Para el día de hoy (26/06/19):
Evangelio según San Mateo 7, 15-20
Desde sus mismos inicios, la comunidad cristiana hubo de tomar precauciones por la proliferación de falsos profetas, hombres que aparentaban halos de santidad y religiosidad pero cuya intención oculta no era orientar a las gentes hacia el sendero de la verdad -la puerta estrecha- sino más bien nutrir el ansia de sus intereses aviesos, asaltantes de la inocencia, detractores voraces de los pobres y los pequeños.
La crítica de Jesús no es de carácter doctrinal, es decir, no habla de falsos profetas de la heterodoxia: el Maestro se refiere al ethos, es decir, al obrar de cada persona y a las consecuencias de esas acciones.
Quizás por su importancia y su impacto demoledor, en estos tiempos que nos toca vivir, a los lobos revestidos de pieles de oveja los identifiquemos necesariamente con aquellos que desde su posición religiosa han abusado de niños, y a través de décadas. Bien sabemos lo que pensaba Jesús acerca de aquellos que vulneraban la inocencia. No es errado así identificar a estos espantosos lobos que entre nosotros proliferan.
Pero no son los únicos, es claro.
Están los lobos del poder y el dominio, de la figuración y el sometimiento, lobos cuyos frutos son pasajeros y fútiles, que propugnan una fé light de puerta ancha, o también una religiosidad en donde no tenga espacio la sonrisa ni la solidaridad, la religiosidad acotada al templo y ajena al acontecer diario, la fé de unos pocos y tantos otros excluídos, creyentes de la mesa chica y el pan para algunos elegidos, frutos del mirar hacia otro lado, del no comprometerse, del no te metas, de la tibieza, el gris opaco de corazones manipulables por el miedo.
Pero los frutos del Reino, frutos de profetas veraces -mujeres y hombres que caminan con nosotros- son la paz y la justicia, la compasión y la solidaridad, la alegría y la paciencia, la liberación y la familia que siempre crece.
Paz y Bien
La crítica de Jesús no es de carácter doctrinal, es decir, no habla de falsos profetas de la heterodoxia: el Maestro se refiere al ethos, es decir, al obrar de cada persona y a las consecuencias de esas acciones.
Quizás por su importancia y su impacto demoledor, en estos tiempos que nos toca vivir, a los lobos revestidos de pieles de oveja los identifiquemos necesariamente con aquellos que desde su posición religiosa han abusado de niños, y a través de décadas. Bien sabemos lo que pensaba Jesús acerca de aquellos que vulneraban la inocencia. No es errado así identificar a estos espantosos lobos que entre nosotros proliferan.
Pero no son los únicos, es claro.
Están los lobos del poder y el dominio, de la figuración y el sometimiento, lobos cuyos frutos son pasajeros y fútiles, que propugnan una fé light de puerta ancha, o también una religiosidad en donde no tenga espacio la sonrisa ni la solidaridad, la religiosidad acotada al templo y ajena al acontecer diario, la fé de unos pocos y tantos otros excluídos, creyentes de la mesa chica y el pan para algunos elegidos, frutos del mirar hacia otro lado, del no comprometerse, del no te metas, de la tibieza, el gris opaco de corazones manipulables por el miedo.
Pero los frutos del Reino, frutos de profetas veraces -mujeres y hombres que caminan con nosotros- son la paz y la justicia, la compasión y la solidaridad, la alegría y la paciencia, la liberación y la familia que siempre crece.
Paz y Bien
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