Para el día de hoy (24/07/12):
Evangelio según San Mateo 12, 46-50
(Los parientes de Jesús se habían trasladado unos cuarenta kilómetros, desde Nazareth a Cafarnaúm, con el fin de poner en su lugar al pariente díscolo que tantas cosas extrañas hacía y otras tantas cosas raras decía.
Es menester ubicarse en el contexto histórico y social de la Palestina del siglo I: la familia nucleada alrededor del clan -tribu- era la garantía de la pervivencia comunitaria, especialmente en un Israel sometido desde hacía siglos al dominio extranjero. Desde el clan se protegía lo poco que se tenía y, especialmente, se ponía aresguardo la identidad y la religiosidad judías. La ruptura de las tradiciones tribales suponía un riesgo que debía subsanarse con rapidez, además de las angustias lógicas provocadas: el clan era un reducto conservador y seguro que no podía vulnerarse.
Precisamente y en principio, la imagen de que los hermanos y la madre de Jesús están allí es la presencia de su clan que lo reclama. Es la oveja negra de la familia, el pariente fuera de sí, el loco que no cumple en nada lo que se espera de Él y que, para colmo de males, se enfrenta sin vacilaciones a los que detentan la autoridad en las cosas de Dios.
Por todo eso, quieren verlo y buscan llevarlo de regreso a la seguridad nazarena. Les pertenece sólo a ellos y a nadie más.
Con todo, también la Palabra nos brinda un cauce simbólico porque hay más, siempre hay más: no hay una mención expresa a los nombres de la madre y los hermanos de Jesús, como sucede en otros pasajes evangélicos, quizás refiriendo a que su origen -la madre- y sus hermanos -Israel- han decidido quedarse fuera de donde la Buena Noticia viene aconteciendo.
Jesús de Nazareth amplía el horizonte más allá de los vínculos familiares, religiosos, raciales y culturales. Su familia es pueblo nuevo conformado por mujeres y hombres capaces de conocer y vivir en Dios, es decir, mujeres y hombres capaces de amar, de florecer en compasión y servicio, de crecer en misericordia y solidaridad sin condiciones.
Hay un llamado de atención para nuestras pequeñísimas existencias: Él no nos pertenece, ni es propiedad exclusiva de este nuevo Israel-familia que llamamos Iglesia.
Por el contrario, le pertenecemos si permanecemos fieles a la mejor de las noticias)
Paz y Bien
Es menester ubicarse en el contexto histórico y social de la Palestina del siglo I: la familia nucleada alrededor del clan -tribu- era la garantía de la pervivencia comunitaria, especialmente en un Israel sometido desde hacía siglos al dominio extranjero. Desde el clan se protegía lo poco que se tenía y, especialmente, se ponía aresguardo la identidad y la religiosidad judías. La ruptura de las tradiciones tribales suponía un riesgo que debía subsanarse con rapidez, además de las angustias lógicas provocadas: el clan era un reducto conservador y seguro que no podía vulnerarse.
Precisamente y en principio, la imagen de que los hermanos y la madre de Jesús están allí es la presencia de su clan que lo reclama. Es la oveja negra de la familia, el pariente fuera de sí, el loco que no cumple en nada lo que se espera de Él y que, para colmo de males, se enfrenta sin vacilaciones a los que detentan la autoridad en las cosas de Dios.
Por todo eso, quieren verlo y buscan llevarlo de regreso a la seguridad nazarena. Les pertenece sólo a ellos y a nadie más.
Con todo, también la Palabra nos brinda un cauce simbólico porque hay más, siempre hay más: no hay una mención expresa a los nombres de la madre y los hermanos de Jesús, como sucede en otros pasajes evangélicos, quizás refiriendo a que su origen -la madre- y sus hermanos -Israel- han decidido quedarse fuera de donde la Buena Noticia viene aconteciendo.
Jesús de Nazareth amplía el horizonte más allá de los vínculos familiares, religiosos, raciales y culturales. Su familia es pueblo nuevo conformado por mujeres y hombres capaces de conocer y vivir en Dios, es decir, mujeres y hombres capaces de amar, de florecer en compasión y servicio, de crecer en misericordia y solidaridad sin condiciones.
Hay un llamado de atención para nuestras pequeñísimas existencias: Él no nos pertenece, ni es propiedad exclusiva de este nuevo Israel-familia que llamamos Iglesia.
Por el contrario, le pertenecemos si permanecemos fieles a la mejor de las noticias)
Paz y Bien
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