La Iglesia es el Discípulo Amado














Para el día de hoy (19/05/18) 

Evangelio según San Juan 21, 19-25





Sobre la identidad del autor del cuarto Evangelio -tradicionalmente atribuido a San Juan- se han escrito innumerables obras por parte de importantes estudiosos y exégetas, estudios que al día de hoy continúan, muchos de ellos con singular piedad y sabiduría.

Desde estas limitadas y magras líneas, nos atreveremos a señalar un aspecto: quien ha dejado por escrito el testimonio de la Buena Noticia de Jesús siempre estuvo muy cercano y vinculado en la profundidad de los afectos al Maestro. Esa imagen del Discípulo Amado inclinado sobre el pecho del Señor en la Última Cena es símbolo y señal certeros de las maravillas de las que somos capaces de lograr si permanecemos unidos a su corazón sagrado.
Porque la fé cristiana, antes que la adhesión a una doctrina, es el vínculo inquebrantable que nos re-liga a Alguien, el Crucificado que es el Resucitado.

El Discípulo Amado es Juan, es también Pedro, tu y yo, la comunidad cristiana, la Iglesia, pues las primacías de amor entrañable son siempre de Dios. Es Dios quien se acerca, es Dios quien dá el primer paso, es Dios quien se desvive por todos, por toda la humanidad.

Los últimos versículos son de una gran belleza literaria, y a la vez son importantísimos, pues nos recuerdan a perpetuidad que los Evangelios no son una crónica ni una narración sino más bien relatos teológicos -espirituales-, don y misterio suficiente para la Salvación.

Y que el misterio de Cristo es enorme, inagotable; no hay modo de escribir y describir todo lo que hizo Jesús de Nazareth durante su ministerio y todo lo que ha hecho y sigue haciendo a través de los siglos, la luz de su Espíritu alumbrando y vivificando a cada mujer y cada hombre.

Paz y Bien

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