Los frutos asombrosos de la Gracia
















Para el día de hoy (22/05/19):  

Evangelio según San Juan 15, 1-8






En cualquier árbol, pero más especialmente en una vid, es menester quitar las ramas que se han secado, madera seca que sólo sirve para las brasas. En la madera seca se evidencia lo que se ha muerto, y esa esterilidad arrastra a las ramas sanas, roba espacio y quema energías de savia buena, cuyo fin es vivificar toda la vid.

En cambio, la madera verde es bien distinta. En ella se evidencia que por sus profundidades la vida corre como un río caudaloso, madera que palpita, madera que cumple felizmente su destino de ofrecer las mejores uvas, los mejores racimos.
El misterioso destino de vino, vino de la vida celebrada, vino sanguíneo y santo, deja de ser una promesa difusa y uno puede imaginarse a los comensales en el ágape universal de los hermanos.

La madera verde denota otra cuestión primordial, y es su firme unión como sarmiento a la vid que le confiere su presente frutal, la presencia de una savia que no se detiene, que le hace florecer brotes nuevos y buenos en todo tiempo.

El viñador a menudo ha de podar las ramas de madera verde para que se incrementen sus frutos, que ya son numerosos. No es cuestión aritmética, sino más bien de que cada sarmiento pueda brindar todos los frutos que su capacidad primera augura en promesa, aunque la poda a veces sea molesta, dolorosa. Quitar lo que ha muerto, lo que impide crecimientos, es tarea propia de un viñador que no se aferra a productivismos, sino que ama profundamente a esa viña que constantemente vivifica.

Porque el viñador es también savia santa que corre por la madera verde.

La promesa del Señor es asombrosa. Dios con nosotros y Dios en nosotros, templos vivos del Dios de la Vida.

Paz y Bien

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