Amor y Gracia, la superación de todos los reglamentos













Para el día de hoy (17/08/18):  

Evangelio según San Mateo 19, 3-12








En la lectura que nos brinda la liturgia del día, es menester considerar ante todo que la intención de los fariseos es falaz; no buscan la verdad, sólo tratan de articular una trampa dialéctica que encierre al Maestro, de tal modo que sea cual fuere su respuesta, éste quede en una mala posición frente al pueblo y a las autoridades.
Porque en realidad no hay un cuestionamiento de esos hombres acerca de la legitimidad del divorcio, pues ya en esa época se consideraba válida la ruptura del vínculo marital en base a la ley de Moisés.
Sin embargo, podemos realizar algunas distinciones sencillas a partir de las afirmaciones de esos hombres.
Ante todo, destaca la postura favorable al varón por sobre la mujer, la prevalencia de derechos: se le pregunta al Maestro si les lícito al varón divorciarse por cualquier motivo, es decir, que no se consideraba en cualquier motivo el derecho de la mujer.
Por otra parte, se acentúa -en esa línea de razonamientos- la justificación por cualquier motivo, aún por el más insignifcante, y al respecto, diferentes escuelas rabínicas argumentaban proclives a alguno de varios criterios.

Desde allí, sea cual fuera la respuesta de Jesús de Nazareth podría acarrearle el rótulo de estricto moralista que castiga a las mujeres o, en su defecto, de laxo moral sin remedio.

Pero en realidad, el problema de fondo es otro, y es el del olvido del Creador que ordena y bendice desde el amor. La ley es posterior, y si bien es importante, tiene un carácter instrumental, que no definitivo y teleológico. La ley es medio y no fin en sí misma, y precisamente de ello hablaba el Maestro cuando afirmaba que el Sábado es para el hombre, y no a la inversa.

Es preciso abandonar ciertas posturas oscilantes. Del legalismo acérrimo al relativismo superabundante. Perimitir a Dios ser Dios, reinar en nuestras vidas, en nuestros corazones. Hemos sido creados para el amor, para crecer juntos, para que una vida nueva florezca cuando se conjugan dos existencias, y por ello el matrimonio es indisoluble, porque el amor de Dios no se pierde ni puede romperse.

Los reglamentos cuando pierden corazón, oprimen y nada tienen que ver con la Buena Noticia, moralina sin bondad que no es ética. El Evangelio nos convoca a descubrir las vocaciones como una asombrosa bendición para cada uno de nosotros.

Paz y Bien

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