Ruega por nosotros, Reina del cielo, para que tu ternura gobierne nuestros corazones














Santa María, Reina

Para el día de hoy (22/08/18):  

Evangelio según San Lucas 1, 26-38 








A veces por afanes afectuosos, a veces por demasiada carga mundana en nuestra religiosidad, hemos sobrecargado las imágenes de la Madre de Dios con coronas, joyas y lujosos vestidos. Nada más alejado de la muchachita judía nazarena que se deja transformar por la Gracia, que con su Sí inaugura un nuevo tiempo, el tiempo de los humildes y los pequeños, que por descubrirse mínima, esclava del Señor, es la más feliz de entre todos los vivientes.

El Reino del Hijo no es de este mundo, y el reinado de la Madre tampoco, pues no refiere al orden natural sino al sobrenatural, ámbito de la Gracia.

Realeza gloriosa, realeza maternal, realeza mediadora, realeza de todas las esperanzas.

Realeza gloriosa como esclava del Señor, la que se descubre la más pequeña de todas y por ello mismo es la más grande por el amor de Dios que engrandece su alma, el Dios que enaltece a los humilde, que rechaza a los soberbios, que derriba a los poderosos de sus tronos.

Realeza maternal, Teothokos, Madre de Dios, Madre del Salvador y también madre de todos los creyentes desde la cruz y la compañía. Por compañera de dolores, por solidaridad de cruces y pesares, madre de todos los vivientes.

Realeza mediadora, la que busca que nunca se nos acabe el vino de la fiesta, la copa de la vida, Madre en plegaria perpetua de corazón inmenso, un corazón que contiene, cálido, a todos los hijos. Donde está la Madre, está y descubrimos al Hijo.

Realeza de todas las esperanzas. Las primacías del cielo hacia donde es elevada, fueron vividas en la cotidianeidad por María de Nazareth, y esa plenitud es signo de esperanza para toda la Iglesia, destino de salvación, de alegría definitiva para el pueblo de Dios.

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos, fieles, tenaces en el servicio, firmes en la esperanza, felizmente obstinados en el amor, genuinos en la justicia.
Ruega por nosotros, Reina del cielo, para que el Reino sea aquí y ahora, para que tu ternura gobierne nuestros corazones.

Paz y Bien

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