Para el día de hoy (18/06/19):
Evangelio según San Mateo 5, 43-48
Con presupuestos humanamente muy razonables, estamos atrapados en una lógica que, necesariamente, deja un tendal de muertos y heridos, y que no vá más allá de nosotros mismos, carece de trascendencia, se agota en su misma raíz.
Pero con Jesús de Nazareth no hay lugar para el no se puede. Él toma las tradiciones de su pueblo -tan comunes a todos los pueblos- y las resignifica.
En la ley de Moises y la cultura de Israel, estaba explícito el mandato de amar al prójimo, es decir, amar al par, al judío, al otro hijo de Israel. El forastero que es el extranjero que ha sido asimilado por Israel también debe ser amado y respetado; ahora bien, nada dice acerca del extranjero.
La extranjería -total ajenidad- no tiene ningún condicionamiento moral ni obligación ética, por lo que es perfectamente odiable, y obviamente eliminable sin cargo de conciencia a la hora de la guerra. El lejano -que puede estar a sólo unos metros- está separado por una brecha infranqueable.
Aún así, el Dios de Jesús de Nazareth es el Dios del prójimo, del forastero y del extranjero, que no realiza estas disquisiciones que son tan nuestras sino que sólo mira y vé hijas e hijos.
Esos proyectos tan actuales en donde es posible y justificable el odio en todas sus expresiones y formas refinadas, nada tiene que ver con el Reino.
De tal palo tal astilla sentencia verazmente el saber popular, y si nos reconocemos hijas e hijos de ese Dios Abbá, no podemos ser distintos ni menos que Él.
No hay lugar para abstracciones ni para conformismos banales en los templos y predicaciones. Más que una utopía, tiene su encarnación concreta en este mundo tan violento y cruel, porque es el único modo de sanar corazones y acercar a las gentes.
Shalom no es sólo un deseo de paz: es la bendición efectiva y eficaz de ese Dios que es liberación para todos los corazones heridos, para que florezca la vida, para que retroceda la muerte.
Paz y Bien
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