fraterna, de hijas e hijos iguales por el amor del Padre.
Por otro lado, y a pesar de todo, hay una confianza incipiente que debe madurar, y se advierte en el fervor del pedido, en ponerse a los pies del Maestro. Ése, quizás, sea el indicio de un nuevo comienzo para nuestra religiosidad, una fé de rodillas, confiada, humilde, que no tenga miedo en la súplica y que no olvida jamás la gratitud.

Sorprendentemente, no hay invectivas ni recriminación para esa mujer. Es una madre que suplica por el bien de sus hijos, hay un amor que se desvía pero que es amor al fin.
Los otros discípulos se indignan, pero su enojo no responde al pedido de la mujer, sino a que alguien se les adelantó, y a cierto grado de envidia: ellos pensaban igual, en un Reino impuesto por la fuerza, glorioso, en el que ellos serían gobernantes privilegiados de Israel.

Santiago -Jacobo- y Juan, ambos de bravos caracteres, se apresuran en afirmar su disposición a beber el mismo cáliz del Señor. Compartir el pan y beber el vino con alguien significaba correr su misma suerte, compartir la vida misma. Pero no escapan de la lógica del mundo.

Más el Reino de Cristo no es de este mundo.

Beber su cáliz es atreverse a ser crucificado, a dar la vida por otros, a asumirse como un abyecto y marginado criminal -el último de los últimos- para que no haya más crucificados. Si ello pudiera simbólicamente graficarse, significa hacerse último desde la caridad para que, precisamente, quien esté en la periferia absoluta y baldía dé un paso adelante hacia la vida, hacia la humanidad plena.

Y en el tiempo de la Gracia y la misericordia, el verdadero privilegio es el servicio, la feliz negación de uno mismo para el bien de los demás, para mayor gloria de Dios, haciéndose bendición desde el Espíritu que nos anima.
Ése es el privilegio de Santiago y de Juan, ése es el distintivo primordial de la comunidad cristiana, la vida propia ofrecida incondicionalmente, desde la generosidad, desde el mismo Dios que es amor.

Que el Apóstol Santiago, santo hermano nuestro, ruegue por España, por todo el pueblo español, por toda la Iglesia.

Paz y Bien

La fuerza asombrosa de las semillas del Evangelio






















Para el día de hoy (24/07/20):  

Evangelio según San Mateo 13, 18-23







En apariencia, la actitud del sembrador es en extremo despreocupada, quizás indolente. Arroja aquí y allá las semillas con una confianza inusitada, sin fijarse demasiado en donde ha de caer esa simiente tan valiosa: es que sabe que lo que siembra tiene un poder escondido asombroso, tiene esa certeza campesina de que ha de crecer por su propia fuerza, por ese empuje oculto, y su esfuerzo jamás ha de ser de balde.

El tiempo inaugurado por Jesús de Nazareth es la era maravillosa de la Gracia, de la historia fecunda, esa Encarnación que implica una cercanía total de Dios-con-nosotros, y es precisamente la Encarnación el tiempo urdido en urdimbre santa entre Dios y el hombre. Las iniciativas son siempre primacías amorosas de ese Dios que sale al encuentro hecho hijo, hecho pan, hecho semilla, pero la humanidad no está desconectada de la bendición ni tiene por ello una actitud pasiva, aguardando que Otro resuelva por ella sus miserias y problemas. Nada de eso. La esperanza cristiana -señal de fidelidad y confianza- siempre es activa, la vida en el Espíritu siempre es movimiento, corazones peregrinos.

De algún modo la simbología del Génesis es algo más que alegórica: somos tierra que anda, tierra moldeada entre manos bondadosas, tierra con aliento de vida.

Esta tierra viva que somos tiene destino de fecundidad inscrito en sus honduras, pero también posee un color de libertad, aún cuando esa libertad la lleve a traicionar su mejor horizonte. Es por ello que esa semilla de fuerza imparable a veces es rechazada,  a veces germina pero no crece, a veces crece a medias -puro asomo-, y otras veces produce un rinde extraordinario. Está en nosotros.

María de Nazareth -tierra sin mal, tierra fiel- es la que mejor comprendió este camino y en su pequeñez se creación la eternidad de ese Dios enamorado de su creación

Paz y Bien

Cristo, la vid verdadera





















Para el día de hoy (23/07/20) 

Evangelio según San Juan 15, 1-8








Para los que somos de orígenes citadinos y vivimos en sitios en donde no hayan parras, la enseñanza del Maestro que hoy nos hace presente el Evangelio de Juan puede quedársenos en lo meramente anecdótico, o en una lectura abstracta despojada de sus signos más profundos.

