No hace falta permiso para hacer el bien






















Para el día de hoy (10/07/20):  

Evangelio según San Mateo 10, 16-23










La advertencia de Jesús de Nazareth a los suyos, a los que envía como mensajeros, no es de balde ni para meter miedo en sus huesos: se trata de una realidad dolorosa a la que los discípulos de todos los tiempos -seguidoras y seguidores del Maestro- habrán de enfrentarse.

Es que el carácter de los misioneros ha de ser siempre el de mansedumbre, talante humilde de ovejas. Pero han de estar atentas a los lobos con los que se han de encontrar.

Lobos del poder, esos mismos que toman cualquier acción generosa y desinteresada, de solidaridad encarnada como una amenaza que debe ser suprimida. Para estos lobos se rinde culto al dios Dinero, cuyo rito se establece en las finanzas, con un cielo inmanente llamado mercado. Todo lo que se oponga a ello deberá ser cercenado bajo apercibimiento de subversión.

Lobos ideológicos que sólo son capaces de interpretar la realidad a través de códigos preestablecidos, anteojos limitados y mezquinos, y por ello quienes pretendan otra lectura, otro mundo, otra utopía, son un enemigo a derrotar antes que un compañero de caminos.

Lobos éticos de toda laya, los que pretenden se les requiera autorización para hacer el bien a un hermano que pasa necesidad o sufre. La transgresión, para estos lobos, se castiga con el descrédito, la difamación y el insulto categorizado.

Lobos religiosos del templo los domingos, imperialistas de la piedad estratificada, lobos de un Dios lejano al que se manipula mediante el cumplimiento de los preceptos, el Dios que brinda castigos a los que se apartan de las normas, el Dios de los repudios y las excomuniones, que no es el Dios Abba de Jesús de Nazareth, Dios de los abrazos, Dios de la Salvación, Dios con nosotros, Dios por nosotros, Dios en nosotros.

Por ello, con todo y a pesar de todo, no hemos de inclinarnos ante las sombras del miedo y la muerte pues no vamos solos. Y aunque parezca que no hay argumento alguno que sea suficiente, tendremos las Palabras justas. Porque el Espíritu del Resucitado nos anima, porque nos reviste de coraje y confianza, porque a pesar de tanto dolor y de tantas amenazas, seguimos andando.
En nuestro horizonte destella la Salvación.

Paz y Bien

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