Para el día de hoy (14/07/20)
Evangelio según San Mateo 11, 20-24
La gratitud es fundamental, tan importante como el arrepentimiento, tan decisiva a la hora de la justicia. Conocer y reconocer el paso bondadoso y redentor de Dios en nuestras vidas, un paso a veces humilde, a veces silencioso, casi inadvertido pero siempre presente y constante.
Pero para ello es decisivo estar atentos, jamás abdicar de la capacidad de asombros ni de la posibilidad de hacernos niños, credencial de acceso al Reino.
El paso salvador de Dios en nuestras existencias acontece en el día a día, pues es un Padre y una Madre incansable en la búsqueda de nuestro bien. Quizás no encontremos demasiadas situaciones espectaculares al modo cinematográfico -aunque puede que las haya- pero el Espíritu de Dios sigue soplando para que la vida nunca de apague. Y María de Nazareth lo sabía muy bien, y por ello lo cantaba, y por ello es la más feliz.
En cambio, cuando la gratitud se nos extravía sobreviene la maldición. Pero no es una cuestión de castigos ni de justificada retribución, sino de aferrarse a las tinieblas, de renegar de la luz que se nos ofrece, de estancarse en el ceño fruncido que ignora la alegría de la Gracia. Porque todo -aún en los momentos más duros- todo, sin excepción, es bendición, es don, es misterio.
Así entonces, cuando hay gratitud latiendo hay signos concretos: los agradecidos, pase lo que les pase, suceda lo que les suceda, jamás perderán la sonrisa mansa de quien se sabe amado.
Paz y Bien
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