Santa María, Madre de Dios
Para el día de hoy (01/01/19):
Evangelio según San Lucas 2, 16-21
Los pastores han tenido un protagonismo decisivo y privilegiado, testigos primeros del Nacimiento del Salvador. Es signo de la hermosa parcialidad de un Dios que se inclina hacia los humildes.
Nadie en su sano juicio hubiera invitado, en la rígida Judea, a esos tipos a su mesa. Además del sambenito social de suponerlos amigos de lo ajeno -quizás sólo se trate de un menosprecio clasista- estaban bajo perpetua sospecha por infringir a menudo las prescripciones religiosas de pureza y también el Shabbat por cuestiones propias de su oficio.
Pero la Palabra nos sitúa en Belén, ciudad de David. Y el rey David era un pastor como lo era también Abraham. Belén, cuyo nombre no es casual -Bet Lehem, casa del pan- es la encrucijada de la historia de Israel y de la humanidad para que se encuentren allí los hombres de fé, aquellos que escuchan la Palabra de Dios con atención y actúan en consecuencia.
Estos pastores han escuchado, han creído, se le abrieron los ojos en mirada profunda y encuentran en ese bebé muy pequeño que descansa en brazos de su Madre al Salvador, y por ello glorifican a Dios y no se callan esa novedad, movedizos mensajeros de la Buena Noticia.
La Madre del Señor conservaba, tras sus asombros, todas estas señales en las honduras de su alma purísima, que es donde todo se decide. Quizás no comprenda con los limitados alcances de la razón, pero sí llega su co-razón, y allí reconoce todas las cosas que vienen de Dios, su paso redentor y fructífero en su propia existencia y en la de todos, que renueva y nos hace plenos, serenamente felices, lejos de cualquier euforia pasajera.
Ella es Madre de Dios y Madre de todos los creyentes, aquellos que se atreven a decir Sí! desde la fé. No hay otra manera mejor de comenzar un año que se nos brinda que no sea bajo su amparo de ternura y tenacidad maternal.
Al bebé santo, luego de ocho días y siguiendo la historia y tradiciones de su pueblo, lo circuncidan y le imponen el nombre, Jesús.
Un nombre no es poca cosa: un nombre define personalidad, misión, destino de quien identifica. El Niño de Belén se llamará Jesús, es decir, Dios Salva.
Un pequeño detalle para los devotos seguidores de Herodes en nuestro tiempo: el nombre de Jesús le fué dado por el Ángel del Señor a José de Nazareth antes de su concepción. Cada Niño es santo, cada Niño es una bendición, cada Niño es una humilde señal de Salvación de un Dios que no baja los brazos, que no descansa, que empuja la vida siempre.
Que todo este año que nos comienza transcurra bajo el amparo maternal de la Madre de Dios.
Muchas felicidades
Bendiciones para todos
Paz y Bien
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