Dejamos atrás la noche porque está cerca el alba del pesebre de todas nuestras esperanzas













San Andrés, apóstol

Para el día de hoy (30/11/19): 

Evangelio según San Mateo 4, 18-22







La lectura del día nos hace presente al Maestro caminando a orillas del mar de Galilea; esta ubicación es geográfica y teológica, es decir, espiritual.

El mar/lago de Galilea es la frontera marítima entre la nación judía y las tierras paganas: por esa cercanía, los galileos son mirados habitualmente con recelo y desconfianza. Quienes viven en esas orillas se mixturan en lo cotidiano, y para una religiosidad como la imperante en aquel entonces el contacto con lo extraño, con lo foráneo impurifica, excluye de la deseada y obligatoria pureza ritual.
Sin embargo, se trata de un nuevo tiempo que surge desde los bordes de la existencia, en esas periferias en donde nada bueno ni nuevo se espera. La pureza no estará dada por los orígenes raciales o nacionales ni por la observancia de los preceptos: es Dios quien purifica, quien transparenta, quien hace nuevas todas las cosas en los asombros inmensos de la Gracia.

Los convocados son pescadores de oficio y experiencia. En el entrevero constante de las aguas, todos los peces son parecidos, y no hay peces judíos de un lado y peces paganos del otro. La convocatoria entonces será la de pescar hombres, rescatar humanidad por entre el oleaje que pierde y tan a menudo confunde y asusta. Se ha de pescar por igual en ambas orillas, en todos los mares.

Andrés y Simón son hermanos. Su vínculo filial es biológico pero, más aún, es simbólico: este oficio nuevo de pescadores de hombres está signado desde sus propios orígenes con la rúbrica indeleble de la fraternidad. La pesca es tarea de hermanos, ámbito y esfuerzo comunitario en donde todo se comparte, en donde se crece en común, en donde se agradece ante todo la vida del otro, del hermano que es también compañero de caminos.

Ellos dejaron las redes y siguieron a Cristo. No hubo retrasos, ni convenientes esperas; la presencia del Maestro es tan decisiva que transforma el aquí y el ahora.
Ellos dejaron las redes, dejaron el pasado, dejaron todo lo que perece para quedarse con lo único que importa, compartir la vida eterna de Dios en la persona de Jesús de Nazareth. No hay adhesión doctrinaria, ni siquiera declamación de pertenencia, sino profesión vital de seguir sus pasos. Seguimos a una persona antes que a una idea.

Dejamos atrás las redes en tren de ruptura mansa, un cambio total para vivir como Jesús vivía, amar como Jesús amaba, servir como Jesús servía, en la sagrada misión de compasión y liberación.

Dejamos atrás la noche porque está cerca el alba del pesebre de todas nuestras esperanzas.

Paz y Bien

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