Los sarmientos de la vid están tan intrínsecamente unidos a la cepa, que esa simbiosis es imprescindible para que crezcan, y para que tenga sentido su existencia misma; los sarmientos son los mismos brazos de la cepa, brazos que crecen año a año y que suelen dar algunas yemas. De esas yemas brotarán luego los racimos que tienen destino de vino bueno.

Hay tres tipos de yemas: la principal -que trae consigo la producción añorada por la vendimia-, la anticipada -que a menudo trae frutos pero inservibles para el vino, de muy baja calidad- y la latente, yema que es pura vegetación y no suele traer ningún racimo.
Las tres clases de yemas tienen una constante: cuanto más cerca estén del tronco, es decir, de la cepa/vid, mejores uvas brindan.

Aún así, es menester ir podando los sarmientos para que antes de cada vendimia haya buenas yemas; si no hay poda, difícilmente pueda haber ni yemas ni racimos, y la vid se pierde en puras ramas inútiles y secas de deshecho.
Sin embargo, la nobleza del vino en promesa no surge de modo independiente de esos sarmientos que se renuevan en cada poda, sino más bien de la savia que recorre nutricia la cepa y sus brazos.

La alegoría tiene un significado definitivo: el Dios de Jesús de Nazareth, nuestro Dios, no es un Dios alejado que cada tanto empuña el hacha para cortar aquello que en nosotros no sirve, desde fuera, ajeno y distinto.
El Dios de Jesús de Nazareth nos recorre vital y fructífero por todo nuestro ser, venas y alma, para que esta mínimas ramas que somos florezcan en vino santo.

Por ello vivir la Buena Noticia del Reino no implica adherir a doctrinas, o pertenecer a un grupo religioso; es, decididamente, permanecer unidos indisolublemente a Alguien, Jesús nuestro hermano y Señor, vid verdadera, cepa infinita por la que nos llega la cepa eterna de la plenitud.

Somos sus brazos, su presencia y su permanencia: el sueño y la gloria de Dios es que nos florezcan racimos de justicia, de verdad, de liberación para que brinden los hermanos en la mesa inmensa del Reino.

Paz y Bien

Santa María Magdalena, el amor que nunca que rinde






















Santa María Magdalena

Para el día de hoy (22/07/20):  

Evangelio según San Juan 20, 1-2. 11-18







Son demasiadas las cosas que se han afirmado acerca de María de Magdala, en la mayoría de los casos sin ningún asidero evangélico, y así también una utilización tendenciosa de su figura.
Cierta tradición difusa -y sin dudas misógina y con visos degradantes- la encasilla como una mujer de vida licenciosa, una prostituta redimida por Jesús, y de esa condena perdonada el surgimiento de su amor fervoroso.
Otros, en un plano exegético, la identifican con la mujer pecadora que lava los pies del Maestro con sus lágrimas y los seca con sus cabellos. Pero ello acontece en Betania, y es precisamente María, la hermana de Lázaro quien lo hace, y por ello se gana el reproche severo del Iscariote.
En ciertos sectores, por la poca o nula voz que tuvo la mujer en la vida de la Iglesia durante siglos, la reivindican como bandera feminista, al borde de una torpe ideología de género.
Y otros pícaros, inventando falaces romances y teorías de conspiraciones infundadas, arman un fabuloso negocio editorial y fílmico. A veces, sin darnos cuenta, esos negocios son una injuria al pueblo creyente que venera con amor y respeto a los suyos, y por eso nos lo permitimos con cierto acostumbramiento mórbido.

Sin embargo, los Evangelios nos brindan un valiosísimo boceto de su alma.
De ella se afirma que Cristo le expulsa siete demonios: en la cultura y religón judías del siglo I, siete es, simbólicamente, un número expresa totalidad. Ello expresa que Jesús sana a María Magdalena en la totalidad de su ser, haciendo de ella una nueva y feliz creación, primicia de toda la Iglesia, flor de la Gracia como María de Nazareth.
Sabemos también que acompaña, junto a otras mujeres, al Maestro en todo su ministerio, por apoyo material y fraternal anunciando la Buena Noticia.
En los momentos terribles de la Pasión, frente a la incertidumbre del horror y de la muerte, María y unas pocas mujeres más permanece firme al pié de la cruz, aún cuando los Doce han traicionado o se han escondido temerosos de las posibles represalias. Firme en las buenas y más firme en las malas, afecto y presencia que no se derrumba a pesar de la tentación de la resignación.

Por la escucha atenta de la Palabra que ha escuchado del Maestro, por la vida nueva que ese Cristo le ha regalado, ha florecido en ella un amor tenaz, un amor férreo, un amor que es más fuerte que la muerte.
Por eso es que aunque su razón le diga otra cosa, ella vá al alba hacia la tumba. Es el alba el comienzo de un día que será definitivo, el amanecer de la Resurrección, de la tumba vacía y al muerte vencida.

