Evangelio según San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48
Huellas
Evangelio según San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48
Cuestiones de mensajeros
Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael
Para el día de hoy (29/09/12):
Evangelio según San Juan 1, 47-51
En clave de cruz
Para el día de hoy (28/09/12):
Evangelio según San Lucas 9, 18-22
Inquietudes
Para el día de hoy (27/09/12):
Evangelio según San Lucas 9, 7-9
Convocatoria y envío
Para el día de hoy (26/09/12):
Evangelio según San Lucas 9, 1-6
Rasgos familiares
Para el día de hoy (25/09/12):
Evangelio según San Lucas 8, 19-21
María de la Merced, canción de liberación
Nuestra Señora de la Merced
Para el día de hoy (24/09/12):
Evangelio según San Juan 19, 25-27
Las cosas que hemos dejado de lado
Evangelio según San Marcos 9, 30-37
Confianza campesina
Para el día de hoy (22/09/12):
Evangelio según San Lucas 8, 4-15
Tus malas compañías
Para el día de hoy (21/09/12):
Evangelio según San Mateo 9, 9-13
De insolvencias y gratitudes
Incomprensiones
Para el día de hoy (19/09/12):
Evangelio según San Lucas 7, 31-35
Dios interviene en la historia humana de múltiples modos y a través de gentes de muy distinta condición, carácter y modos. Por ello mismo, una de las claves de la existencia es encontrar el paso bondadoso y salvador de Alguien que siempre está más allá de nuestros esquemas previamente establecidos.
Así, lo encontraremos en el gesto adusto y ascético de muchos profetas como en Bautista y tantos otros, mujeres y hombres incuestionables en su integridad y que, invariablemente, su sola presencia cuestiona toda corrupción, todo lo que es opuesto a la vida.
Pero también lo encontraremos en aquellos que siempre están invitando a compartir el pan, los mismos que a nadie excluyen de su mesa, mujeres y hombres que son capaces de descubrir en cada ser humano a un hermano y que detestan con fervor toda exclusión, y que les duele hasta los huesos cuando alguien falta y cuando en nombre de determinados preceptos se deja fuera de la vida a tantos.
Sin embargo, de modo caprichoso y hasta pueril, hay quienes rechazan a unos y a otros, sin saber a ciencia cierta si se trata del rechazo por el rechazo mismo o una soberbia que impide cualquier novedad
Así rechazaron con modos destemplados tanto al Bautista como a Jesús, y al querer desmerecerlos, sin quererlo los honraban.
A Jesús de Nazareth le han hecho el mejor de los elogios: amigo de pecadores.
Nuestro amigo y nuestra esperanza)
Paz y Bien
Los que se atreven a la compasión
Para el día de hoy (18/09/12):
Evangelio según San Lucas 7, 11-17
(La procesión lleva una pesada carga, y no es precisamente el féretro que portan.
La muerte ha mordido con fauces crueles, esa mujer ya ha perdido a su esposo y ahora, ese hijo que le daba sentido a su existencia y que era su sol también se ha ido.
Como sucede casi siempre, los ritos mortuorios están hechos para acentuar el dolor y sumergirse en un duelo insoportable.
La procesión acompaña a la viuda de Naím en su llanto pero también en su resignación y en la subordinación de sus almas ante lo inevitable, y ante la crudeza de una realidad que es difícil de aceptar y justificar.
Con toda probabilidad, hay expertos que están aguardando a que la multitud llegue para brindar palabras exactas acerca de la muerte y los fundamentos de una esperanza postrera. Ellos pueden comprender el sufrimiento de manera aproximada, pero sólo son capaces de razonar la resignación y ahondar las heridas.
Pero la compasión tiene el color del aquí y el ahora, porque las lágrimas y la derrota siempre suceden en tiempo presente.
Por calles paralelas, otra multitud también camina.
Es un famoso rabbí galileo, que ingresa a Naím acompañado de sus discípulos y de muchísimas personas. Su fama lo precede, y sin dudas los suyos están aplicados a que no pierda el tiempo, a que se vuelva eficiente en la enseñanza de ese Reino tan extraño que predica.
Y acontece lo inesperado; Él no se deja arrastrar por esa corriente que espera acciones puntuales de su parte.
Él se detiene con-movido por una compasión entrañable. Se le hace intolerable el llanto de esa mujer, y ante las miradas asombradas de todos, se acerca a ella con gestos que expresan que no se rinda, que todo no ha terminado, que no llore.
Su mano toca sin miedos el féretro, y aquí haremos un alto: las rígidas normas religiosas de la época implicaban no tocar ni a un fallecido ni a objetos que estuvieran en contacto con el mismo, bajo apercibimiento de volverse impuro y de ser reducido al ostracismo social y comunitario.
La verdad, a Jesús de Nazareth no le importa. Lo que cuenta es el dolor que agobia a esa mujer y a tantos, y por eso no vacila en tocar el ataúd.
Su palabra es fuerte, su palabra es decisiva, su palabra recrea, y el joven hijo que parecía irremisiblemente perdido en las sombras de la muerte se yergue vivo y comienza a hablar, frente a esa multitud que subrepticiamente se silencia por el estupor, el temor y el asombro.
No caeremos aquí en la trampa fácil de reivindicar acciones que sólo anestesian el sufrimiento, discursos a medida de la situación crucial de la muerte y la pérdida de alguien amado, gestos torpes que acentúan la tristeza y ensanchan el caudal de lágrimas.
Porque la compasión -com-pathos- es asumir como propio el dolor del otro.
Como discípulas y discípulos, como Cristos de nuestros días, quizás nos hemos habituado a una confortable espera, aguardando de que los doloridos de todo lugar se lleguen a nuestros sitios.
Pero el Reino de Abbá Padre de Jesús de Nazareth es movimiento, es ir, es ponerse en marcha, es animarse a desafiar confiados a esa muerte que a menudo campea en muchos sitios y de diversas maneras, y no siempre en los duelos y en camino a los cementerios.
