Para el día de hoy (06/12/18):
Evangelio según San Mateo 7, 21. 24-27
En la lectura que nos presenta la lectura del día, el Maestro habla de edificar. Seguramente, junto a José de Nazareth, comprendió desde niño ciertas cuestiones fundamentales a la hora de crear, de levantar una casa, las prioridades, lo que es importante. Especialmente, Él enseñaba a partir de cosas sencillas que había vivido o bien, de cosas que sus oyentes conocían bien a partir de su cotidianeidad: desde allí los impulsaba a las honduras del Reino.
Él se refiere a la edificación de la casa/existencia, que también tiene un correlato con la casa/Iglesia. Curiosamente, no se detiene en alabar lo confortable de la casa, las amplias comodidades, los balcones luminosos, pues la clave está en los cimientos sobre la cual cada casa se ha edificado.
La casa de la prudencia y la casa de la insensatez, casi inevitablemente, han de afrontar la acción de los elementos y toda suerte de tormentas y huracanes. Y no se trata, claro que nó, de tácticas elusivas, de encontrar sucedáneos para escaparse de los problemas y menguar las heridas que suelen dejar los conflictos.
Nuevamente, se trata de los cimientos.
Cuando se edifica sobre roca, cuando los cimientos son firmes, pasarán los temporales más bravos pero prevalece la firmeza sobre la cual se ha edificado.
Cuando se edifica sobre arena, aún cuando la casa por fuera aparezca hermosa y espléndida, todo se vendrá abajo, destino cierto de derrumbe.
La firmeza de estas casas que somos se cimenta en la Palabra de Dios que se escucha y se pone en práctica.
No basta la formulación exacta de la plegaria, ni la rigurosidad litúrgica si no se mira al mundo con la mirada del Señor, confiar como Él confiaba, amar como Él amaba, servir como Él servía sin medias tintas ni menoscabos light.
Inmersa en las duras correntadas de la historia, la Iglesia también se mantiene firme sobre la roca apostólica, baluarte y esperanza de Salvación para todos los pueblos.
Paz y Bien
Él se refiere a la edificación de la casa/existencia, que también tiene un correlato con la casa/Iglesia. Curiosamente, no se detiene en alabar lo confortable de la casa, las amplias comodidades, los balcones luminosos, pues la clave está en los cimientos sobre la cual cada casa se ha edificado.
La casa de la prudencia y la casa de la insensatez, casi inevitablemente, han de afrontar la acción de los elementos y toda suerte de tormentas y huracanes. Y no se trata, claro que nó, de tácticas elusivas, de encontrar sucedáneos para escaparse de los problemas y menguar las heridas que suelen dejar los conflictos.
Nuevamente, se trata de los cimientos.
Cuando se edifica sobre roca, cuando los cimientos son firmes, pasarán los temporales más bravos pero prevalece la firmeza sobre la cual se ha edificado.
Cuando se edifica sobre arena, aún cuando la casa por fuera aparezca hermosa y espléndida, todo se vendrá abajo, destino cierto de derrumbe.
La firmeza de estas casas que somos se cimenta en la Palabra de Dios que se escucha y se pone en práctica.
No basta la formulación exacta de la plegaria, ni la rigurosidad litúrgica si no se mira al mundo con la mirada del Señor, confiar como Él confiaba, amar como Él amaba, servir como Él servía sin medias tintas ni menoscabos light.
Inmersa en las duras correntadas de la historia, la Iglesia también se mantiene firme sobre la roca apostólica, baluarte y esperanza de Salvación para todos los pueblos.
Paz y Bien
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