San Francisco de Asís
Para el día de hoy (04/10/19)
Evangelio según San Lucas 10, 13-16
Tu Dios, un Dios Altísimo pero a la vez asombrosamente cercano.
Un Dios cuyo rostro resplandece en los pobres y en los más pequeños.
Un Dios que crea y cuida con mano bondadosa de Padre y Madre esta naturaleza que somos y que nos cobija.
Un Dios que salva, que perdona, que se hace familia, Dios de la vida, de la paz y del bien.
Porque toda creatura es afín a tu corazón. Porque toda mujer y todo hombre son tus hermanos, y desde esa fraternidad concedida y universal se edifica un mundo nuevo y la eternidad.
Como María de Nazareth, sabías que la fé es don y es misterio, y que es la causa primordial de toda alegría.
En tu sagrada pobreza, vuelves a reivindicar en tu silencio estruendoso que el verdadero poder es servicio, y que la única vida que tenemos es la que ofrecemos.
Tu persistente aroma a ovejas nos despierta los corazones y honra humildemente a toda la Iglesia. Porque el mandato de ser sal de la tierra no se cumple encerrado tras muros que han de defenderse de embates externos, sino que se plenifica y encarna allí mismo en donde están las gentes, tus hermanos dolientes, los que tan a menudo son descartados de cualquier existencia.
Pequeño e inmenso hermano del cuidado y del servicio generoso e incondicional. Evangelio viviente cuya sola presencia es anuncio y profecía, esperanza que nos viene empujando las comodidades y las resignaciones.
Que tu bondad nos despierte nuevamente. Que tu mansedumbre se nos haga estrella y horizonte. Que tu pobreza nos vuelva ricos en misericordia y en sonrisas compartidas, para que la vida vuelva a ser para todos un regalo inmenso al que se agradece con la sencillez de ser cada día más y más humanos.
Ruega con nosotros, ruega por nosotros, Hermano Francisco.
Y junto con Ignacio, protege los pasos de ese Pedro que ha elegido tu nombre y tu misión para reconstruir la Iglesia de Jesús de Nazareth desde los más pobres. Que nunca nos olvidemos.
Paz y Bien, queridísimo hermanito.