Hay que atreverse, porque la vida prevalece y de su mano todo es posible)
Paz y Bien
Desde la Galilea de la periferia
Para el día de hoy (17/09/12):
Evangelio según San Lucas 7, 1-10
(Cafarnaúm pertenecía a la región Galilea; es tierra judía -parte de la tierra santa- pero por varios factores los paisanos del lugar eran mirados con recelo y desprecio por la ortodoxia imperante en Judea y, especialmente, en la Jerusalem del Templo.
Entre estos judíos de segunda, tercera y cuarta categoría -kelpers de su fé- Jesús de Nazareth comienza la proclamación del Reino que acontece ya entre nosotros, siendo Él mismo otro marginal más, varios escalones por debajo del resto de las personas habitualmente respetadas. La Buena Noticia florece entre los que no cuentan.
Allí mismo, sucede lo que nos relata el Evangelista en la lectura para el día de hoy.
Se trata de un centurión, un oficial del ejército imperial romano que sojuzga a Israel, que somete al Pueblo Elegido y mancilla la Tierra Santa mediante la fuerza. Además del rechazo que provoca su condición militar, seguramente y para colmo de males es un pagano.
Es decir, es un imperialista, un extranjero y un pagano, un abismo insalvable para tantas razones mezquinas.
Con todo, es un hombre respetuoso de esas gentes; a pesar de ser un opresor, no humilla a sus conquistados.
En esos menesteres, un sirviente suyo cae enfermo sin remedio ni cura, y ese soldado conoce de oídas la fama y las acciones del Maestro. Él se sabe rechazado de antemano, opuesto al profeta nazareno, y por ello se dirige a Él a través de otros.
Su estatura moral es tan enorme como su humildad y su confianza en el Maestro: por ello mismo, Jesús reivindicará expresamente el valor de ese corazón pleno de fé.
A pesar de ser extranjero, pagano y soldado invasor, es un cristiano íntegro, un discípulo incógnito, un hermano anónimo.
Entre nosotros viven muchos centuriones, mujeres y hombres íntegros capaces de que la fé y la confianza florezcan en sus corazones, esos mismos que en silencio construyen sinagogas y nos crecen en su respetuosa presencia. Ellos son amados por ese Cristo que a todos cura, y al que no le importa tanto pertenencia religiosa, política o ciudadana como tanto la confianza y la fé.
Una fé que se decide en una persona: somos creyentes porque estamos unidos a ese Jesús Resucitado antes que adherir a dogmas o doctrinas.
Allí, en esas Galileas de toda periferia, nos volveremos capaces nuevamente de los asombros, porque la Salvación siempre es en tiempo presente, en donde menos se la espera y en quienes se supone ajenos, siendo los más propios, los más cercanos)
Paz y Bien
Ese Mesías inadecuado
Para el día de hoy (16/09/12):
Evangelio según San Marcos 8, 27-35
(Jesús de Nazareth estaba en ruta hacia la Cesarea de Filipo, territorio pagano y vasallo de los romanos. Allí, lejos de la influencia contundente del Templo y de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas -un ambiente no judío más laxo en el pensamiento- pregunta a sus discípulos acerca de que es lo que dicen y piensan acerca de Él las gentes.
En ese espacio más libre de la rigidez de la ortodoxia, quiere saber como lo identifican, si tiene importancia para sus vidas.
La pregunta es clave para todos los tiempos, y es raíz de toda acción misionera, saber qué piensa la multitud acerca de Jesús.
En realidad, es mucho más que una encuesta de tendencias o de opinión pública: se trata de saber que significa Jesús de Nazareth para todos y cada uno de nosotros, y su relevancia en nuestras existencias.
Así, le responderán que un profeta al modo del Bautista -o mejor dicho, el mismo Bautista-, otros un profeta al modo de Elías en su carro de fuego, o simplemente otro profeta/mensajero, portador de anuncios y denuncias. Pero lo verdaderamente decisivo sucede a continuación, y es quien es Jesús de Nazareth para aquellos que supuestamente están cerca de Él, los que aprendieron las cosas del Reino que Él les ha enseñado pacientemente.
Pedro se convierte en portavoz de los Doce, y responde de manera aparentemente exacta. Jesús es el Mesías, declama con contundencia.
Sin embargo, lo que está implícito en su respuesta es que es un Mesías a la medida de su mentalidad y conveniente a sus intereses, un Mesías que viene a reinar y a redimir al Pueblo Elegido, un Salvador exclusivamente para los judíos. En su respuesta, confronta con ese Maestro que no se acota a propios y ajenos, un rabbí que convida a su mesa a todos por igual, escandalosamente inclinado a los extranjeros, a los impuros, a los que no son como nosotros.
Y el Maestro, en ese lugar tan distinto a lo conocido, tan impropio e inesperado como puede ser un sitio en el que uno se sienta extranjero y ajeno, allí revela el insondable misterio de su misión, y por tanto, de su existencia.
Se revela como un Cristo pero muy diferente al molde requerido por viejos esquemas. A contrario de lo celestial y glorioso, Él se reconoce como Hijo del Hombre, pleno de humanidad, y cuyo destino estará signado por la cruz, por el rechazo, por el sufrimiento y el sacrificio, un Mesías muy inconveniente, un Cristo aferrado a la derrota, que rechaza honras y poderes, títulos y prebendas, un Servidor de todos y para todos.
Por eso Pedro lo reprende con virulencia, lo que plantea es completamente inadecuado y pretende corregirlo, y por ello mismo Pedro se vuelve satánico en el sentido primordial del término, es decir, adversario del proyecto eterno de Dios.
En cierto modo, también somos a nuestra manera Pedros del rechazo y la reconvención.
Nos hemos apropiado del Redentor, y pretendemos un Cristo adaptado a nuestras mezquinas expectativas, un Mesías light de los altares y las imágenes, y no ese Jesús de la entrega y el sacrificio, de la vida que se ofrece, de la cruz, la confianza y la fidelidad a pesar de tanto horror.
