Un Cristo humilde y servidor, el redentor que habita entre nosotros
















Para el día de hoy (12/01/19):  

Evangelio según San Juan 3, 22-30






Mucho tenían en común Jesús de Nazareth y Juan -hijo de Zacarías e Isabel- llamado el Bautista.
Ambos convocaban a las gentes a la conversión, y el signo de esa transformación era un bautismo en el río, que ambos practicaban con asiduidad.
Inclusive, algunos de los originarios discípulos de Juan se convierten en seguidores de Jesús.

Por ello mismo, tarde o temprano iban a surgir celos y ansias de exclusividad, esos afanes de determinar predominios y legitimidades. Pero también contaba esa constante que llega hasta nuestros días, y es la de absolutizar lo que es medio o signo, en este caso el ritual de purificación, el bautismo en el río.

Pero Juan no se deja arrastrar a esa polémica estéril. Es un hombre del Espíritu, y es un hombre cabal.
Sabe que el nazareno hace lo que hace porque todo en Él viene de Dios. Sabe que nada de lo suyo es opuesto: por el contrario, Juan es el baqueano de almas que vá abriendo caminos para que pase el Maestro.

Y sabe que si el Cordero está presente, es que el Reino está aconteciendo y creciéndose en las honduras de los corazones. Ello es motivo de una alegría que nadie podrá quitarle, es el horizonte de su existencia al cual se dirige confiado y sin desvíos ni desmayos. Por eso mismo, él ansía disminuir, pues lo que verdaderamente cuenta es que las gentes pongan toda su atención en ese Cristo humilde y servidor que habita entre ellos y entre nosotros.

La integridad del Bautista es enorme, y ni las mazmorras de Herodes podrán hacerla sucumbir.
En las sombras de la prisión de ese opresor despiadado, hay un hombre libre que resplandece de alegría.
Sus carceleros y verdugos son los verdaderos prisioneros)

Paz y Bien

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