Ella, aún cuando esté anegada de lágrimas, se descubre reconocida por el Señor, porque Dios nos reconoce como hijos, como familia por nuestros nombres y apellidos, rostros concretos.
En la vida renacida no hay espacio para el llanto, sino sólo para la esperanza y la alegría.
Y sólo los discípulos, los que tienen un vínculo personalísimo con Aquél que los conduce a la tierra prometida de la vida eterna, pueden reconocer al Maestro como tal.
Pero es el Resucitado, y se han quemado las naves, y no hay vuelta atrás. Por eso María de Magdala no debe retener a la antigua imagen del rabbí galileo, sino que ahora se trata del Cristo Resucitado.

Por ser discípula, por seguir creyendo, por ser testigo de la Resurrección se convierte en la primer apóstol, y más aún, apóstol de los apóstoles, con la misma tenacidad del amor que la impulsa, a pesar de que no le den mucha importancia y le crean a medias o casi nada. Ella permanece firme abrazada al Cristo que vive y nos llama.

Santa María Magdalena, ruega por nosotros y por toda la Iglesia misionera.

Paz y Bien

Iglesia, familia creciente


















Para el día de hoy (21/07/20):  


Evangelio según San Mateo 12, 46-50








La Encarnación es el asombroso hito en la historia de la humanidad por el cual el Dios del Universo -inmenso, infinito, inaccesible- se despoja de su divinidad y baja a estos arrabales humanos, asumiendo nuestra limitadísima condición humana, acampando por aquí, Dios-con-nosotros, Dios-por-nosotros, Dios-en-nosotros, y todo ello por el principio fundante de todo el universo, su esencia amorosa que se expresa en la misericordia.

Es la gran revelación que realiza Jesús de Nazareth, estableciendo nuevos e impensables vínculos, unos lazos perdurables desde el presente y hacia la eternidad, superando por lejos los patrones genéticos, las herencias culturales, las razones biológicas, los límites de tribu, de clan.

El Dios de Jesucristo -el de María y José de Nazareth- es un Dios que tiene todas las primacías, Dios que toma siempre la iniciativa y sale al encuentro del hombre, varones y mujeres, en un maravilloso y real tenor familiar. Porque este Dios reúne a los dispersos, este Dios es papá, es mamá, es hermano y es hermana.
De tal palo tal astilla dice el saber popular, y a sus parientes se los reconoce por tener rasgos en común.

Rasgos de justicia, de compasión, de solidaridad, de mansedumbre, de egoísmos desterrados, de buen humor, de tolerancia, de servicio, de generosidad.

Quizás la Iglesia no sea más ni menos que ello, familia de Dios que respira y palpita Evangelio, y que reconoce familia en las mujeres y los hombres de buena voluntad de todas partes, aún cuando no hayan realizado el éxodo de la fé.

Esta familia es siempre creciente, porque está congregada por Aquél que no quiere que ni uno se pierda.

Paz y Bien

La cruz, signo cierto del amor mayor de Dios























Para el día de hoy (20/07/20):  

Evangelio según San Mateo 12, 38-42







La actitud de la dirigencia judía de aquel tiempo para con el joven y humilde rabbí galileo era severísima, furibunda, a menudo encendida de rabia. Ése hombre cuestionaba lo incuestionable, y según ellos, se arrogaba una cercanía a Dios -lo llamaba Padre- y una autoridad inusitada e intolerable. Por ello lo ubicaban como un peligroso blasfemo, pues el pueblo respondía con gratitud a los hechos de bondad que dispensaba sin condiciones y a la enseñanza novedosa que les brindaba.
Pero no debe descartarse otra cuestión, también valedera: ese rabbí provenía de la periferia siempre sospechosa de Galilea, no exhibía pergaminos académicos como ellos, no pertenecía a ninguna escuela rabínica de prestigio, era extremadamente pobre y seguramente tenía acento provinciano. En síntesis, no era un par y en su actitud para con Jesús había una gran cuota de desprecio social y personal. No era ni sería nunca uno de ellos.

Porque ellos creían en un dios severo, verdugo eficaz, a menudo un ídolo cruel rápido para los castigos y, a la vez, infinitamente distante. Esa distancia era perfectamente manipulable por ellos, de tal modo que la religión que detentaban se convertía en un fin en sí mismo, y el poder ejercido en la justificación necesaria.
De allí que le exigieran perentoriamente que realizara un signo portentoso: el término Maestro con el que se dirigen a Jesús de Nazareth es una burlona simulación, un insulto velado tras una mueca de respeto.

