Hacerse ofrenda para que otros vivan
















Quinto Domingo de Pascua

Para el día de hoy (19/05/19):  

Evangelio según San Juan 13, 31-33a. 34-35 









Como si de un hito se tratara, de una frontera divisoria que separa territorios, así sucede en la lectura de hoy con la salida de Judas Iscariote del ámbito de la Última Cena. 
Una mirada superficial indicaría que todo se desata desde una traición y el terrible escenario de una derrota total, porque traiciona siempre el que tiene cercanía cordial, el hermano, el amigo, el propio y nó el extraño, el foráneo, el que no es nuestro. Por ello las traiciones suelen ser tan demoledoras, porque la confianza raigal se pisotea en pos de otros intereses y sin importar ni medir las consecuencias.

Extraño tiempo el inaugurado por este Cristo, que aún traicionado persiste -tenaz y locamente- en hablar de amor. Porque la salida de Judas dá inicio a la Pasión, y es precisamente en la cruz donde el grano de trigo caerá para dar fruto.
Ese fruto asombroso es el producto de la muerte del grano de trigo, la vida que se ofrece sin límites ni condiciones porque se ama la vida, y más aún, se ama a Aquél que dá la vida y por quien la vida tiene sentido.

Amor sin adjetivos, a -mort, mucho más que un sentimiento aunque pueda albergarlo. Amor que no se cuantifica, pues responde a la misma infinita esencia de Dios, inconmensurable. 
Se trata, nada más ni nada menos que de morir/se sin reivindicar el horror de la muerte pero tampoco de absolutizar esta vida. Se trata de hacerse ofrenda para que otros vivan, aferrarse sí pero al amor de Dios, la vida eterna entre nosotros.

La comunidad cristiana ha de carecer de credenciales y rótulos. Su identidad se revela en plenitud en el amor que practica y expresa en lo cotidiano, alabanza real y concreta, humilde glorificación de Aquél que nada se reserva para sí.
Mucho más que un reglamento, que una tabulación de estricto y obligatorio cumplimiento, el Maestro nos deja en herencia un mandamiento nuevo que el pueblo de Israel no desconocía, el amor al prójimo. Sin embargo es nuevo porque nueva es esta alianza sellada con sangre, porque no es autorreferencial, porque inaugura el tiempo absoluto en donde el verdadero poder radica en el servicio, donde se derrota al yo buscando la bendición en el nosotros, donde el borde riguroso del par se desdibuja por esa familia grande de los hermanos y amigos del Señor.

Paz y Bien

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