Santos Felipe y Santiago, apóstoles
Para el día de hoy (03/05/18):
Evangelio según San Juan 14, 6-14
Hoy la Iglesia realiza memorial de los apóstoles Felipe y Santiago, y en consonancia, continuamos reflexionando con lecturas del Evangelio según San Juan; precisamente, en el día de hoy la lectura menciona al apóstol Felipe.
De Santiago el menor, hijo de Alfeo, llamado así para diferenciarlo del hijo de Zebedeo, sabemos que fué cabeza de la naciente Iglesia jerosolimitana, una Iglesia que perduraba en sus tradiciones judías, que seguía a Cristo desde la sinagoga, desde el culto de Israel. Santiago morirá mártir en los borrascosos años de la lucha zelote contra las legiones romanas, una lucha infructuosa que ocasionará la destrucción del Templo y la diáspora judía.
Pero la lectura nos convoca nuevamente a la consideración del apóstol Felipe; él realiza con toda franqueza una petición audaz, valiente, aún cuando suponga un error. En esa formulación se esconde el anhelo de trascendencia de la humanidad, tantas veces suprimido o escondido a la fuerza.
Implica también las ansias de no merodear más por los umbrales del misterio -siempre a las puertas de ciertos arcanos infranqueables, trabados por un universo de ideas que forman barreras durísimas-, encontrar sentido definitivo a la existencia, de dónde venimos, adonde vamos...y a Quién vamos.
El error de Felipe está en acotar las cosas divinas al plano de la razón, observar a Dios con estos ojos nuestros tan escasos y limitados. Pero el Padre de los errores nos nace luces, de las noches amaneceres, y así, desde ese supuesto equivocado de Felipe, Cristo nos revela el verdadero rostro de Dios en su palabra, en sus gestos, en sus acciones.
Camino para andar y llegar a destino, verdad para ser libres, vida que prevalece sobre todas las muertes.
A Dios no se lo vé, a Dios se lo contempla con el corazón desde la fé en Cristo, y es la intercesión bondadosa de ese Cristo la que abre todas las puertas. Desde la fé en el Resucitado se destierran todos los no se puede, pues se ha inaugurado el tiempo santo de Dios y el hombre, kairós santo de todos los imposibles entre nosotros, aquí y ahora.
Paz y Bien
De Santiago el menor, hijo de Alfeo, llamado así para diferenciarlo del hijo de Zebedeo, sabemos que fué cabeza de la naciente Iglesia jerosolimitana, una Iglesia que perduraba en sus tradiciones judías, que seguía a Cristo desde la sinagoga, desde el culto de Israel. Santiago morirá mártir en los borrascosos años de la lucha zelote contra las legiones romanas, una lucha infructuosa que ocasionará la destrucción del Templo y la diáspora judía.
Pero la lectura nos convoca nuevamente a la consideración del apóstol Felipe; él realiza con toda franqueza una petición audaz, valiente, aún cuando suponga un error. En esa formulación se esconde el anhelo de trascendencia de la humanidad, tantas veces suprimido o escondido a la fuerza.
Implica también las ansias de no merodear más por los umbrales del misterio -siempre a las puertas de ciertos arcanos infranqueables, trabados por un universo de ideas que forman barreras durísimas-, encontrar sentido definitivo a la existencia, de dónde venimos, adonde vamos...y a Quién vamos.
El error de Felipe está en acotar las cosas divinas al plano de la razón, observar a Dios con estos ojos nuestros tan escasos y limitados. Pero el Padre de los errores nos nace luces, de las noches amaneceres, y así, desde ese supuesto equivocado de Felipe, Cristo nos revela el verdadero rostro de Dios en su palabra, en sus gestos, en sus acciones.
Camino para andar y llegar a destino, verdad para ser libres, vida que prevalece sobre todas las muertes.
A Dios no se lo vé, a Dios se lo contempla con el corazón desde la fé en Cristo, y es la intercesión bondadosa de ese Cristo la que abre todas las puertas. Desde la fé en el Resucitado se destierran todos los no se puede, pues se ha inaugurado el tiempo santo de Dios y el hombre, kairós santo de todos los imposibles entre nosotros, aquí y ahora.
Paz y Bien
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