Para el día de hoy (30/07/12):
Evangelio según San Mateo 13, 31-35
(La Palabra tiene una profundidad y una luz infinitas, y en esa luz se nos abren muchas vertientes de agua fresca en las que a menudo, por aferrarnos a la literalidad o a la sóla interpretación de otros, nos las perdemos de vista.
Hay más, siempre hay más, es el tiempo de la Gracia y la Misericordia.
Hoy podemos descubrir también que el Reino es fruto de Dios y el hombre.
Hay sembradores que salen a sembrar sin vacilaciones, hay mujeres que añaden una pequeña porción de levadura a una enormidad de harina, ambos con acciones que suelen pasar inadvertidas de tan pequeñas y humildes, pero que rebosan confianza en lo que tienen entre sus manos.
Es que la fuerza imparable del Reino se expresa en pequeños gestos, con escasos recursos y sin espectacularidad, pero aún así han de transformar la faz de la tierra, comenzando por este mismo instante.
El fruto destino es totalmente desproporcionado con la causa inicial.
Y es precisamente esa asombrosa ilógica en donde se expresa el misterio insondable del amor de Dios que nos revela Jesús de Nazareth, porque se viene creciendo un árbol frondoso con ramas para tantos pequeños pájaros a la deriva, la casa inmensa de puertas abiertas para todos -sin excepción- que llamamos Iglesia, el pan santo de la vida que se parte, comparte, reparte, alcanza para todos y aún quedará para los que vayan llegando, y que se amasa por manos humildes y confiadas desde el silencio y en nuestra cotidianeidad)
Paz y Bien
Hay más, siempre hay más, es el tiempo de la Gracia y la Misericordia.
Hoy podemos descubrir también que el Reino es fruto de Dios y el hombre.
Hay sembradores que salen a sembrar sin vacilaciones, hay mujeres que añaden una pequeña porción de levadura a una enormidad de harina, ambos con acciones que suelen pasar inadvertidas de tan pequeñas y humildes, pero que rebosan confianza en lo que tienen entre sus manos.
Es que la fuerza imparable del Reino se expresa en pequeños gestos, con escasos recursos y sin espectacularidad, pero aún así han de transformar la faz de la tierra, comenzando por este mismo instante.
El fruto destino es totalmente desproporcionado con la causa inicial.
Y es precisamente esa asombrosa ilógica en donde se expresa el misterio insondable del amor de Dios que nos revela Jesús de Nazareth, porque se viene creciendo un árbol frondoso con ramas para tantos pequeños pájaros a la deriva, la casa inmensa de puertas abiertas para todos -sin excepción- que llamamos Iglesia, el pan santo de la vida que se parte, comparte, reparte, alcanza para todos y aún quedará para los que vayan llegando, y que se amasa por manos humildes y confiadas desde el silencio y en nuestra cotidianeidad)
Paz y Bien
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