Para el día de hoy (09/03/18):
Evangelio según San Marcos 12, 28-34
Los escribas, como doctores de la Ley mosaica, eran enconados detractores de las enseñanzas del Maestro; su enemistad era, además de manifiesta, muy peligrosa, pues daban un carácter intelectual y dogmático a ciertos odios acendrados esgrimidos por saduceos, herodianos y otros fariseos. De este modo, los escribas darían, a la hora del juicio del Sanedrín, fundamentos teológicos y legales para condenar a muerte a Jesús por blasfemia.
A pesar de todo, lo que nos plantea el Evangelio para el día de hoy es muy provocador, porque nos revela que nadie es propietario absoluto de la verdad ni posee el monopolio del amor de Dios. Especialmente los discípulos y seguidores de Jesús de Nazareth.
Este escriba sitúa correctamente las prioridades que el Maestro encarna en todo su ministerio, es decir, que ante todo está el amor a Dios y el amor al prójimo. Nada está por delante de ésto, nada es tan primordial.
El amor es la identificación crucial de todas las mujeres y los hombres que ansían desde sus entrañas que venga aquí y ahora el Reino de Dios entre nosotros.
Lo aseverado por el escriba merece la admirada aprobación por parte de Jesús de Nazareth, y desoye cualquier llamado a exclusividades por parte de tantos. Es dable suponer algo más también: el escriba habla con verdad, pero a la vez es un buscador sincero de esa verdad que intenta profesar.
El elogio de Jesús también se dirige hacia esa sinceridad. Porque todo el que busca, encuentra, y el Dios Abba de Jesús de Nazareth es un Dios que no sólo se deja encontrar, sino que sale al encuentro de la humanidad.
Aún así, este escriba veraz está cerca del Reino, pero no pertenece a él. Le falta realizar un éxodo liberador.
Moisés trajo de la montaña santa los mandamientos grabados en piedra, para que nadie de esos peregrinos del desierto ni de sus descendientes hubieran de olvidarlo.
Pero ahora estamos en tiempo de la Gracia, y la Salvación -antes que premio y conquista- es don y misterio.
Los mandamientos que se condensan y expresan en un único amor, como es único el Dios de la Vida, ahora se tallan en los corazones de aquellos que pertenecen al Reino de Dios.
Somos tierra que anda, sólo un puñado de tierra fértil que debe ser moldeada por el Espíritu de Dios.
Paz y Bien
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