Por ello, hemos de descubrir Su verdadero rostro poniéndonos al hombro estas cruces que puntillosamente nos elaboramos, y también darle una mano fraterna a aquellos que han sido doblegados por la carga insoportable de tanto dolor gravoso en sus existencias, de tantas cosas que los sojuzgan y someten.
Porque la mejor de las noticias es que Dios nos ama al extremo de asumir en sus espaldas todas nuestras miserias y resumirlas en el cadalso de maderos cruzados, para que todos estemos plenamente vivos, para que nadie más sea crucificado.)
Paz y Bien
Había que estar allí
Nuestra Señora de los Dolores
Para el día de hoy (15/09/12):
Evangelio según San Juan 19, 25-27
(Había que estar allí.
Ese hombre que agonizaba en el patíbulo de maderos cruzados, moría casi en soledad.
La religión oficial y predominante lo había excomulgado por blasfemo, por impuro, por loco. Y ahora se llegaba al extremo de los desprecios, pues todo condenado a la horca o a la cruz era automáticamente considerado un maldito.
Para el poder imperial se volvió un peligroso alborotador y subversivo: es preferible liberar a un violento Barrabás antes que a ese rabbí manso galileo.
La cruz responde a la eficacia romana a la hora de matar; la cruz es patíbulo romano por excelencia, los devotos de la ley mosaica tienen otros modos muy distintos -especialmente la lapidación- para deshacerse de los condenados peores.
Había que estar allí.
La vida que se le apagaba se aparecía como un fracaso total, abandonado por sus compañeros, negado expresamente por otro, vendido y traicionado por unas pocas monedas por alguien muy cercano que recorrió junto a Él años y caminos.
Había que estar allí.
Ella no se había ido. Permanecía de pié junto a la cruz junto a otras mujeres y al discípulo amado, ese discípulo que los que saben identifican con Juan, pero del cual deliberadamente se omite su nombre. El discípulo amado somos tú y yo, todos y cada uno de nosotros, la comunidad, la Iglesia.
Ella soporta el peor de los dolores: ver, impotente, como muere ante sus ojos un hijo, su hijo, malherido por la tortura, consumido por esa cruz voraz, el Hijo que se creció en su seno puro y humilde y puro desde un amor infinito, el mismo del parto en una cueva de animales, el que crió y vió crecer en Nazareth, el Hijo del que se volvió la primera y mejor discípula.
Ese Hijo, en ese momento supremo, se desprende de todo.
Hubiera sido razonable que que se aferrara a sus afectos primordiales, para aliviar -tal vez- el horror de su sufrimiento. Pero Él ni siquiera retiene a su Madre, y por eso mismo la llama Mujer, y la entrega confiado al discípulo que ama y en el que confía.
Ella es una mujer sin casa, y desde ese momento su hogar estará en donde estén los hijos, su casa será la de los discípulos que la reciban.
Mujer vestida de sufrimiento, María de Dolores que, sin embargo, se mantiene firme desde una fidelidad asombrosa.
Es la Mujer que es ante todo Madre y Madre fiel, y que es signo cierto de que el amor prevalece, aún cuando la muerte ande campeando, aún cuando loa noche más cerrada se cierne ominosa sobre todos los crucificados de la historia.
Ella sigue en pié junto a nuestras cruces, para que nos atrevamos a regresar a la vida)
Paz y Bien
La cruz que levantamos
Para el día de hoy (14/09/12):
Evangelio según San Juan 3, 13-17
(Hoy celebramos la Exaltación de la Cruz.
De por sí, es una expresión controversial y hasta repudiable: en apariencia, implicaría una reivindicación malsana del sufrimiento, una asunción de lo sangriento como vínculo de pertenencia y la dura afirmación de que está bien el dolor, sea cual fuera su origen.
Más aún, la cruz era el patíbulo elegido usualmente por los romanos para ejecutar a los criminales mas abyectos en las diversas provincias del Imperio, tales como Judea y Galilea. Así entonces el ajusticiado se lo presupone marginal por delitos gravísimos, un maldito según la ley mosaica.
Desde esta perspectiva, estaríamos reivindicando el horror, y tristemente sabemos que a través de distintas épocas y en esta Iglesia que amamos no ha sido una postura infrecuente, sino una primacía que nos sigue golpeando.
Pero se trata en verdad de una cuestión de amor entrañable, antes que condición necesaria para una salvación post mortem.
Levantamos la cruz porque ese Cristo agonizante se ha entregado voluntariamente a la brutalidad de sus verdugos para que no haya más crucificados.
Levantamos la cruz porque Jesús de Nazareth es promesa cierta de tumbas inútiles y vacías, de vida que prevalece con todo y a pesar de todo.
Levantamos la cruz porque no es la sangre la que nos purifica, sino ese amor entrañable de Dios que nos ama incondicionalmente, que en el Hijo nos hace a todos hijas e hijos, hermanos para siempre.
Levantamos la cruz porque no hay dolor que sea definitivo, porque la muerte no tiene la última palabra, porque cuando todo se ensombrece ha de destellar la fértil solidaridad de quien deja sus huesos para que otro viva.
Levantamos la cruz porque no hay mayor amor que dar la vida por los demás)
Paz y Bien
La reciprocidad y el principio Misericordia
Para el día de hoy (13/09/12):
Evangelio según San Lucas 6, 27-38
(Desde la historia y la praxis, se entiende y acepta el concepto de justicia como reciprocidad. Traducido esto al ámbito de la ley, se trata de regular y moderar cualquier ímpetu anárquico de venganza, es decir, morigerar las penas que se impongan en proporción a las ofensas o perjuicios cometidos. Así, la llamada ley de Talión -ojo por ojo, diente por diente- implicó un importante avance en el plano del derecho, al normatizar las conductas personal y social.
