San José Obrero
Para el día de hoy (01/05/18):
Evangelio según San Mateo 13, 54-58
Los paisanos del Maestro se asombraban de su manera de hablar, de su sabiduría, de los milagros que realizaba. Sin embargo, mordían su alma -y su fé- los prejuicios: no podían aceptar que las cosas que venían de Él, que creían conocer tan bien, vinieran de Dios. Conocían a sus parientes y a su madre. Para colmo de males, lo identifican como el hijo del carpintero, como si en ello se definiera un limitadísimo origen humano y vecinal de su persona.
En otras ocasiones, hombres más peligrosos utilizarían argumentos similares para insultarlo, para defenestrar su ministerio.
La figura de José de Nazareth pareciera ser la causa para justificar los desaires.
Pero es por el carpintero de Nazareth que el Cristo se enraiza profundamente en la historia humana como uno de nosotros, un vecino, un hermano, tan cercano como un Hijo que amamos por sobre todo.
Por José, el Redentor tendrá familia, raíces, una historia y un pueblo en sus antepasados, un nombre que lo identifica, Jesús -Dios Salva-, nombre que revela su misión y el corazón inmenso del Creador.
Por José, la vida transcurre apacible, humilde y sencilla en Nazareth desde la honestidad, el trabajo, un roble firme y silencioso que siempre está presente. En la ternura silenciosa del carpintero, el Niño Jesús fué aprendiendo que el Padre Dios era Abbá al igual que su papá nazareno.
San José Obrero nos redescubre el trabajo como camino de la dignidad que se conquista a diario y el sustento que se procura, el esfuerzo que se hace ofrenda para los demás, peón golondrina trabajando de cualquier cosa en el exilio egipcio para que nada le falte a María y al bebé.
San José Obrero es el respaldo bienhechor de todos aquellos que desertan fervientemente de toda corrupción, que se alegran con las pequeñas conquistas compartidas, que no necesitan hacer alarde de nada porque cumplen con su deber, que uno sabe que siempre está allí, cuando uno lo necesita.
San José Obrero nos convoca a descubrir lo divino en lo cotidiano, a dignificar la vida desde el trabajo, desde la honradez, desde la generosidad. Que no hay que darse tantos aires de importancia, y que es menester descubrir a Dios en el rostro del otro. Especialmente en aquellos que se desviven por los demás, carpinteros y artesanos de la existencia.
Y que es una injuria al Dios de la vida que tantos no tengan trabajo. Y que se razone y justifique cualquier miseria.
San José Obrero, San José de los trabajadores, ruega por nosotros.
Paz y Bien
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