San Juan María Vianney, presbítero
Para el día de hoy (04/08/18):
Evangelio según San Mateo 14, 1-12
Herodes -llamado Herodes Antipas- gobernó Galilea durante más de cuarenta años. Su poder era omnímodo, total sobre bienes y gentes. A nadie rendía cuentas.
En aquel entonces Palestina estaba sometida al poder imperial romano; por ello, el rey Herodes era un rey vasallo del César. Así, trataba de agradar en todo al Imperio, cobrando obscenos tributos y reprimiendo con violencia atroz cualquier asomo libertario o subversivo.
En realidad, sólo le preocupaba perpetuarse él mismo en el poder.
Este déspota oscilará entre el ejercicio puntillosamente cruel del poder y la toma de decisiones surgidas a partir de pasiones, miedos supersticiosos y una dependencia peligrosamente banal del qué dirán.
Desde hacía tiempo que Herodes quería matar a Juan el Bautista: no hay nada más peligroso para el poder que un hombre íntegro y desinteresado que no se calla, que denuncia la corrupción y que llama a caminar senderos rectos. Pero primaba su temor a que la supresión del Bautista originara un levantamiento popular, tal era la relevancia de la voz clara de Juan entre el pueblo.
Así en un banquete de cumpleaños, se decidirá la suerte del profeta. Una orgía de poder y corrupción, una mesa totalmente opuesta a las mesas de Jesús de Nazareth, una mesa de poder, de apariencias y de muerte.
Hay un cúmulo de pretextos: una danza eróticamente sugestiva, una promesa torpe, celos encendidos, el temor a quedar mal frente a los notables galileos invitados al banquete.
En realidad, lo que cuenta es antigua decisión de acallar la voz de Dios que vibra en cada palabra de Juan.
No nos es desconocida esta situación: los pretextos cambian, el poder no. Por ello se buscarán justificaciones a la hora de silenciar a mujeres y hombres íntegros que no se dejan atenazar por el miedo, que anuncian la Buena Noticia y denuncian todo lo que es ajeno a la vida. Para ello se argüirá subversión, ideología, peligro social, y varios crueles etcéteras. Hoy el poder, quizás, no es tan personalizado; se ha vuelto sombríamente ubicuo, justificador pleno de violencias y guerras, de hambre y desempleo en el culto infame al voraz dios mercado.
Quiera el Espíritu volver a encedernos a diario a tantos Juanes de entereza, de valor, de integridad, que abran caminos a una vida cada día más humana y plena.
Paz y Bien
En aquel entonces Palestina estaba sometida al poder imperial romano; por ello, el rey Herodes era un rey vasallo del César. Así, trataba de agradar en todo al Imperio, cobrando obscenos tributos y reprimiendo con violencia atroz cualquier asomo libertario o subversivo.
En realidad, sólo le preocupaba perpetuarse él mismo en el poder.
Este déspota oscilará entre el ejercicio puntillosamente cruel del poder y la toma de decisiones surgidas a partir de pasiones, miedos supersticiosos y una dependencia peligrosamente banal del qué dirán.
Desde hacía tiempo que Herodes quería matar a Juan el Bautista: no hay nada más peligroso para el poder que un hombre íntegro y desinteresado que no se calla, que denuncia la corrupción y que llama a caminar senderos rectos. Pero primaba su temor a que la supresión del Bautista originara un levantamiento popular, tal era la relevancia de la voz clara de Juan entre el pueblo.
Así en un banquete de cumpleaños, se decidirá la suerte del profeta. Una orgía de poder y corrupción, una mesa totalmente opuesta a las mesas de Jesús de Nazareth, una mesa de poder, de apariencias y de muerte.
Hay un cúmulo de pretextos: una danza eróticamente sugestiva, una promesa torpe, celos encendidos, el temor a quedar mal frente a los notables galileos invitados al banquete.
En realidad, lo que cuenta es antigua decisión de acallar la voz de Dios que vibra en cada palabra de Juan.
No nos es desconocida esta situación: los pretextos cambian, el poder no. Por ello se buscarán justificaciones a la hora de silenciar a mujeres y hombres íntegros que no se dejan atenazar por el miedo, que anuncian la Buena Noticia y denuncian todo lo que es ajeno a la vida. Para ello se argüirá subversión, ideología, peligro social, y varios crueles etcéteras. Hoy el poder, quizás, no es tan personalizado; se ha vuelto sombríamente ubicuo, justificador pleno de violencias y guerras, de hambre y desempleo en el culto infame al voraz dios mercado.
Quiera el Espíritu volver a encedernos a diario a tantos Juanes de entereza, de valor, de integridad, que abran caminos a una vida cada día más humana y plena.
Paz y Bien
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