Asimismo, esta reciprocidad tiene un poder disuasorio; se trata de objetivar las conductas de tal modo que se desaliente las acciones punibles bajo la sombra y el apercibimiento del castigo acorde al mal infringido.
Sin embargo, Jesús de Nazareth ha inaugurado el año eterno de la Gracia, y nada volverá a ser igual, y ello es decididamente revolucionario, imprevisible, maravilloso.
En la declamación, nos puede conmover y hasta podemos realizar profusos discursos al respecto. Pero seamos sinceros: para nuestros limitadísimos esquemas, eso de amar a los enemigos, a los que nos odian, a los que desean nuestro mal implica una asimetría que se nos hace a menudo insalvable. Porque es dable y razonable que el comete un daño o un delito pague, tenga una pena compatible con lo que ha hecho.
Aún así, el mal no se destierra, sino que apenas se contiene.
Por ello mismo es la propuesta del Maestro, y sólo es comprensible y practicable desde una nueva identidad que surja desde el mismo Espíritu de Aquél que ama a todos por igual -buenos y malos- de manera inmensa e incondicional.
Se trata, con todo y a pesar de todo, de volvernos cada vez más humanos, tan humanos a semejanza del que nos sueña, nos crea y sostiene y que ha desandado la distancia insalvable entre la eternidad y la historia encarnándose en el seno puro de una muchacha judía fértil y plena en su fé y en su confianza, Dios con nosotros, Dios entre nosotros.
La historia humana puede reescribirse cuando se descubre a Dios como Padre y Madre, y al prójimo -el cercano y el lejano, el que nos ama y el que nos odia- como un hermano también entrañablemente querido por ese Dios asombroso.
Porque a contrario de nuestros escasos horizontes, la justicia de Dios no es pago ni retribución ni premios ni castigos. La justicia de Dios es la misericordia inconmensurable, que se derrama abundante como lluvia que alivia, perdón que cura, bondad que desoye las ansias de violencia.
Es la red plena de peces, la mesa inmensa, el pan que se parte y reparte, que alcanza para todos y sobra para los que aún no han llegado, es el vino nuevo de la vida que no se agota, es el fin de los imposibles, es la muerte que no decide, es la Resurrección.
La Misericordia es el principio de todo destino y su horizonte.
La Misericordia sostiene al universo.)
Paz y Bien
Un viaje bendito
Para el día de hoy (12/09/12):
Evangelio según San Lucas 6, 20-26
(El sermón del monte es quizás simbólicamente, la inauguración del tiempo pleno del Reino y de la Gracia.
Es inevitable -y también necesario- contraponer el descenso del Sinaí de Moisés con las tablas de la Ley frente a este Dios descendido entre nosotros, Cristo de nuestra esperanza y nuestra alegría. Es el éxodo definitivo de la esclavitud de la Ley a la libertad plena de las hijas y los hijos de Dios, con signo perpetuo de felicidad, de buena ventura.
En la ilógica del Reino, nos liberamos de la carga gravosa de la Ley para volvernos felizmente esclavos de la Gracia.
En la aparente paradoja de la Buena Noticia, la felicidad -la plenitud- es para todos aquellos a los que el mundo considera ajenos a cualquier pequeña parcela de alegría, los pobres, los hambreados, los que lloran. Y también para todos aquellos que se atreven a asumir como propias la pobreza, el hambre y el sufrimiento de sus hermanos, aún cuando esto signifique un desafío a los poderosos, una subversión que implique persecuciones y desprecios, la misma cruz de Aquél que no se reservó nada para sí mismo y en todo se dió a los demás.
Así los ayes que expresa el Maestro son más que una admonición desde una cátedra abstracta, son un bravo llamado a mirarnos corazón adentro, y a interpretar la realidad y la historia en clave del Reino.
Porque sobreabunda la pobreza porque hay muchos que nadan en una opulencia a menudo obtenida a costa del esfuerzo y la miseria de tantos. Porque más que hambrientos hay hambreados, millones sin sustento, y en muchas mesas desborda el lujo. Porque el llanto es también consecuencia de una tenaz indiferencia.
El Dios de Jesús de Nazareth no es un verdugo rápido ni un juez eficaz con su balanza a mano. Es Padre y es Madre siempre dispuesto al abrazo y al perdón.
Pero al fin de nuestros días, los pobres, los hambrientos y los que lloran serán testigos de nuestra fidelidad al Evangelio. Porque ellos son los verdaderos privilegiados, los amados entrañablemente por Dios, y hacer de esta vida un viaje bendito, una buena ventura, quizás sea volverse pobre, volverse hambriento y hacerse llanto para que otro no languidezca en la miseria, para que no agonice en su hambre, para que no sucumba en el abandono y la soledad)
Paz y Bien
Un llamado personal
Para el día de hoy (11/09/12):
Evangelio según San Lucas 6, 12-19
(En cada decisión crucial, los Evangelistas nos relatan que Jesús de Nazareth se retira en soledad a hacer oración, permaneciendo en absoluto contacto con su Padre.
Él se inunda de ese Espíritu que lo sostiene, lo impulsa y siempre está resplandeciendo en Él.
Pero no debemos confundirnos: Jesús no ora a su Padre solamente en momentos críticos o muy especiales. Toda su vida es oración, todo su ministerio es orante.
Así entonces, en total identidad y comunión con Aquél que lo ha enviado, congrega junto a sí a varias personas a los que llamará apóstoles, es decir, enviados.
Esos enviados tienen la misma misión del Maestro, una misión de servicio, de testimonio de esperanza, de sanación que es liberación, una misión que expresa el anhelo eterno del Dios de la Vida, la salvación para todas sus hijas e hijos.
Y ese llamado no es genérico ni abstracto; la vocación siempre se refiere a mujeres y hombres concretos, con nombres y apellidos, con sus más y sus menos, con sus fidelidades y sus traiciones, con sus enterezas y quebrantos. Entre los nombres de los Doce podemos intuir también los nombres nuestros, pues para ese Cristo de nuestra salvación todo -absolutamente todo- es personal.
