Para el día de hoy (08/03/18):
Evangelio según San Lucas 11, 14-23
Cuando hablan los pobres y los pequeños, es Dios mismo quien se expresa.
Antiguamente, se atribuía a una posesión demoníaca o de espíritus malignos enfermedades, desgracias y sufrimientos. La presencia liberadora de Jesús de Nazareth expulsando esos demonios -esas ideas- que tanto daño hacen, restituyendo la salud, la alegría, la paz, son el signo cierto de que el Reino está aquí y ahora entre nosotros.
Así con el demonio de la mudez. Sobreabundan los demonios que hacen enmudecer a tantos, imposibilitando toda comunicación, mutismo que destruye, mutismo impuesto para que nada se sepa, para que no molesten, para que todo siga igual.
Por ello cuando se restituye el habla, arrecian las críticas.
Están los que se aferran al espectáculo mágico, a la instantaneidad que supone la pasividad del doliente, mendigo de migajas sobrenaturales, pero incapaz de un proceso de crecimiento y liberación.
Están también aquellos que se enceguecen de furia cuando el Señor o sus hermanos devuelven a los que no cuentan esa voz perdida. Son los que dividen, debilitan y separan, por ambiciones de poder y dominio, por la soberbia de la meritocracia y la pertenencia.
Pero a pesar de nuestras miserias, seguiremos andando los caminos del Maestro, cosechando frutos santos de vida en ciernes porque estamos con Él, creemos en Él y confiamos en Él, el que no nos abandona, el que jamás nos defrauda.
Paz y Bien
Antiguamente, se atribuía a una posesión demoníaca o de espíritus malignos enfermedades, desgracias y sufrimientos. La presencia liberadora de Jesús de Nazareth expulsando esos demonios -esas ideas- que tanto daño hacen, restituyendo la salud, la alegría, la paz, son el signo cierto de que el Reino está aquí y ahora entre nosotros.
Así con el demonio de la mudez. Sobreabundan los demonios que hacen enmudecer a tantos, imposibilitando toda comunicación, mutismo que destruye, mutismo impuesto para que nada se sepa, para que no molesten, para que todo siga igual.
Por ello cuando se restituye el habla, arrecian las críticas.
Están los que se aferran al espectáculo mágico, a la instantaneidad que supone la pasividad del doliente, mendigo de migajas sobrenaturales, pero incapaz de un proceso de crecimiento y liberación.
Están también aquellos que se enceguecen de furia cuando el Señor o sus hermanos devuelven a los que no cuentan esa voz perdida. Son los que dividen, debilitan y separan, por ambiciones de poder y dominio, por la soberbia de la meritocracia y la pertenencia.
Pero a pesar de nuestras miserias, seguiremos andando los caminos del Maestro, cosechando frutos santos de vida en ciernes porque estamos con Él, creemos en Él y confiamos en Él, el que no nos abandona, el que jamás nos defrauda.
Paz y Bien
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