Para el día de hoy (14/07/12):
Evangelio según San Mateo 10, 24-33
(Los temores suelen paralizarnos, desviarnos la mirada, quebrantar principios.
Los hay conocidos y evidentes, como por ejemplo el temor a la violencia producto de las persecuciones, el miedo a no ser fieles, el temor a la soledad, a la muerte, a la pérdida.
Sin embargo, hay otros temores igualmente gravosos y más sutiles, el temor a lo nuevo, al cambio, y el temor a andar por la vida con la sola seguridad de la confianza en Dios.
Es claro que solemos declamar que con Dios todo tenemos y nada nos falta, pero nuestra realidad es bien distinta.
A veces -demasiado seguido- Dios se nos hace un proveedor al que acudimos en nuestras urgencias o un calmante de nuestras ansiedades, y no un Padre que nos ama sin límites ni condiciones, cuidándonos siempre, soñándonos desde la eternidad felices y plenos.
Así entonces y desde ese amor asombroso que llamamos Providencia, no podemos quedarnos sometidos al temor, ni llamarnos a un murmullo demasiado prudente.
Hemos de subirnos a los tejados y gritar a voz en cuello acerca de este afecto entrañable, y denunciar sin ambages ni medias tintas a todo aquello que se opone a que un hermano sea plenamente humano, sujeto de su historia, heredero de toda felicidad.
Con todo y a pesar de todo, debemos permitirnos esta alegría)
Paz y Bien
Los hay conocidos y evidentes, como por ejemplo el temor a la violencia producto de las persecuciones, el miedo a no ser fieles, el temor a la soledad, a la muerte, a la pérdida.
Sin embargo, hay otros temores igualmente gravosos y más sutiles, el temor a lo nuevo, al cambio, y el temor a andar por la vida con la sola seguridad de la confianza en Dios.
Es claro que solemos declamar que con Dios todo tenemos y nada nos falta, pero nuestra realidad es bien distinta.
A veces -demasiado seguido- Dios se nos hace un proveedor al que acudimos en nuestras urgencias o un calmante de nuestras ansiedades, y no un Padre que nos ama sin límites ni condiciones, cuidándonos siempre, soñándonos desde la eternidad felices y plenos.
Así entonces y desde ese amor asombroso que llamamos Providencia, no podemos quedarnos sometidos al temor, ni llamarnos a un murmullo demasiado prudente.
Hemos de subirnos a los tejados y gritar a voz en cuello acerca de este afecto entrañable, y denunciar sin ambages ni medias tintas a todo aquello que se opone a que un hermano sea plenamente humano, sujeto de su historia, heredero de toda felicidad.
Con todo y a pesar de todo, debemos permitirnos esta alegría)
Paz y Bien
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