Para el día de hoy (30/05/18):
Evangelio según San Marcos 10, 32-45
La lectura que nos presenta la liturgia del día tiene como marco y color principal el anuncio de la Pasión que realiza el Maestro frente a los discípulos: se trata de su vocación mesiánica y su fidelidad, que sólo puede comprenderse desde esa cruz asumida en libertad.
Como un contraste doloroso e inmediatamente luego del anuncio de la Pasión, Juan y Santiago -Jacobo- los hijos de Zebedeo, se acercan al Maestro con una petición que tiene mucho de exigencia personal cargada de ambición. En aquél tiempo, la diestra del rey era, símbólicamente, el sitio de mayor honor tras el monarca, y la izquierda el inmediato siguiente; obviamente, no es solamente una cuestión ornamental sino de poder que pueda ejercerse, puestos y autoridad.
En realidad, entre el anuncio de la Pasión y la exigencia de los dos hermanos hay un abismo. No han comprendido nada acerca de Cristo y su Reino, siguen aferrados a los esquemas de poder mundano, de dominio, de autoridad contundente.
En cierto sentido, el pedido/reclamo de Juan y Santiago tiene mucho de oración que reniega de Jerusalem, del amor mayor expresado en la cruz que es don y misión.
Nuestra oración a menudo se embarra en esos lodazales; pedimos mucho -no está nada mal, es claro- pero olvidamos glorificar y agradecer. Pedimos para que prevalezcan los yoísmos que nos constituyen, es decir, primero yo, luego yo y por último yo; allí no hay lugar para el Dios de amor y Gracia de Jesús de Nazareth ni tampoco se abre el horizonte para el hermano.
Probablemente ello pueda también ejemplificarse con esas espiritualidades que articulan la prosperidad como dones de Dios, la teología de los primeros lugares, la religiosidad del trueque de piedad a cambio de bendición. Aunque la postura es tentadora, nada tiene que ver con la Buena Noticia, con el Reino, con la generosidad, con el amor incondicional, con el Dios que nos ama sin descanso ni excepciones.
En el epítome del pedido de los hijos de Zebedeo se encuentra la opresión: todo poder que no se sustente en el servicio, invariablemente conducirá al dominio y explotación del prójimo, ámbitos excelentes para que florezca y medre la corrupción.
No sea así entre ustedes les enseñaba el Señor, y es el mensaje que hoy nos resuena en las honduras de los corazones, para que nos despertemos al compromiso y la profecía del servicio, imantación y seguimiento de Aquél que ha salido en nuestra búsqueda y que ofrenda su vida por nuestra salvación.
Paz y Bien
Como un contraste doloroso e inmediatamente luego del anuncio de la Pasión, Juan y Santiago -Jacobo- los hijos de Zebedeo, se acercan al Maestro con una petición que tiene mucho de exigencia personal cargada de ambición. En aquél tiempo, la diestra del rey era, símbólicamente, el sitio de mayor honor tras el monarca, y la izquierda el inmediato siguiente; obviamente, no es solamente una cuestión ornamental sino de poder que pueda ejercerse, puestos y autoridad.
En realidad, entre el anuncio de la Pasión y la exigencia de los dos hermanos hay un abismo. No han comprendido nada acerca de Cristo y su Reino, siguen aferrados a los esquemas de poder mundano, de dominio, de autoridad contundente.
En cierto sentido, el pedido/reclamo de Juan y Santiago tiene mucho de oración que reniega de Jerusalem, del amor mayor expresado en la cruz que es don y misión.
Nuestra oración a menudo se embarra en esos lodazales; pedimos mucho -no está nada mal, es claro- pero olvidamos glorificar y agradecer. Pedimos para que prevalezcan los yoísmos que nos constituyen, es decir, primero yo, luego yo y por último yo; allí no hay lugar para el Dios de amor y Gracia de Jesús de Nazareth ni tampoco se abre el horizonte para el hermano.
Probablemente ello pueda también ejemplificarse con esas espiritualidades que articulan la prosperidad como dones de Dios, la teología de los primeros lugares, la religiosidad del trueque de piedad a cambio de bendición. Aunque la postura es tentadora, nada tiene que ver con la Buena Noticia, con el Reino, con la generosidad, con el amor incondicional, con el Dios que nos ama sin descanso ni excepciones.
En el epítome del pedido de los hijos de Zebedeo se encuentra la opresión: todo poder que no se sustente en el servicio, invariablemente conducirá al dominio y explotación del prójimo, ámbitos excelentes para que florezca y medre la corrupción.
No sea así entre ustedes les enseñaba el Señor, y es el mensaje que hoy nos resuena en las honduras de los corazones, para que nos despertemos al compromiso y la profecía del servicio, imantación y seguimiento de Aquél que ha salido en nuestra búsqueda y que ofrenda su vida por nuestra salvación.
Paz y Bien
0 comentarios:
Publicar un comentario