Solemnidad de Todos los Santos
Para el día de hoy (01/11/19):
Evangelio según San Mateo 4, 25-5, 12
Cierta mentalidad religiosa nos ha acotado la santidad a instancias post-mortem, como si únicamente estuviera determinada en el catálogo de los santos oficialmente reconocidos por la Iglesia. Hombres y mujeres que en su paso terrenal vivieron las virtudes cristianas en grado heroico, y ahora viven con Dios.
No está mal, es claro, pero a veces esa formación que hemos recibido reviste la cuestión con una pátina de acartonada y vana solemnidad, en imágenes de mujeres y hombres sufridos/sufrientes.
Pero el Dios de Jesús de Nazareth no es un ídolo gris al que se le someten con dolor malsano nuestras miserias, sino que es el Dios de la vida, la paz, la justicia, la felicidad, todos frutos del amor.
Celebramos entonces la Solemnidad de Todos los Santos que nos precedieron en el camino de la vida y que la Iglesia eleva al honor de los altares como señales luminosas de esperanza para todos nosotros, mujeres y hombres mínimos, tantas veces extraviados. Y celebramos también a todos aquellos que ahora, hoy mismo, florecen en mansedumbre, en paz, en humildad, ofrendando generosamente sus vidas como sal de la tierra, señales ciertas del Reino entre nosotros, esos mismos que nos dicen que vale la pena vivir la vida a pleno.
En una ilógica maravillosa, los santos -compañeros de camino- son ricos por despojarse de todo para sólo quedarse con lo que verdaderamente cuenta, vivir en Dios, vivir por Dios. Llevan consigo el aceite del consuelo, el vino de la esperanza, el abrazo de un hermano, su presencia silenciosa pero imprescindible, como esos árboles de ramas fragantes que brindan sombra, frutos, cobijo, sin quejas ni exigencias.
Obreros incansables de toda justicia. Hijos amados de Dios por edificar la paz. Corazones transparentes que se encuentran con su Dios que es su destino y su alegría a cada paso, en cada rostro, en cada encrucijada de la existencia.
Mujeres y hombres que saben que es Dios quien todo lo santifica y por ello, todo es posible, porque el Dios de Jesucristo es un Dios que nos quiere felices y libres, es decir, hijas e hijos en toda su plenitud filial.
Paz y Bien
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