Para el día de hoy (29/11/19):
Evangelio según San Lucas 21, 29-33
La higuera tenía una gran carga simbólica para la mentalidad y la cultura judías del siglo I. Crece tanto como arbusto en suelo rocoso o bien como árbol frondoso en terrenos más llanos, con una altura cercana a los 8 metros: la encontraban surgiendo silvestre o cultivada en muchas fincas, toda vez que sus frutos eran muy apreciados por su sabor dulce pero también por su utilización terapéutica, pues se utilizaban para morigerar los síntomas de varias patologías cutáneas.
Pero también traía a esas gentes profundas resonancias religiosas, la higuera como símbolo de prosperidad y de reflexión de la Palabra de Dios -recordamos aquí a Natanael sentado bajo la higuera, ante la vocación de Cristo-.
La higuera dá frutos en ramas viejas por el mes de junio. Lo llamativo es que ante la llegada del verano, no reverdece en hojas frondosas sino que florecen brevas nuevas, frutos deseados. Ello puede expresar, desde otra perspectiva, que la aparición de esos brotes preanuncia la llegada del verano.
Es menester abandonar miradas limitadas y, por lo tanto, mezquinas.
Los signos son inequívocos y están allí. Es necesario tener ojos de fé, la mirada de Cristo, la mirada de Dios, una mirada de trascendencia, esperanza, una mirada que se amplía por la Gracia.
Hoy, ahora mismo, hay frutos que están anunciando en silencio y humildad la llegada del verano, la presencia de un Dios Abbá presente y vivo en medio de su pueblo.
Frutos nuevos, frutos buenos de justicia, de compasión, de servicio, de solidaridad, todos frutos de un Reino que empuja la vida con tenacidad desde la pequeñez de un Niño que se abre paso desde los márgenes de la historia para nuestra salvación.
Paz y Bien
Pero también traía a esas gentes profundas resonancias religiosas, la higuera como símbolo de prosperidad y de reflexión de la Palabra de Dios -recordamos aquí a Natanael sentado bajo la higuera, ante la vocación de Cristo-.
La higuera dá frutos en ramas viejas por el mes de junio. Lo llamativo es que ante la llegada del verano, no reverdece en hojas frondosas sino que florecen brevas nuevas, frutos deseados. Ello puede expresar, desde otra perspectiva, que la aparición de esos brotes preanuncia la llegada del verano.
Es menester abandonar miradas limitadas y, por lo tanto, mezquinas.
Los signos son inequívocos y están allí. Es necesario tener ojos de fé, la mirada de Cristo, la mirada de Dios, una mirada de trascendencia, esperanza, una mirada que se amplía por la Gracia.
Hoy, ahora mismo, hay frutos que están anunciando en silencio y humildad la llegada del verano, la presencia de un Dios Abbá presente y vivo en medio de su pueblo.
Frutos nuevos, frutos buenos de justicia, de compasión, de servicio, de solidaridad, todos frutos de un Reino que empuja la vida con tenacidad desde la pequeñez de un Niño que se abre paso desde los márgenes de la historia para nuestra salvación.
Paz y Bien
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