Algunos, inclusive, se descubrirán con nombres nuevos como Simón Pedro: el llamado que se descubre no es coyuntural ni circunstancial, es tan decisivo que transforma cada existencia desde su misma raíz y nos reconocemos nuevos, recreados.
La tarea es inmensa, pero la Resurrección inaugura el fin de los imposibles y el ocaso del no se puede.
No vamos solos.)
Paz y Bien
Sitios invertidos
Evangelio según San Lucas 6, 6-11
(La presencia y el ministerio de Jesús de Nazareth en todo sitio y lugar implican una restauración de la plenitud imaginada y deseada por el Dios de la Vida para todas sus hijas e hijos.
Pero por sobre todo, Él invierte lugares de preponderancia e importancia, regresando al centro de la comunidad lo que es verdaderamente importante y decisivo.
Ese hombre tenía reseca y paralizada la mano derecha, mano del trabajo, mano de ganarse el sustento y edificar su dignidad. Al no poder procurarse su pan, depende de las limosnas de otros, y también es víctima de preconceptos religiosos: lo que padece es a causa de pecados -propios o ajenos-, y esa dolencia es motivo de impureza. Por ello se pierde entre la gente que se agolpa en la sinagoga para la celebración del Shabbat, seguramente oculto en los últimos lugares.
Está así al margen de todo, del trabajo, de la comunidad, de la fé: por varios motivos, es lo que -no siempre- entendemos por un marginal.
Esta marginalidad estaba específicamente establecida y naturalmente aceptada; es duro reconocer que nos hemos acostumbrado a convivir con situaciones de marginación y exclusión, aceptándolas con criterios de normalidad aún cuando nuestro discurso declame lo contrario. Y al igual que los fariseos, justificamos con razonamientos profusos y puntillosas exégesis que esto suceda.
Sin embargo, la Encarnación y la Resurrección son la afirmación eterna de ese Dios que descubrimos enamorado de la humanidad, y por el que la vida se hace sagrada.
En esa Gracia, Jesús de Nazareth invierte esos sitios cruelmente erróneos, y ese hombre pasa al medio de la reunión congregada por la fé en la sinagoga, y es símbolo y señal para la comunidad cristiana: el que sufre, el marginal y el excluido ha de ser el centro de la comunidad.
El culto verdadero comienza y se expresa en la compasión y en el socorro.
No hay tarea más santa ni más urgente que alabar a Dios rescatando de la postración a sus hijas e hijos que sufren)
Paz y Bien
Corazones que se abren
Para el día de hoy (09/09/12):
Evangelio según San Marcos 7, 31-37
(Los milagros son acontecimientos de fé, urdimbre santa entre Dios y el hombre, el paso salvador del Creador Eterno por nuestra historia.
En los milagros de Jesús, es necesario prestar especial atención a sus palabras y sus gestos, para no quedarnos en una limitada mirada sobre un hecho aparentemente espectacular, casi mágico.
Nos encontramos en la Decápolis -literalmente diez ciudades- zona pagana de importante influencia helenística ubicada al sudeste de Galilea. No es tierra judía, y por ello mismo es objeto de desprecio en consonancia con la mentalidad religiosa y social imperante.
Trasladando esta situación a lo concreto, es inconcebible encontrar la acción de Dios entre esas gentes...excepto en una expedición de castigo y venganza.
Aún así, la fama de sanador del Maestro trasciende las fronteras de Israel, y traen a su presencia a un sordomudo, rogándole que le imponga las manos, esas manos que confundían mágicas y milagrosas a la vez. Seguramente quieren la salud de ese hombre, pero también quieren la exhibición de ese mago nazareno.
Sin embargo, Jesús de Nazareth siempre avanza a pasos inesperados, asombrosos, y no se deja amoldar a la medida de nuestras mezquinas aspiraciones. Por eso lleva -con infinita delicadeza- a ese hombre a un sitio apartado de la multitud ansiosa de espectáculo, a un ámbito más manso y silencioso que sea propicio para el encuentro con Dios.
El hombre es sordomudo: no puede expresarse, no puede decir lo que piensa y siente, no puede dirigirse a Dios, y sólo puede hacerse entender a medias mediante algunos gestos menores. A la vez, posee oídos inútiles, estériles. Es incapaz de oír y de escuchar, y por ello mismo su capacidad de comprensión es limitada, su acceso a la verdad es mínimo. Por ello, aunque no esté limitado en sus movimientos, es un hombre preso, pues sólo la verdad nos hace libres.
El milagro comienza a acontecer cuando el Señor lo lleva consigo, distinguiéndolo de una masa de gentes que se desdibujan. No le interesa que sea pagano, no le importa que oficialmente se considere a su dolencia como consecuencia de pretéritos pecados y como impureza contaminante.
Allí hay un hijo de Dios que sufre.
El Maestro dirige sus ojos al cielo, a su Padre, y suspira. Es signo de comunión de su corazón sagrado con Aquél que está totalmente identificado, Jesús es Dios y Dios es Jesús.
Pero también suspira porque, si bien ese hombre es el doliente, los sordos y los mudos están entre esa multitud expectante y por todas partes, negando la vida plena a quien no es su igual, despreciando al distinto o al ajeno, abandonando por cualquier motivo al que sufre.
En esa saliva impuesta con delicadeza ese hombre es recreado, y esta tierra andante que somos también ha de ser vuelta a moldear por las manos bondadosas de Dios. Nos hemos hecho demasiado daño, y es necesario que Él nos recupere primero la capacidad de la escucha, para poder pronunciar palabras que sean eco de la Palabra que sustenta al universo.
¡Efatá! vuelve a exclamar para que se disipe todo lo que nos separa, lo que nos encierra, lo que nos impide la comunión fraterna a partir del diálogo fecundo.