Pero Cristo como nadie lee los corazones, y lo que en sus honduras se incuba. Por eso esa generación -esos hombres- son malvados y adúlteros. Malvados pues imposibilitan por todos los medios que florezca el bien y la justicia. Adúlteros, porque se han desposado con sus propios egos, negando la vida de Dios en ellos, de un Dios fiel hasta el extremo, un Dios que con todo y a pesar de todo los ama, un Dios enamorado de la creación.

Así, Él les hablará de antiguas señales como la de la Reina de Saba, que abandona toda pretensión nacional para imbuírse de la sabiduría del rey Salomón.
Pero más aún, les anuncia que les dará un signo que sólo les provocará desconcierto, y es el signo o señal de Jonás.

Como en el vientre de la ballena, Cristo será tragado por la tierra, en una tumba inquieta que cobijará su cuerpo con la Resurrección por horizonte cierto. En la estrechez cordial de esos hombres, sólo pueden imaginarse a un Mesías revestido de gloria y poder, que impone el Reino de Dios mediante una fuerza aplastante.
Un Servidor sufriente que se entrega libremente a la muerte es un escándalo y una locura para aquellos que no son capaces de dejarse guiar por el Espíritu, por una fé que reconoce en los horrores de la Pasión el signo del amor mayor de Dios con nosotros.

Paz y Bien

El Dueño del campo no se desentenderá jamás de esta tierra fértil que ama, tierra que late, tierra que anda y que somos


















Domingo 16º durante el año

Para el día de hoy (19/07/20) 

Evangelio según San Mateo 13, 24-43 










Con un aroma grato y perdurable, las parábolas que el Evangelio para el día de hoy nos ofrece rezuman paciencia y confianza.

Pero es menester no cometer un error que se ha repetido a lo largo de la historia, el de la apropiación indebida. Con criterio espúreo, nos creemos validados para extirpar cizañas, para arrancar de cuajo malezas, para imponer criterios que no son más que vigas en los propios ojos, cizañas de nuestros propios corazones.

Porque en verdad, el campo no nos pertenece, y sin embargo nos solemos comportar como amos y señores aunque sólo somos jornaleros, obreros, viñadores que poseemos estos empleos por invitación cordial del dueño del campo. De Él es la confianza primordial, que ha depositado sin hesitar en cada uno de nosotros.
Pero esas vigas que nos enturbian los ojos no nos dejan reconocer este afecto fundante.

El Dueño del campo no se desentenderá jamás de esta tierra fértil que ama, tierra que late, tierra que anda, viña que somos. 
Aunque no querramos o podamos -en nuestras limitaciones y mezquindades- darnos cuenta, el Reino sigue creciendo, silencioso y humilde, pujante e imparable en estos páramos, aquí y ahora. Y es menester darse cuenta de sus brotes y la calidad de su buena semilla en los pequeños gestos que son sal y son luz, tan pequeños que contrastan con los grandes planes, antípodas del poder, pero que hacen que dé gusto vivir esta vida que se nos ha regalado, esta pequeña parcela de existencia que se nos ha confiado.

Y sumar. Sumar porque hay muchas mujeres y muchos hombres escondidos en lo cotidiano que son levadura, fermento, mujeres y hombres de pan que llevan en sus almas el trigo mejor de la vida plena, nuestra alegría, nuestra esperanza, un mundo completamente distinto y humano y santo que es posible si nos animamos y confiamos.

Paz y Bien


Que prevalezca el derecho de Dios, que es la vida

















Para el día de hoy (18/07/20) 

Evangelio según San Mateo 12, 14-21








Los fariseos planeaban como eliminar a Jesús de Nazareth, así de brutal, así, sin ambages ni medias tintas. Su reacción es la de hombres que han absolutizado la Ley y de la que se han autoconformado como únicos y ortodoxos intérpretes, custodios sagrados y unívocos: de repente irrumpe en la historia de Israel un galileo -un judío de segunda, un campesino sospechoso, un kelper- que les cuestiona esa pretensa autoridad con una voz nueva, con voz de profeta, con el esplendor de la verdad.

Ellos se aferran a la violencia de un modo religioso, y quizás son los peores: son hombres profundamente piadosos que son capaces de matar en nombre de Dios, fundamentalismo que no nos es para nada desconocido, comenzando por la propia fé cristiana.

Pero Cristo no es un provocador estéril ni un subversivo hambriento de poder. Príncipe de paz, profeta manso, evita a toda costa las confrontaciones que a nada llevan. Porque lo que sólo cuenta y decide es su fidelidad y obediencia absolutas al amor de su Padre, y su vida Él mismo la hará ofrenda en el momento propicio, más no cuando la voracidad de sus enemigos así lo decida.

