Para el día de hoy (29/05/18):
Evangelio según San Marcos 10, 28-31
Santa Teresa de Calcuta hablaba con meridiana verdad cuando afirmaba: ni siquiera Dios puede poner algo en algún corazón que ya está lleno. Es que las cosas, los bienes, suponen un insalvable obstáculo para la relación con Dios -es decir, para la plenitud- si éstas pierden su carácter instrumental y ocupan el centro de la escena, de la existencia.
En estos tiempos, el materialismo se ha vuelto sutilmente tramposo, desvía la atención quizás hacia el céntuplo prometido y nó hacia el amor de Aquél que lo sustenta, que a todo brinda destino y sentido. Así el materialismo razona actitudes y justifica miserias con la calma falsa del que se compromete cuando le conviene, con los espacios críticos cedidos a los poderosos.
Pedro se enrieda en su afirmación: le afirma al Maestro que éste conoce lo que los apóstoles han dejado atrás, mujer, familia hijos, toda una vida en el seguimiento de Cristo. Sin embargo esa afirmación no es gratuita. Tiene que ver con una religiosidad trocal, de intercambios piadosos que infiere que hay cosas que se le dan a Dios a cambio de procurar su bendición, y se ubica en la misma lógica que aquella ocasión en que la madre de los hijos de Zebedeo suplica para Juan y Santiago lugares de privilegio en un eventual corona mesiánica del Señor. De ese modo, el sacrificio de Pedro y los otros espera a cambio una retribución exponencial, y el error es grave pues es renegar abiertamente de la Gracia, del amor incondicional de Dios.
Aún así, el Maestro no reprende. Desde los errores de los hombres Dios también edifica salvación y abre espacios de bondad, con la asombrosa fecundidad del amor, la misma que sacia a la multitud hambrienta y llena doce canastas, la que reanima la fiesta de bodas que se apaga y llena seis tinajas del mejor vino.
Los discípulos han dejado todo, y en esa renuncia por seguir a Jesús se han vuelto ligeros de corazón, tienen amplios espacios vacíos en su alma que serán colmados por Aquél que en todo florece vida y alegría.
Dejarlo todo será la humilde ofrenda de los que aman y confían, los que persisten tenazmente en la esperanza, los que saben que todo es posible para ese Dios que se pone abiertamente del lado de los pequeños, los pobres, los que no cuentan. Dejarlo todo para que Dios sea todo en todos.
Dios bendiga especialmente a nuestras hermanas y hermanos que se hacen ofrenda en su vida consagrada, anticipando en sus existencias el Reino aquí y ahora.
Paz y Bien
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