¡Efatá! con amor tenaz y persistente, para que tantos corazones cerrados vuelvan abrirse al hermano y a la vida)
Paz y Bien
Niña de nuestra Salvación
Para el día de hoy (08/09/12):
Evangelio según San Mateo 1, 1-16.18-23
(María fue una niña amada por sus padres, una muchachita galilea deposada con un carpintero ignoto, una mujer fiel de fé incoercible.
Fue tan concreta, tan real y tan humana que a menudo, en nuestros afectos y devociones, la sobrecargamos de ornamentos, coronas y oros y su rostro de mujer humilde, de mujer de fé y de protagonista de la Salvación se nos desdibuja y se nos aleja.
Ella fue la alegría de sus padres Joaquín y Ana, como lo es todo hijo esperado con ansias y esperanzas. Pero también ha sido amada desde toda la eternidad por Dios, urdimbre santa en la historia de generación en generación, desde las solitarias carpas de un pastor de Ur al exilio egipcio, desde el éxodo liberador de la esclavitud hasta ese embarazo que no estaba libre ni de sospechas ni de graves riesgos.
En cierto modo, la historia de cada una de nuestras existencias puede pensarse así: no somos un accidente fortuito o azaroso, somos la confluencia del amor de nuestros padres, una familia que nos precede y toda una historia extensa que palpita en cada respirar. Y en cada segundo y desde siempre, todos y cada uno de nosotros hemos sido, somos y seremos amados entrañablemente por ese Dios que es Padre y que en María de Nazareth nos revela su maravilloso rostro materno también.
Hoy celebramos el memorial del su nacimiento. Y esa niña que fué bendición y alegría para sus padres, es también para nosotros -hoy mismo- regalo y bendición para todos nosotros.
Por su Si incondicional nos nace el Redentor, Aquél que nos trae la vida definitiva, por su confianza inquebrantable la eternidad se nos teje en nuestra cotidianeidad.
María de Nazareth es símbolo y signo de que Dios nos ama sin límites ni condiciones, y que ha querido quedarse de una vez y para siempre entre nosotros, comenzando por los pequeños desde la más pequeña)
Paz y Bien
De bodas y brindis
Para el día de hoy (07/09/12):
Evangelio según San Lucas 5, 33-39
(La vida eternamente soñada para todas sus hijas e hijos por Dios es celebración y mesa compartida, es alegría que se respira y por la que se brinda.
Es una fiesta de bodas: en ella, los contrayentes -que se unen para que se expanda la vida- ansían compartir su felicidad con sus amigos, con sus seres más queridos.
En el tiempo de la Gracia y la Misericordia, el novio es Jesús el Cristo que estuvo, está y estará entre nosotros. No podemos dejar de celebrar su presencia aquí y ahora, con todo y a pesar de todo.
Es claro que no todo es fiesta, y todo tiene su tiempo. Habrá momentos de silencio, de penitencia, de ayuno solidario, de desprendimiento y soledad, y no está mal.
Los problemas comienzan cuando se desdibuja ese rostro sonriente de Dios con nosotros, y quedamos atrapados en una maraña de rígidas normas de rictus severo, de falsa reverencia, de seriedad en los rostros pero lejanía en los corazones. Y se llega al cruel extremo de imponer religiosas previsiones a los más pobres, y exigir ayuno y tristeza a quienes agonizan en hambre, en soledad y en silencio.
Si hemos sido creados y soñados para la celebración en mesa grande compartida, hemos de prepararnos para un brindis sincero con el mejor de los vinos, vides de misericordia, cepas del Evangelio.
Para beber ese vino -vino que es la preocupación constante de María de Nazareth-, es menester tener odres o barriles nuevos, que honren su nobleza.
Es imprescindible que transformemos estos odres que son nuestros corazones para volver a celebrar la maravillosa presencia de Dios con nosotros)
Paz y Bien
La mirada de Jesús de Nazareth
Evangelio según San Lucas 5, 1-11
(Para los pueblos y culturas semíticas de antaño -especialmente para Israel y los pueblos aledaños durante el siglo I- el mar representaba, simbólicamente, el caos y todo aquello que se oponía a Dios y entrañaba un peligro cierto para la vida.
Por eso mismo la Palabra para el día de hoy nos florece en tantos símbolos y signos.
Las multitudes se agolpan para escuchar al Maestro; sabemos de la crueldad y las angustias que impone el hambre, y es tan inhumano que no puede ser jamás ajeno a nuestra misión. Sin embargo, hay otro hambre más profundo, una necesidad de sustento más raigal que es el hambre de la Palabra, y que sólo puede saciar Jesús de Nazareth.
Hoy también multitudes andan hambreadas de trascendencia y de verdad, sumergidas en mares que de continuo amenazan con tragarlos y hacerlos desaparecer.
Existen muchos que intentan subsanar esto en la penumbra de sus ambiciones religiosas de adeptos o adherentes. Otros que por miedo navegan de modo escondido y confidencial, cuyo fruto será siempre escaso o nulo y sobrecargará estas mínimas barcas que somos y esta nave que es la Iglesia de desaliento y desesperanza.
Pero la mirada de Jesús de Nazareth es otra. En donde cunde el desaliento, Él descubre esperanza.
Y allí mismo, doblegados por la oscuridad de nuestros esfuerzos estériles, Él vuelve a ver y a hacernos ver posibilidades y misión.
Hay que salir a la luz del día, sin temor, con la capacidad de asombro intacta, con nuestra fidelidad firme, porque frente a la amenaza de ese mar tan terrible, nos descubre misioneros de rescate en redes de vida. Hay muchos pequeños peces a la deriva, muchos peces a los que hay que mantener con vida, muchos peces a los que hay que decirles con certeza inquebrantable que hay mucho más que noche cerrada, que dispersión y soledad, que muerte y ahogos.
