La fraternidad, espejo y don del amor infinito de Dios

















San Matías, apóstol

Para el día de hoy (14/05/19):  

Evangelio según San Juan 15, 9-17 








Lejos de cualquier escuela o grupo formal, con arcanos, idiomas y rituales peculiares, los discípulos de Cristo -la Iglesia- se saben asombrosamente bendecidos en la invitación a seguir los pasos del Maestro, porque esa invitación es, ante todo, vivir su vida, amar como Él amaba, servir como Él servía a los demás, ser fiel hasta las últimas consecuencias. 
Porque el discipulado -la vida compartida con Cristo y los hermanos- es fruto del amor infinito entre el Padre y el Hijo que se trasmite a todas las hijas e hijos de manera incondicional. El amor de Dios es ágape, vida que se expresa dándose, viviendo por y para los demás, sin excluir jamás el sacrificio si con ello se sorteara cualquier intento de menoscabar o socavar servicio y ofrenda de la existencia.

Discipulado es vida de Dios comunicada a pura bondad.

La gran diferencia, el gran éxodo radica ahora en que los discípulos lo saben, y lo saben porque conocen: Cristo ha revelado todo, nada se ha guardado para sí, fiel al extremo como ese Dios que es donación absoluta, eternidad que se hace historia en un niño en brazos de su Madre.

Y porque los discípulos conocen, a su vez se re-conocen en la mirada del Maestro. La desproporción entre la pequeñez humana y la eternidad de Dios es abismal. Dios es el totalmente Otro.
Pero un puente se ha tendido, Cristo sacerdote definitivo que nos dice que a pesar de todo, de tan mínima nuestra estatura, somos valiosísimos en el corazón sagrado de Dios. Todos lo somos, y es ese amor entrañable lo que confiere sentido y trascendencia a la existencia.

Más aún, ese reconocimiento enteramente personal está revestido de una cualidad primordial, y es la libertad.
Discipulado implica mujeres y hombres libres de toda cautividad, amigos antes que empleados, servidores antes que mercenarios de ocasión. Nuevos vínculos se forjan al calor de la Buena Noticia.

El discipulado también es fecundo. No es solamente un ejemplo fundante de un momento remoto, sino que se actualiza constantemente en el amor de Dios que es presente puro, y en la reciprocidad que nos atrevemos a ejercer y que dá frutos entre los hermanos, porque Dios nos ha amado primero.

Paz y Bien

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