Para el día de hoy (29/07/12):
Evangelio según San Juan 6, 1-5
(La Palabra siempre nos brinda señales para que podamos orientar la mirada hacia el sol invicto de la vida plena, signos ciertos de que otro mundo y otra vida es posible, y que precisamente es el sueño amoroso de Dios para todas sus hijas e hijos, un sueño expresado en las enseñanzas, acciones, gestos -en la vida misma- de Jesús de Nazareth.
La Pascua estaba cercana, nos dice el Evangelista, y es que nuestra liberación y nuestra plenitud están muy cerca, vienen creciéndonos en las honduras de nuestros corazones con humildad asombrosa y con fuerza inusitada, imparable.
Hay una situación concreta de necesidad, miles de hombres, mujeres y niños hambrientos sin acceso al sustento básico. Ello no escapa a la mirada profunda del Maestro, nunca está lejano del su corazón misericordioso las necesidades de los otros.
La respuesta de los discípulos es lógica, institucional, razonable. La respuesta es mucho dinero o bien, despedir a la gente y que se arreglen como puedan, no asumiendo como propio el hambre del otro. Es más que razonable.
Pero es año de Gracia y Misericordia, tiempo de la ilógica magnífica del Reino. Un muchacho, ajeno al círculo primordial de los amigos de Jesús, arrima confiado su magro almuerzo: cinco panes de cebada y dos pequeños pescados, comida de campesinos, pan de los pobres de muy baja calidad. Y acontece el milagro, no tanto por los panes y peces multiplicados, sino por la solidaridad de ese muchacho que se atreve a no comer y compartir lo poco que tiene.
Es Dios reescribiendo junto al hombre la historia, es Dios transformando la pequeñez y fragilidad humanas en abundancia y plenitud.
Es tiempo de pan especial, tiempo de Dios y el hombre, tiempo de solidaridad y fraternidad en donde el respeto comienza por volcarse hacia el hermano necesitado, el culto verdadero que es el socorro y la misericordia, tiempo de hermanas y hermanos sentados a comer sentándose juntos, agradeciendo la vida que se prodiga y se comparte.
Claro está que existe la tentación de quedarse en la superficie, y aferrarse a la apariencia del milagro; por ello muchos allí mismo querían proclamarlo Rey.
Pero el Maestro vuelve a recordarnos que es servidor de todos, un esclavo, vida hecha pan para todos.
Hacernos pan para el hermano, ésa es la Eucaristía pendiente)
Paz y Bien
La Pascua estaba cercana, nos dice el Evangelista, y es que nuestra liberación y nuestra plenitud están muy cerca, vienen creciéndonos en las honduras de nuestros corazones con humildad asombrosa y con fuerza inusitada, imparable.
Hay una situación concreta de necesidad, miles de hombres, mujeres y niños hambrientos sin acceso al sustento básico. Ello no escapa a la mirada profunda del Maestro, nunca está lejano del su corazón misericordioso las necesidades de los otros.
La respuesta de los discípulos es lógica, institucional, razonable. La respuesta es mucho dinero o bien, despedir a la gente y que se arreglen como puedan, no asumiendo como propio el hambre del otro. Es más que razonable.
Pero es año de Gracia y Misericordia, tiempo de la ilógica magnífica del Reino. Un muchacho, ajeno al círculo primordial de los amigos de Jesús, arrima confiado su magro almuerzo: cinco panes de cebada y dos pequeños pescados, comida de campesinos, pan de los pobres de muy baja calidad. Y acontece el milagro, no tanto por los panes y peces multiplicados, sino por la solidaridad de ese muchacho que se atreve a no comer y compartir lo poco que tiene.
Es Dios reescribiendo junto al hombre la historia, es Dios transformando la pequeñez y fragilidad humanas en abundancia y plenitud.
Es tiempo de pan especial, tiempo de Dios y el hombre, tiempo de solidaridad y fraternidad en donde el respeto comienza por volcarse hacia el hermano necesitado, el culto verdadero que es el socorro y la misericordia, tiempo de hermanas y hermanos sentados a comer sentándose juntos, agradeciendo la vida que se prodiga y se comparte.
Claro está que existe la tentación de quedarse en la superficie, y aferrarse a la apariencia del milagro; por ello muchos allí mismo querían proclamarlo Rey.
Pero el Maestro vuelve a recordarnos que es servidor de todos, un esclavo, vida hecha pan para todos.
Hacernos pan para el hermano, ésa es la Eucaristía pendiente)
Paz y Bien
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