Con todas esas ominosas amenazas al acecho, con desprecios militantes, con persecuciones y miedos impuestos, Él sigue sin desmayos en la misión del Reino, que es también nuestra misión. Para que el Reino florezca en la tierra fértil de los corazones. Para que germine la esperanza.

Pero por sobre todo, para reivindicar con firmeza y prevalezca el derecho de Dios que es la vida, plena y abundante para toda la humanidad.

Paz y Bien

Que Cristo sea Señor de todos nuestros sábados, de todos nuestros días


















Para el día de hoy (17/07/20):  

Evangelio según San Mateo 12, 1-8











A veces, la estricta observancia de preceptos sin bondad ni sentido trascendente deviene falaz, es decir, induce a error.
El Shabbat era muy importante tanto para la fé como para la nación judía: frente a los rigores del exilio y el peligro de disolución de su identidad y de su fé, la revalorización del Shabbat ocupa un rol fundamental.
En el Shabbat se rinde culto a Dios, se reencuentra la comunidad en oración y, por la prohibición expresa de actividades, favorece que las familias tengan tiempo para centrarse en los afectos luego de jornadas de trabajo a menudo extenuante.

Pero con el devenir de los años, se acentuó la importancia de las prescripciones propias de ese día, las abluciones, los ritos y no realizar actividad alguna -hasta usar un simple pañuelo, como ejemplo menor-. Cuando se pierde la perspectiva de lo importante, lo trascendente, lo que prevalece, se vuelve primordial lo secundario, lo instrumental.

El cruce del Maestro y los discípulos por un campo, y el gesto de amasar algunas espigas entre sus manos para aligerar los calambres del hambre. En sus afanes misioneros, solían obviarse las comidas y el descanso, y la escena los reviste de humanidad, los acerca cordialmente a nuestros andares.
Rápidamente -otra vez la brizna en el ojo ajeno y la viga en el propio- se alza la voz crítica de los fariseos, porque ese gesto de comerse unos pocos granos vulnera la sacralidad del Shabbat. Hasta pierden de vista otra cuestión, y es que aunque en mínima medida, los discípulos toman algunas espigas que no les pertenecen.

La enseñanza del Maestro -el Sábado es para el hombre- regresa las cosas a su sitio, nos centra en la justicia. El Shabbat es importante, pero lo sagrado es la vida, y por eso mismo Cristo es Señor del Sábado, Señor de todos nuestros sábados en donde solemos extraviarnos de importancias que fingimos, y perdemos de vista lo crucial, la compasión y el amor.

Que Cristo sea Señor de todos nuestros sábados, de todos nuestros días. Y que nos atenace el corazón un hambre feliz de misericordia.

Paz y Bien

Cristo, la feliz carga que debemos encontrar en cada despertar

















Para el día de hoy (16/07/20):  

Evangelio según San Mateo 11, 28-30








El texto que contemplamos hoy sigue una misma línea que pasa por el rechazo de las ciudades a los signos del Señor, el repudio manifiesto de escribas y fariseos a cualquier novedad que Él enseñara, y su reivindicación de los pequeños, los que no cuentan, los humildes.
Precisamente aquí vuelve su rostro hacia ellos. Son los que en verdad sufren la imposición de una Ley que hace tiempo ha dejado de ser camino de liberación, doblegados por un legalismo sin contemplaciones que a menudo menosprecia al pueblo por fuera de las élites que detentan la ortodoxia religiosa.

Los doctores y eruditos de ese tiempo imponían un legalismo alimentado por una casuística en donde la piedad hacía tiempo que no estaba. Al grato decir de Benedicto XVI, toda teología auténtica es una teología de rodillas, y en esos hombres sobreabundaba un pietismo acumulativo y calculador sin amor ni compasión.

En aquel entonces -y ahora también- se trata de la moral que se impone sin misericordia y que, por lo tanto, deja de ser ética pues no hay atisbos de bondad. A menudo ello se maquilla con aparentes buenas formas, persecuciones de guante blanco, compromisos políticamente correctos del templo hacia adentro, una religión de domingos sin encarnación que escupe esclavos a granel pues priva al mundo de la luz y de la sal.

Los pequeños, los humildes, aquellos hacia quienes Dios inclina su rostro paternal, son los que más sufren la imposición, pues no han perdido el corazón. Una religiosidad impositiva de la obligación perpetua, del miedo mórbido a un dios punitivo les quita el resuello y les aniquila las esperanzas.
El yugo era el pesado elemento que se utilizaba para doblegar la cerviz de los bueyes y hacer que andaran en yunta por los surcos y caminos, sin desvíos. En el plano humano es terrible, pues se doblega voluntad y conciencia en pos de una obediencia que no es tal, sino sumisión que no respeta libertad ni reconoce identidad.

