Nuestra Señora del Carmen
Para el día de hoy (16/07/18):
Evangelio según San Mateo 10, 34 - 11, 1
La declaración de Jesús de Nazareth que hoy nos presenta el Evamgelio para este día es extraña, duramente paradójica: Él, al que reconocemos como Siervo manso y sufriente y príncipe de paz -ajeno a toda violencia- nos habla de que ha venido a traer espada, división, inquietud.
A simple vista, habría una contradicción con el mensaje de las Bienaventuranzas, por su profundo elogio y reconocimiento de los mansos y los pacificadores, como también en el mandamiento de honrar al padre y a la madre.
Pero hay más, siempre hay más. Es imprescindible ir más allá de la pura letra, y adentrarse en el calmo mar sin orillas de la Buena Noticia.
La fé cristiana implica una radicalidad total, el abandono de medias tintas acomodaticias, las convenciones que suelen expresar corrección política pero infidelidad al Evangelio. Vivir la Buena Noticia hasta las últimas consecuencias, aún cuando ello acarree todo tipo de problemas, inconvenientes, incomprensiones -a menudo de los más cercanos, de la propia familia-.
La fé cristiana es señal del amor de Dios y por eso signo de contradicción, pues se encarna en el mundo pero no es parte de él, pero muy especialmente el compromiso que brota de esa fé en Jesucristo tiene que ver totalmente con la Gracia, con el amor, con lo incondicional.
La fé cristiana, vivida en plenitud, no nos deja tranquilos. La fé no es un sedante de las expectativas que a todos nos angustian por igual. La fé cristiana es confiar en la persona de Cristo, y seguir sus pasos.
La fé cristiana es una alegre y convencida deserción de todos los facilismos y de esas tendencias a igualar para abajo que suele tener la globalización, la disolución de la identidad en pos de los negocios y la sumisión.
La paz del discípulo surge del perdón de Dios y de un corazón que sólo se afirma en el amor de Dios.
Paz y Bien
A simple vista, habría una contradicción con el mensaje de las Bienaventuranzas, por su profundo elogio y reconocimiento de los mansos y los pacificadores, como también en el mandamiento de honrar al padre y a la madre.
Pero hay más, siempre hay más. Es imprescindible ir más allá de la pura letra, y adentrarse en el calmo mar sin orillas de la Buena Noticia.
La fé cristiana implica una radicalidad total, el abandono de medias tintas acomodaticias, las convenciones que suelen expresar corrección política pero infidelidad al Evangelio. Vivir la Buena Noticia hasta las últimas consecuencias, aún cuando ello acarree todo tipo de problemas, inconvenientes, incomprensiones -a menudo de los más cercanos, de la propia familia-.
La fé cristiana es señal del amor de Dios y por eso signo de contradicción, pues se encarna en el mundo pero no es parte de él, pero muy especialmente el compromiso que brota de esa fé en Jesucristo tiene que ver totalmente con la Gracia, con el amor, con lo incondicional.
La fé cristiana, vivida en plenitud, no nos deja tranquilos. La fé no es un sedante de las expectativas que a todos nos angustian por igual. La fé cristiana es confiar en la persona de Cristo, y seguir sus pasos.
La fé cristiana es una alegre y convencida deserción de todos los facilismos y de esas tendencias a igualar para abajo que suele tener la globalización, la disolución de la identidad en pos de los negocios y la sumisión.
La paz del discípulo surge del perdón de Dios y de un corazón que sólo se afirma en el amor de Dios.
Paz y Bien
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