Para el día de hoy (28/01/19):
Evangelio según San Marcos 3, 22-30
Los escribas habían llegado desde Jerusalem como inquisidores, inspectores que verificarían la ortodoxia y credenciales del joven rabbí galileo que tenía esa creciente influencia sobre el pueblo, especialmente entre el pobrerío, las gentes más sencillas.
No hay en esos hombres ansias de encontrar verdad, sino un cariz puntual de censura. Su cometido es someterle al tamiz de su ojo crítico que, necesariamente, concluirá del peor modo posible, y por eso, hiciera lo que hiciera el Maestro sería condenado.
No es menor la clasificación que le endilgan: aducen que las acciones de Jesús de Nazareth son el producto del demonio, de servir al poder del Maligno. No importaba todo el bien que había prodigado, los enfermos sanados, el pan multiplicado, los muertos redivivos, los gestos de justicia y liberación, la Buena Noticia que se anuncia a los pobres, el perdón que restaura.
Quizás hoy también, con otras artes no tan sutiles, se menoscaban personas mediante la difamación, y los rótulos de moda sobreabundan.
Esos hombres, quizás sin advertirlo, hacían ostentación de un profundo problema, el drama de no querer ver lo evidente, el bien que florece en todos las acciones y palabras de Jesucristo. A pesar de sus afanes de poder, de sus obtusos criterios religiosos, de las infamias propaladas, lo terrible es que al rechazar la acción de Dios en Cristo ellos mismos se condenan, aseverando así que el perdón y la misericordia de Dios no pueden alcanzarles, pues rechazan lo que no se adecua al tamiz de su ideología.
Es menester por ello tener los ojos bien abiertos, la mirada atenta al paso redentor de Dios por nuestras vidas, y las súplicas de perdón y gratitud prestas y latiendo corazón adentro.
Paz y Bien
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