El yugo de Cristo es suave y su carga liviana, pues no se trata de un cúmulo de normas que vienen a reemplazar a otras, sino de algo radicalmente nuevo y distinto, la unión a Su Persona que es justicia, liberación y paz desde el servicio alegre por los rumbos del amor, esencia misma de Dios.

Él es nuestra alegría, nuestra paz, la feliz carga que debemos encontrar en cada despertar.

Paz y Bien

Dios interviene en la historia para hacerla fecunda desde los que nadie tiene en cuenta

















Para el día de hoy (15/07/20):  

Evangelio según San Mateo 11, 25-27












La lectura que la liturgia para el día de hoy nos brinda es corta pero muy intensa, y podríamos, sin dudar,  afirmar que allí se revela una cristología fundante.
Allí está el núcleo del Evangelio: sólo el Hijo es quien puede en verdad y plenitud revelar el rostro de Dios, Señor de la tierra y el universo, creador y Padre.

Y este Dios, Padre de Jesús, tiene abiertas, flagrantes y magníficas preferencias por los humildes y por los pequeños. María de Nazareth lo sabía bien y lo cantaba feliz.

Jesús de Nazareth, en identidad plena como Hijo de Dios, reconoce a los sabios y prudentes en las élites de la ortodoxia intelectual y religiosa del Israel de su tiempo, en especial escribas y fariseos, contumaces en negar los signos que realizaba y sordos a la palabra clara del Maestro. Esos mismos hombres que se revestían de erudición y se aferraban a una prudencia rayana en el fanatismo y en cierta cobardía tácita, rabiaban cuando este rabbí galileo abrazaba y levantaba a los intocables de aquel entonces, y en especial cuando proclamaba buenas noticias para los pobres.

De allí que cuando el Señor habla de los pequeños -por contraposición- no se refería a los niños, por quienes tenía especial predilección. El se refería a aquellos que tan bien conocía, los campesinos pobres de Galilea, de Judea, de Samaria, esos mismos que no hablan muy bien porque su léxico es limitado, los que no tienen habilidad dialéctica y carecen de esa formación que sobreabunda entre los doctos, y que por todo ello son fervorosamente despreciados por esos sabios y prudentes hombres.
En su desprecio razonado y justificado, toda esa multitud de pequeños tenían de hecho vedado el acceso a las cosas del culto, y y rotulados como indignos e impuros, para los que cualquier bendición divina se suponía denegada, y para los que la miríada de estrictas normas y preceptos a observar era sólo una causa de corazones oprimidos y doblegados.

Es menester detenerse y reflexionar, pues la tentación del acotarnos a lo ideológico o a lo sociológico está ahí nomás. Pero el Maestro habla de la Gracia de Dios, de un amor asombroso que se inclina abiertamente hacia los que nadie tiene en cuenta, hacia los que todos descartan, una mirada bondadosa de Padre que interviene en la historia humana para fecundarla y transformarla con amor y mansedumbre desde las periferias de la existencia.

Paz y Bien

La gratitud es fundamental, tan importante como el arrepentimiento, tan decisiva a la hora de la justicia


















Para el día de hoy (14/07/20) 

Evangelio según San Mateo 11, 20-24












La gratitud es fundamental, tan importante como el arrepentimiento, tan decisiva a la hora de la justicia. Conocer y reconocer el paso bondadoso y redentor de Dios en nuestras vidas, un paso a veces humilde, a veces silencioso, casi inadvertido pero siempre presente y constante.

Pero para ello es decisivo estar atentos, jamás abdicar de la capacidad de asombros ni de la posibilidad de hacernos niños, credencial de acceso al Reino.

El paso salvador de Dios en nuestras existencias acontece en el día a día, pues es un Padre y una Madre incansable en la búsqueda de nuestro bien. Quizás no encontremos demasiadas situaciones espectaculares al modo cinematográfico -aunque puede que las haya- pero el Espíritu de Dios sigue soplando para que la vida nunca de apague. Y María de Nazareth lo sabía muy bien, y por ello lo cantaba, y por ello es la más feliz.

En cambio, cuando la gratitud se nos extravía sobreviene la maldición. Pero no es una cuestión de castigos ni de justificada retribución, sino de aferrarse a las tinieblas, de renegar de la luz que se nos ofrece, de estancarse en el ceño fruncido que ignora la alegría de la Gracia. Porque todo -aún en los momentos más duros- todo, sin excepción, es bendición, es don, es misterio.

Así entonces, cuando hay gratitud latiendo hay signos concretos: los agradecidos, pase lo que les pase, suceda lo que les suceda, jamás perderán la sonrisa mansa de quien se sabe amado.