Esas redes que nos invita a echar en este mar-mundo son redes especiales -de tan simples y sencillas que son-; son redes que no distinguen entre pequeños y grandes, entre buenos y malos.
Estas redes de Salvación buscan afanosamente incluir a todos sin ninguna excepción para que la vida y la Gracia prevalezcan)
Paz y Bien
De la postración a la diaconía
Para el día de hoy (05/09/12):
Evangelio según San Lucas 4, 38-44
(En los comienzos, la comunidad cristiana comenzó a crecer en espacios extraños: no se quedó atrapada en el ámbito cerrado y hostil de templo y sinagoga, espacio acotado por una multiplicidad cruel de normas y preceptos y corazones cerrados, sitio para unos pocos prohibido para tantos en nombre de un dios vengador y punitivo.
En los comienzos, creció al calor del hogar, de la cotidianeidad y de la familia, y no tanto por una clandestinidad obligada, sino más bien reflejando a un Dios que es familia.
Pero que sería una ingenuidad suponer que es suficiente escapar de la cerrazón sinagogal al espacio más sencillo y cálido familiar: este espacio también debe ser sanado y liberado de muchas cargas y costumbres que arrastra.
Así será la curación de la suegra de Pedro, y es signo y símbolo de muchas cosas y situaciones que, hoy por hoy, aguardan la liberación por la Gracia.
La suegra de Pedro arrastra varias condenas: es mujer -está en un escalón social y religioso menor-, es anciana -se espera de ella sólo la muerte- y está enferma -la enfermedad entendida como condena y castigo por pretéritos pecados y como señal de impureza que remite al ostracismo-.
El gesto del Maestro no es circunstancial, nada en Él está teñido de casualidad, todo lo que hace y dice es eterno. Por ello y ante el asombro de los presentes, Él se inclina y toma su mano, e increpa al mal para que desaloje su existencia. Es proyecto y misión, es inclinarse decidida y abiertamente hacia el que sufre, hacia quien está postrado de dolor, hacia el que está condenado a la soledad, y restaurar su vida, y declarar con voz fuerte que es tiempo nuevo, que el mal no tiene lugar entre nosotros.
Lo que sucede a continuación no es menor, no es un milagro más: cuando el Señor se hace presente, acontece un nuevo éxodo, y será el paso de una vida esclava de tantos dolores y prisiones a la tierra prometida de la Gracia y la vida plena. Cuando suceden la misericordia y la compasión, se desaloja toda postración y la vida renovada se pone a servir.
Quizás en nuestros torpes horizontes menores, suponemos que la suegra de Pedro -ya sanada- se dedicará a las cosas de la cocina. Al fin y al cabo, se trata de una mujer.
Nada de eso.
Ella se pone a servir a los demás como ministerio, como diaconía que es mucho más que cuestión de culto, es decisión vital y es sitio preferencial en la comunidad cristiana, mesa grande de amigos, hermanos y servidores.
Es claro: cuando nos topamos con algo tan asombroso, la tentación es apropiarnos del Cristo, que sea sólo para nosotros, que quede nomás entre nuestras paredes.
Pero no puede acotarse ni detenerse la Buena Noticia, y es preciso que el maravilloso anuncio y la presencia de liberación de Jesús de Nazareth llegue a todas partes, comenzando por los más pequeños, por los que no cuentan, como sucedió con aquellos pescadores, con los enfermos del lugar, con las mujeres y los niños)
Paz y Bien
Auctoritas
Evangelio según San Lucas 4, 31-37
(Jesús se ha trasladado desde su Nazareth natal hasta Cafarnaúm; en su querencia, sus paisanos han rabiado ante la novedad, han querido matarlo. Pero nada ni nadie puede detener su ministerio, así como tampoco puede frenarse el anuncio de la Buena Noticia en cualquier época y lugar.
Cafaranúm no es un lugar aleatorio: es dable suponer que Él se instala allí por la importancia de la pequeña ciudad a orillas del mar de Galilea. En ella confluían dos importantes vías terrestres, una ruta que se llegaba de Transjordania y se dirigía hacia el sur y la otra que iba hacia el norte, más precisamente hacia Egipto: a partir cruce de caminos se podía favorecer la difusión de la Buena Noticia y el encuentro con muchas gentes, con los viajeros.
Es que, a la hora de la misión, no está para nada mal utilizar toda la perspicacia y aplicar la inteligencia para buscar buenos frutos.
Las gentes se admiraban, ante todo, del modo en que hablaba Jesús. Es que los escribas y doctores de la Ley se basaban en los comentarios de los comentarios, es decir, volcaban sobre el pueblo todo un bagaje de conocimiento, exégesis y casuística fundada en diversos autores, a menudo citándolos. Así, y quizás sin advertirlo, desviaban la atención de la Palabra de Dios y la hacían prácticamente inaccesible.
Jesús es distinto, radicalmente diferente: Él no sepulta ansias y esperanzas bajo un tropel de conocimientos a menudo estériles. Las gentes perciben que Él habla y enseña con autoridad, en el sentido primordial del término, auctoritas, el que a su vez se fundamenta en el término griego augere, es decir, que hace crecer, que aumenta. Ellos intuyen -y saben por vivir- que Él les hace crecer cosas nuevas, que con Él aumenta su propia humanidad.
Algo se nos escapa, en algo nos hemos perdido: nos horroriza toda imposición en nombre de la autoridad, y en su nombre también se ha hecho y se hacen miríadas de aberraciones.
Por ello quizás al tiempo Él señalaría -desoyendo cualquier ambición y ansias de dominio- queel poder es servicio a favor de los demás.
Más aún: Él no habla de lo que otros han hablado, no comenta los comentarios de los comentarios. Él habla de lo que conoce en las profundidades de su corazón sagrado, y sabe mejor que nadie las cosas de Dios.
Jesús es Dios y Dios es Jesús.
