Para el día de hoy (15/07/20):
Evangelio según San Mateo 11, 25-27
La lectura que la liturgia para el día de hoy nos brinda es corta pero muy intensa, y podríamos, sin dudar, afirmar que allí se revela una cristología fundante.
Allí está el núcleo del Evangelio: sólo el Hijo es quien puede en verdad y plenitud revelar el rostro de Dios, Señor de la tierra y el universo, creador y Padre.
Y este Dios, Padre de Jesús, tiene abiertas, flagrantes y magníficas preferencias por los humildes y por los pequeños. María de Nazareth lo sabía bien y lo cantaba feliz.
Jesús de Nazareth, en identidad plena como Hijo de Dios, reconoce a los sabios y prudentes en las élites de la ortodoxia intelectual y religiosa del Israel de su tiempo, en especial escribas y fariseos, contumaces en negar los signos que realizaba y sordos a la palabra clara del Maestro. Esos mismos hombres que se revestían de erudición y se aferraban a una prudencia rayana en el fanatismo y en cierta cobardía tácita, rabiaban cuando este rabbí galileo abrazaba y levantaba a los intocables de aquel entonces, y en especial cuando proclamaba buenas noticias para los pobres.
De allí que cuando el Señor habla de los pequeños -por contraposición- no se refería a los niños, por quienes tenía especial predilección. El se refería a aquellos que tan bien conocía, los campesinos pobres de Galilea, de Judea, de Samaria, esos mismos que no hablan muy bien porque su léxico es limitado, los que no tienen habilidad dialéctica y carecen de esa formación que sobreabunda entre los doctos, y que por todo ello son fervorosamente despreciados por esos sabios y prudentes hombres.
En su desprecio razonado y justificado, toda esa multitud de pequeños tenían de hecho vedado el acceso a las cosas del culto, y y rotulados como indignos e impuros, para los que cualquier bendición divina se suponía denegada, y para los que la miríada de estrictas normas y preceptos a observar era sólo una causa de corazones oprimidos y doblegados.
Es menester detenerse y reflexionar, pues la tentación del acotarnos a lo ideológico o a lo sociológico está ahí nomás. Pero el Maestro habla de la Gracia de Dios, de un amor asombroso que se inclina abiertamente hacia los que nadie tiene en cuenta, hacia los que todos descartan, una mirada bondadosa de Padre que interviene en la historia humana para fecundarla y transformarla con amor y mansedumbre desde las periferias de la existencia.
Paz y Bien
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