Paz y Bien

La plena y absoluta identificación de Cristo con sus discípulos





















Para el día de hoy (13/07/20) 

Evangelio según San Mateo 10, 34-11, 1













La literalidad es causa de todos los fundamentalismos. Y es también una maldición, pues se atiene a la pura letra del texto pero reniega del Espíritu que la inspira.
De ese modo, se han justificado acciones espantosas y brutales, entre las que destaca la pretensa imposición del Evangelio mediante la fuerza, el imperialismo omnímodo, la espada desenvainada... en especial contra aquellos que no pueden defenderse. Sería demencial en abstracto, pero es absolutamente contrario a la Buena Noticia, la espada o el poder enarbolados en nombre de Dios, más allá de cualquier razón.
Sin temor a equivocarnos, esas posturas de defender la fé es similar: como si la fé fuera cuestión de nuestros méritos y esfuerzos, y nó don de Dios, bendición, Gracia. En esos trances, olvidamos que a los que hay que defender aún a costa de la propia vida son a los propios hermanos, especialmente a los más pequeños e indefensos.

En realidad, el Maestro apela a una figura extrema para despertarnos conciencia y corazón. Es que la Buena Noticia no admite medias tintas, vidas dobles, tibiezas. Y la fidelidad al Reino -bendición y sueño perpetuo de Dios para toda la humanidad- necesariamente traerá aparejados conflictos, bravas confrontaciones incluso con aquellos que consideramos propios o cercanos.

Más que a estos riesgos concretos, hemos de temer a que nada pase, a que todo transcurra con apacible rutina de falsa calma: eso sucede cuando se renuncia a la profecía en pos de una supuesta prudencia que no es más que cobardía razonada 

Aún así, con todo y a pesar de todo, no podemos pasar por alto lo crucial: la plena y absoluta identificación de Cristo con sus discípulos, con todos y cada uno de nosotros, pequeñísimos mensajeros en mares enormes, en la lucha diaria por que la justicia y el derecho florezca, por quitar las cizañas de la muerte para que germine con su perfume único la eternidad.

Paz y Bien

El rinde asombroso de la Gracia

















Domingo 15º durante el año

Para el día de hoy (12/07/20):  

Evangelio según San Mateo 13, 1-23










En apariencia, la actitud del sembrador es en extremo despreocupada, quizás indolente. Arroja aquí y allá las semillas con una confianza inusitada, sin fijarse demasiado en donde ha de caer esa simiente tan valiosa: es que sabe que lo que siembra tiene un poder escondido asombroso, tiene esa certeza campesina de que ha de crecer por su propia fuerza, por ese empuje oculto, y su esfuerzo jamás ha de ser de balde.

El tiempo inaugurado por Jesús de Nazareth es la era maravillosa de la Gracia, de la historia fecunda, esa Encarnación que implica una cercanía total de Dios-con-nosotros, y es precisamente la Encarnación el tiempo urdido en urdimbre santa entre Dios y el hombre. Las iniciativas son siempre primacías amorosas de ese Dios que sale al encuentro hecho hijo, hecho pan, hecho semilla, pero la humanidad no está desconectada de la bendición ni tiene por ello una actitud pasiva, aguardando que Otro resuelva por ella sus miserias y problemas. Nada de eso. La esperanza cristiana -señal de fidelidad y confianza- siempre es activa, la vida en el Espíritu siempre es movimiento, corazones peregrinos.

De algún modo la simbología del Génesis es algo más que alegórica: somos tierra que anda, tierra moldeada entre manos bondadosas, tierra con aliento de vida.

Esta tierra viva que somos tiene destino de fecundidad inscrito en sus honduras, pero también posee un color de libertad, aún cuando esa libertad la lleve a traicionar su mejor horizonte. Es por ello que esa semilla de fuerza imparable a veces es rechazada,  a veces germina pero no crece, a veces crece a medias -puro asomo-, y otras veces produce un rinde extraordinario. Está en nosotros.

María de Nazareth -tierra sin mal, tierra fiel- es la que mejor comprendió este camino y en su pequeñez se creció la eternidad de ese Dios enamorado de su creación.

Paz y Bien

Tras los pasos del Maestro























Para el día de hoy (11/07/20) 

Evangelio según San Mateo 19, 27-29





La enseñanza de Jesús de Nazareth no se refiere a premios, sino más bien tiende a acentuar alegóricamente cualquier presupuesto o esquema que podamos graficarnos interiormente acerca de Dios, y de su esencia primordial, el amor. Y de su indescriptible vínculo paternal y maternal para con toda la humanidad, que supera infinitamente cualquier precálculo.

