Para el día de hoy (09/05/19):
Evangelio según San Juan 6, 44-51
Nada podríamos decir acerca de Dios. Apenas unos balbuceos incomprensibles y lejanos, tan inmenso es Él.
Aún desde una perspectiva ajena a la fé -por ejemplo, fenomenológica- la idea de divinidad es contraria a cualquier tipo de descripción, de definición en tanto que de-finir es marcar o establecer los límites abarcativos de la razón.
Dios es el Totalmente Otro respecto de nuestra finitud y nuestra pequeñez. Mudos totales somos a la hora de hablar de Él, y quizás el misterio no sea un arcano de trasfondo oscuro, sino un mar infinito sin orillas que no puede dibujarse, pero cuyos sonidos y frescores son perceptibles si se pone atención.
Mudos somos, y por ese mutismo Dios se hace Palabra, Verbo que se comunica por entero, Logos encarnado.
Cristo es ese Verbo que se despoja de su divinidad y se llega a estos rincones oscuros que ocupamos, a través de todas las barreras en apariencia insalvables, a través de los férreos velos de los tiempos, a través de las oscilaciones de la historia. Todo cambia y se disuelve, pero ese Dios que llega y se queda -amor perpetuo- permanece para siempre.
Se ha hecho uno más entre nosotros. Niño pobre de aldea perdida. Rey caminante sin posesiones ni palacios. Médico de todas nuestras dolencias. Compañero de todos nuestros caminos. Go'El de todas nuestras prisiones. Pan en nuestra mesa, la ofrenda mayor.
Dios se ofrece como alimento irradial que convoca a toda la humanidad, no a un número selecto de creyentes.
En el memorial de los hermanos y discípulos del Verbo de Dios, se hace real su Presencia en panes ázimos de blancura única, de sinceridad, de transparencia, de verdad, Dios con nosotros sin condiciones.
Pan ázimo de la Gracia, pan ázimo para celebrar nuestra liberación de la muerte. Pan ázimo de la Pascua definitiva.
Pan ázimo, pan sin levadura, porque está en nosotros agregar la levadura santa de la caridad que todo lo transforma, esencia misma de Dios.
Paz y Bien
Aún desde una perspectiva ajena a la fé -por ejemplo, fenomenológica- la idea de divinidad es contraria a cualquier tipo de descripción, de definición en tanto que de-finir es marcar o establecer los límites abarcativos de la razón.
Dios es el Totalmente Otro respecto de nuestra finitud y nuestra pequeñez. Mudos totales somos a la hora de hablar de Él, y quizás el misterio no sea un arcano de trasfondo oscuro, sino un mar infinito sin orillas que no puede dibujarse, pero cuyos sonidos y frescores son perceptibles si se pone atención.
Mudos somos, y por ese mutismo Dios se hace Palabra, Verbo que se comunica por entero, Logos encarnado.
Cristo es ese Verbo que se despoja de su divinidad y se llega a estos rincones oscuros que ocupamos, a través de todas las barreras en apariencia insalvables, a través de los férreos velos de los tiempos, a través de las oscilaciones de la historia. Todo cambia y se disuelve, pero ese Dios que llega y se queda -amor perpetuo- permanece para siempre.
Se ha hecho uno más entre nosotros. Niño pobre de aldea perdida. Rey caminante sin posesiones ni palacios. Médico de todas nuestras dolencias. Compañero de todos nuestros caminos. Go'El de todas nuestras prisiones. Pan en nuestra mesa, la ofrenda mayor.
Dios se ofrece como alimento irradial que convoca a toda la humanidad, no a un número selecto de creyentes.
En el memorial de los hermanos y discípulos del Verbo de Dios, se hace real su Presencia en panes ázimos de blancura única, de sinceridad, de transparencia, de verdad, Dios con nosotros sin condiciones.
Pan ázimo de la Gracia, pan ázimo para celebrar nuestra liberación de la muerte. Pan ázimo de la Pascua definitiva.
Pan ázimo, pan sin levadura, porque está en nosotros agregar la levadura santa de la caridad que todo lo transforma, esencia misma de Dios.
Paz y Bien
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