Los sueños de José el carpintero











Para el día de hoy (18/12/18): 

Evangelio según San Mateo 1, 18-24






Durante mucho tiempo, desde la reflexión teológica y desde la catequesis, se nos ha hablado acerca de las angustias de José de Nazareth que nos hace presente la lectura de hoy desde una perspectiva legalista, es decir, desde la óptica del cumplimiento de la Ley, para allí inferir los fundamentos de su decisión de repudiar a María en secreto.
Quizás ello actúe en desmedro de la importantísima y enorme figura del carpintero belenita como hombre de una fé frutal, hombre justo porque su voluntad -todo su ser- se ajusta a la voluntad de Dios.

Hay algo que solemos pasar por alto, como si no fuera posible en el ámbito de la Sagrada Familia, y es que María y José de Nazareth estuvieran profundamente enamorados, y que como tales no pudieran esperar el encontarse y compartirlo todo, aún cuando no fuera el tiempo de la convivencia marital.
Por eso mismo las dudas: al enterarse del embarazo milagroso de la mujer que amaba, un niño que vendría producto de la intervención divina, José de Nazareth vacila y teme, pero no por su esposa. José duda de sí mismo, se descubre menor, mínimo, indigno de estar junto a esa mujer bendita a la que le crece una vida nueva en su seno a puro amor de Dios. La santidad y el amor que le profesa a María lo hacen buscar una salida, una fuga silenciosa y sin escándalos, porque él no puede estar allí.
Humildad es raíz de justicia.

José de Nazareth se adormece. Es el cansancio del cuerpo demolido luego de una dura jornada de trabajo, en donde procuró el sustento familiar, en donde se acrecentó su dignidad desde la integridad, la honradez y el esfuerzo. Pero ese adormecerse es también símbolo de todos aquellos que no se rinden, que no se resignan, que frente a un cerco de sombras presentes no dejan de imaginar, esperanzados, un futuro diferente. Porque Dios acompaña con buenas noticias a todos los soñadores.

Un Mensajero -voz y presencia sagradas- le ordena las ideas, le clarifica las angustias, lo pone en marcha hacia su misión que es un destino que deberá edificar con la ayuda de Dios.
Su tarea no es menor: al convertirse en padre legal -no padre adoptivo- del Niño que habrá de nacer, José de Nazareth posibilitará que el Bebé Santo tenga historia y familia, que no sea un bastardo sin arraigos, que en el árbol frondoso de Israel puedan seguirse sus raíces hasta David y Abraham.

Más aún: será José quien le ponga un nombre al Niño. Un nombre es mucho más que un capricho o una moda pasajera: un nombre revela carácter y destino, y el Niño se llamará Jesús -Yehoshua-, que significa Dios Salva, porque ese Niño salvará a su pueblo de todos los pecados.

Magnífico padre,y padre con todas las letras José de Nazareth. Seguramente el Niño que ya hombre se convertirá en Maestro, te llamaba de pequeño abbá, y desde tu silente y frondosa figura reveló a las naciones el rostro amable de un Dios que es Padre. Y a tu Dios le llamabas con ternura y confianza hijito.

La Anunciación de San José es llamada para aclararnos las cosas a cada uno de nosotros. Para Dios no hay imposibles, pero es tiempo de la Gracia, del milagro eterno de la Encarnación, Dios con nosotros, tiempo santo de Dios y el hombre. Y ese Dios nos busca, pequeño y frágil, para hacerse tiempo, historia, un Hijo amado que duerma en nuestros brazos, que crezca ante nuestros ojos, que se haga Salvación para todas las gentes.

Paz y Bien





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