El Dueño de la viña paga muy bien a estos jornaleros; un denario es un salario altísimo para un día de labor. 
Y no conforme con ello, les paga primero a los últimos en llegar, a los que prácticamente no han hecho ningún esfuerzo, a los que -en esos válidos criterios humanos- no merecen el mismo salario que los que trabajan desde el amanecer.

La parábola habla de justicia, pero de la justicia de Dios que es la misericordia. Es asombrosa, es inconmensurable, es desmedida, es ilógica y no busca méritos, porque el amor de Dios en Cristo es el Reino aquí y ahora entre nosotros, para todos, sin excepción, sin visas, incondicional, generoso al extremo de no buscar nada a cambio, canastas inagotables de pan vivo para que nadie más pase hambre, la Gracia de Dios.

Paz y Bien

No hace falta permiso para hacer el bien






















Para el día de hoy (10/07/20):  

Evangelio según San Mateo 10, 16-23










La advertencia de Jesús de Nazareth a los suyos, a los que envía como mensajeros, no es de balde ni para meter miedo en sus huesos: se trata de una realidad dolorosa a la que los discípulos de todos los tiempos -seguidoras y seguidores del Maestro- habrán de enfrentarse.

Es que el carácter de los misioneros ha de ser siempre el de mansedumbre, talante humilde de ovejas. Pero han de estar atentas a los lobos con los que se han de encontrar.

Lobos del poder, esos mismos que toman cualquier acción generosa y desinteresada, de solidaridad encarnada como una amenaza que debe ser suprimida. Para estos lobos se rinde culto al dios Dinero, cuyo rito se establece en las finanzas, con un cielo inmanente llamado mercado. Todo lo que se oponga a ello deberá ser cercenado bajo apercibimiento de subversión.

Lobos ideológicos que sólo son capaces de interpretar la realidad a través de códigos preestablecidos, anteojos limitados y mezquinos, y por ello quienes pretendan otra lectura, otro mundo, otra utopía, son un enemigo a derrotar antes que un compañero de caminos.

Lobos éticos de toda laya, los que pretenden se les requiera autorización para hacer el bien a un hermano que pasa necesidad o sufre. La transgresión, para estos lobos, se castiga con el descrédito, la difamación y el insulto categorizado.

Lobos religiosos del templo los domingos, imperialistas de la piedad estratificada, lobos de un Dios lejano al que se manipula mediante el cumplimiento de los preceptos, el Dios que brinda castigos a los que se apartan de las normas, el Dios de los repudios y las excomuniones, que no es el Dios Abba de Jesús de Nazareth, Dios de los abrazos, Dios de la Salvación, Dios con nosotros, Dios por nosotros, Dios en nosotros.

Por ello, con todo y a pesar de todo, no hemos de inclinarnos ante las sombras del miedo y la muerte pues no vamos solos. Y aunque parezca que no hay argumento alguno que sea suficiente, tendremos las Palabras justas. Porque el Espíritu del Resucitado nos anima, porque nos reviste de coraje y confianza, porque a pesar de tanto dolor y de tantas amenazas, seguimos andando.
En nuestro horizonte destella la Salvación.

Paz y Bien

Misión es descubrirnos llamados, convocados por Jesús de Nazareth con nombres y apellidos























Para el día de hoy (09/07/20):  

 
Evangelio según San Mateo 10, 7-15




Misión es descubrirnos llamados, convocados por Jesús de Nazareth con nombres y apellidos, desde nuestra identidad única e intransferible, en una confianza total que Él ha depositado sobre cada uno de nosotros, una confianza que a menudo no solemos retribuir a su Sagrado Corazón.

Misión es tener en nuestras manos todo lo necesario para que la muerte retroceda, para que florezca la salud, la paz, la vida y la libertad.

Misión es anunciar que el Reino de Dios no es una utopía -bella imagen del mundo de las ideas- sino una realidad al alcance de los corazones de las mujeres y los hombres de buena voluntad, realidad de plenitud, realidad de felicidad.

Misión es saber que no cuentan méritos o deméritos, sino la bondad inmensa de un Dios que nos ha elegido de un modo incondicional y gratuito, y son esa gratuidad y esa incondicionalidad las rectoras de nuestros pasos.

Misión es compartir la vida misma de Dios cada día, a cada instante, la vida de ese Dios que se ha hecho uno de nosotros, que se ha despojado de todo para amarnos en esta dimensión humana que somos, que anda sin condicionantes, que florece en hospitalidad y vida en común que se expande, de tal modo que su vida sea también la nuestra y la de todos aquellos a los que nuestros pasos nos conduzcan, vida plena, sin límites, familia creciente sin imposiciones, gratuitamente, a pura bondad y compasión.

Paz y Bien

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