En Cristo se encuentra el horizonte, la clave de todo destino, la plenitud














Para el día de hoy (20/07/18) 

Evangelio según San Mateo 12, 1-8








Muy a pesar de muchas de sus actitudes, Jesús de Nazareth no era un provocador nato, un buscapleitos sin motivo. Él se mantiene firme a algo más que principios, todo lo que Él hace es por obediencia, por fidelidad a ese Padre al que está intrínsecamente unido. De allí que sus enseñanzas provocaran tantos conflictos a aquellos que tenían sus mentes estratificadas por normas y códigos religiosos que, aunque antiguos, con el tiempo habían olvidado a quien daba sentido y plenitud a todo, Dios mismo.

El pueblo de Israel, a través de los siglos, no la había pasado demasiado bien. Rodeado de naciones hostiles y enfrascado en guerras casi habituales, la derrota contra los babilonios los sumió en una perspectiva espantosa: esclavitud y exilio de la Tierra Santa.
En la lejana Babilonia, lejos del hogar de sus mayores y de su propia historia, corrían otro peligro conexo, el que su identidad única se fuera disolviendo. Por ello sus sabios reflexionaron la necesidad de afirmarse en aquello que los hacía únicos, su propia fé, sus tradiciones.

No está nada mal aferrarse a las tradiciones: los problemas comienzan cuando ellas se convierten en horizonte único, cuando son sólo un retorno al pasado, cuando se absolutizan, pues el único absoluto es Dios. Así entonces tradiciones devienen en traiciones, pues en nombre de ese Dios se establecen imposiciones harto gravosas que cada vez más se alejaban del Dios de la Liberación al que Israel siempre se dirigía.

El epítome de esas tradiciones era el Shabbat o sábado: era el día del Señor, día del descanso y reposo de todas las tareas semanales, día del reencuentro orante con su Dios, día santo. Con el correr de los años, esa santidad se fué desdibujando por un cúmulo de imposiciones y normas impuestas que apartaban al pueblo de su centro principal, Dios mismo. Los momentos son santos en tanto y en cuanto Dios se vuelve fundante, y por eso mismo humanizante, profundamente humano. No es más importante la observancia del sábado que Dios, no es más importante la rigurosidad del cumplimiento de cualquier precepto si Dios no está por delante.

La recriminación que a Cristo le enrostran esos fariseos es de carácter moral y social, pues opinan que una observancia relajada de los preceptos implica una banalización de lo religioso que los identifica; sin embargo, volvemos al postulado inicial, Jesús no era un provocador nato.

Estamos ingresando a un tiempo nuevo, a la dinámica de la Gracia, a la eternidad del amor. El centro ya no es la norma a cumplir con rigor, sino que el centro es cristológico: Señor de la historia, el centro de toda la vida -humana y del universo- es ese Cristo que es hermano y Dios. 

La norma no es aferrarse al código escrito sino unirse a a una Persona, Cristo Redentor, Señor del Sábado, Señor de todos los sábados que solemos construir y edificar, pues en Él se encuentra el horizonte, la clave de todo destino, la plenitud y el descanso.

Paz y Bien

1 comentarios:

Walter Fernández dijo...
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