Así entonces, desde esa auctoritas o exousía que hace crecer lo nuevo, que despierta lo dormido, que hace vivir lo muerto, es que Él sana y libera. Basta su Palabra y su Presencia para que cualquier mal que oprime y hace sufrir -cualquiera fuera su intensidad- se disipe y la humanidad vuelva a florecer íntegra.
Es una cuestión de fé, fidelidad y confianza, y hay muchas almas agobiadas, vidas doblegadas que nada esperan, a las que debemos llevar sin demora la mejor de las Noticias)
Paz y Bien
En el aquí y ahora
Evangelio según San Lucas 4, 16-30
(Para adentrarnos en las profundidades de la Palabra, debemos situarnos en el momento y lugar en donde sucedieron las enseñanzas del Maestro.
Así nos encontraríamos en esa tarde sabatina de sinagoga nazarena, santo Shabbat de los paisanos de Jesús, tan judíos como el que más. Como todo varón de Israel, tiene el derecho de leer las Escrituras y comentarlas.
Están todas las miradas puestas sobre Él y los oídos atentos: ha de leer el libro del profeta Isaías, en donde brotaba la esperanza mesiánica del pueblo Elegido. Y ël lee con voz clara y fuerte.
Los presentes están atónitos, nadie alcanza a emitir sonido: ha omitido deliberadamente pronunciar el fragmento de la lectura que cita -y el día de la venganza de nuestro Dios-, que expresaba las ansias victoriosas de los de Yahveh por sobre todos sus enemigos.
Como si no fuera poco, declara ante todos que esa profecía se cumplía en Él y en ese momento.
Ese tiempo presente que destella, ese hoy de Salvación pronunciado en una tarde sabatina es pletórico de intensidad, es un hoy que resuena hasta nuestros días.
Porque la Salvación acontece hoy mismo, porque ante nuestro asombro -y nuestro estupor-, el ministerio de Jesús es, decisivamente, el anuncio de la Buena Noticia a los pobres, la liberación de los cautivos de toda esclavitud, el devolver la vista a los enceguecidos por la indiferencia o el fundamentalismo, la ruptura de cualquier cadena de opresión, y avisar a todos -sin excepción- que ha comenzado el año de Gracia y Misericordia, el tiempo infinito de la Gracia que no admite ni violencias ni venganzas, porque el Dios de Jesús de Nazareth es Padre y es Madre identificado totalmente con la humanidad a partir de su asombrosa y humilde encarnación.
Más aún: el Carpintero nos viene a decir que su Dios tiene especial debilidad por los pobres, por los pequeños y por todos aquellos a quien nadie tiene en consideración, aquellos que nos considerado extraños, extranjeros, ajenos, como la viuda de Sarepta, como Naamán el Sirio.
La Salvación sucede hoy, Jesús de Nazareth vuelve a recordarnos que en Él se explican todas las Escrituras y adquiere significado y sentido la historia de la humanidad.
Hay una invitación a anunciar la mejor de las noticias a aquellos para los que cualquier novedad es mala y nada esperan, para que impere la libertad y acontezca la liberación, para portar aceite de consuelo y convidar vino de esperanza, para descubrir que en los sitios más insospechados y en aquellos que nadie tiene en cuenta, palpita y destella la bondad de Dios.)
Paz y Bien
Pureza, corazón y culto
Para el día de hoy (02/09/12):
Evangelio según San Marcos 7, 1-8.14-15.21-23
(El conflicto entre Jesús de Nazareth y las voces oficiales de la fé de Israel era inevitable; el rabbí galileo no sólo era un imprudente transgresor, sino que quebrantaba y renegaba de las tradiciones tan firmemente arraigadas y puntillosamente observadas.
Se estaba volviendo muy peligroso -por eso el arribo de doctores expertos llegados a Galilea desde la Jerusalem del Templo y la ortodoxia. Toda heterodoxia debe ser suprimida y acallada rápidamente, en parte porque se sacralizaban normas y prescripciones, y en parte también porque tanto doctores de la ley, escribas y fariseos se veían menoscabados en su autoridad y por lo tanto en su poder y ascendencia sobre el pueblo.
La acusación expresa era que los suyos no practicaban las abluciones rituales -lavarse las manos- antes de comer, y era una cuestión que superaba la mera higiene. El veredicto tácito era que todos ellos se habían vuelto impuros y, como tales, debían ser excluidos de la vida religiosa, social y comunitaria. Nada mejor ni más práctico para quitar de en medio a subversivos peligrosos.
Pero de tradición a traición hay una letra de diferencia, un sólo paso habitualmente inadvertido.
Es que es un nuevo tiempo, y el Maestro conoce, ama y cree en Alguien antes que en algo, y ése precisamente es nuestro camino de plenitud.
Jesús de Nazareth no reniega de doctrinas de sus mayores, ni es un provocador torpe y estéril; sin embargo, restaura las prioridades a su justo lugar.
El Reino está cerca, muy cerca, tan cerca que late en los corazones de mujeres y hombres capaces de descubrirse hijas e hijos de un mismo Padre bondadoso que los ama entrañablemente, y por ello mismo se saben hermanos.
El Reino es, ante todo, cuestión cordial. Así entonces el culto verdadero comienza por el cuidado del hermano, por el socorro, por la compasión, por la mano que levanta, por el abrazo que consuela, por la atención en la escucha, por cada gesto y acción de justicia y liberación.
Los problemas comienzan cuando el amor se vuelve solamente ritual, escindido por completo de la cotidianeidad, una caridad falsaria que responde al ejercicio y cumplimiento de normas preestablecidas, preceptos que llevan a la soledad y a la muerte.
No hemos de desesperar.
Siempre estamos a tiempo de purificar estas pobres almas que somos en el éxodo de nuestras mezquindades regresando al hermano, porque la vida es sagrada.
Al Dios de la Vida se lo honra y enaltece cuidando la vida en todos sus aspectos, y se le enciende una sonrisa inmensa cuando nos prodigamos por los pobres y los más pequeños)
Paz y Bien