Para el día de hoy (07/07/12):
Evangelio según San Mateo 9, 14-17
(Las costumbres vitivinícolas de la Palestina del siglo I indicaban que el mosto -paso inicial de la uva en fermento- debía colocarse una cierta cantidad de tiempo en odres de hechura reciente, o también en pellejos nuevos, que no eran otra cosa que vasijas confeccionadas con piel de cabra.
En cualquiera de los dos casos, la fermentación de los mostos -ese vino nuevo, provoca una reacción quimica tal que se libera una gran cantidad de gases muy volátiles, los que ejercen una presión muy fuerte en el recipiente en donde se encuentran, el cual a su vez se halla cerrado al vacío para evitar se pervierta ese vino.
Por eso mismo, cuando los odres o los pellejos no eran de reciente elaboración, estallaban y se perdía todo el vino nuevo esperado.
El Maestro enseñaba la Buena Noticia de Abbá su Padre a partir de las cosas que sus oyentes vivían a diario. No teorizaba sobre abstracciones incomprensibles, sino más bien resignificaba la cottidianeidad a partir de una profundidad insospechada, y quizás en algún punto nos hemos olvidado estas cuestiones tan primordiales. No anunciamos el Evangelio desde las cosas que le suceden a las mujeres y los hombres de nuestro tiempo, y especialmente a través de un diálogo fecundo con todos los colores de cada cultura.
Porque vivir en plenitud la Gracia maravllosa, la mejor de todas las noticias, no es una simple adhesión a una doctrina religiosa. Implica una radicalidad decisiva, y por ello mismo una transformación total de estos odres que somos.
Se diluye y se pierde la bondad del vino santo cuando se le recibe en pellejos que se niegan a transformarse.
El vino nuevo es novedad perpetua, día a día, segundo a segundo. Nos vamos renovando y recreando a cada instante por la bondad de Aquél que nos ha soñado para la celebración con los hermanos, para un brindis de alegría que no se disipe, para que las obligaciones no surjan de una tabla predefinida de preceptos cumplibles a rajatabla sino desde corazones en donde la generosidad y el amor florezcan impetuosos e incontenibles)
Paz y Bien
En cualquiera de los dos casos, la fermentación de los mostos -ese vino nuevo, provoca una reacción quimica tal que se libera una gran cantidad de gases muy volátiles, los que ejercen una presión muy fuerte en el recipiente en donde se encuentran, el cual a su vez se halla cerrado al vacío para evitar se pervierta ese vino.
Por eso mismo, cuando los odres o los pellejos no eran de reciente elaboración, estallaban y se perdía todo el vino nuevo esperado.
El Maestro enseñaba la Buena Noticia de Abbá su Padre a partir de las cosas que sus oyentes vivían a diario. No teorizaba sobre abstracciones incomprensibles, sino más bien resignificaba la cottidianeidad a partir de una profundidad insospechada, y quizás en algún punto nos hemos olvidado estas cuestiones tan primordiales. No anunciamos el Evangelio desde las cosas que le suceden a las mujeres y los hombres de nuestro tiempo, y especialmente a través de un diálogo fecundo con todos los colores de cada cultura.
Porque vivir en plenitud la Gracia maravllosa, la mejor de todas las noticias, no es una simple adhesión a una doctrina religiosa. Implica una radicalidad decisiva, y por ello mismo una transformación total de estos odres que somos.
Se diluye y se pierde la bondad del vino santo cuando se le recibe en pellejos que se niegan a transformarse.
El vino nuevo es novedad perpetua, día a día, segundo a segundo. Nos vamos renovando y recreando a cada instante por la bondad de Aquél que nos ha soñado para la celebración con los hermanos, para un brindis de alegría que no se disipe, para que las obligaciones no surjan de una tabla predefinida de preceptos cumplibles a rajatabla sino desde corazones en donde la generosidad y el amor florezcan impetuosos e incontenibles)
Paz y Bien
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