Para el día de hoy (15/03/18):
Evangelio según San Juan 5, 31-47
Jesús se encuentra en plena discusión con esos hombres que lo desprecian y condenan por blasfemo, por diabólico y por lo que fuere. Están tan enceguecidos que, haga lo que haga y diga lo que diga han de condenarlo igual.
El problema es que se trata de fanáticos, y los fanáticos no toleran a nada ni a nadie que no pase por el tamiz de sus duros esquemas. En este caso, uno de los peores fanatismos, el fundamentalismo religioso que se vuelve capaz de la violencia más brutal en nombre de Dios.
Esos hombres que cuestionaban con odio encendido al Maestro son muy devotos y piadosos. Sin embargo, esa piedad es errónea y falaz, y es consecuencia en gran parte de una lectura literal de las Escrituras, a las que añaden sus propios preconceptos, los que adquieren un status dogmático de cumplimiento estricto.
Ello deviene en una religión que oprime, que subordina las existencias a las normas y nó a la inversa, que traza una línea divisoria entre unos pocos puntillosos y el resto que bien puede execrarse con fervoroso desprecio.
Todo ello fué, es y será ajeno a la Buena Noticia de Cristo, pues todo sábado ha de ser para bien del hombre y nó a la inversa, y se trata de que siempre se acreciente el nosotros en fidelidad a ese Dios que es familia.
A pesar de que todo asoma como esfuerzo vano, Jesús insiste con la misma tozudez asombrosa que Dios tiene para con cada uno de nosotros y nuestra carga de miserias y pecados. Nadie -ni uno solo- ha de perderse, y por ello sus ganas de hacerles asomarse a la verdad que es liberación.
No hace apología personal: más bien se refiere a aquellos testimonios que refrendan su vida y su ministerio.
La clave está en sus obras, señales y signos de Dios mismo. Él vive y actúa de tal modo que todo lo que hace lo puede realizar porque lo suyo viene de Dios. No hay demasiada teología, ni biblismo, ni razones religiosas.
Es la evidencia que surge de la existencia misma.
Esas señales persisten, y nos llegan a través de la Madre y de los hermanos de Cristo, de todos aquellos que escuchan la Palabra y la ponen en práctica.
Por eso Cuaresma también es recuperar la capacidad de volver a abrir los ojos asombrados frente a tantos testimonios incuestionables de que Dios está con nosotros, y que jamás nos deja solos y a oscuras.
Paz y Bien
El problema es que se trata de fanáticos, y los fanáticos no toleran a nada ni a nadie que no pase por el tamiz de sus duros esquemas. En este caso, uno de los peores fanatismos, el fundamentalismo religioso que se vuelve capaz de la violencia más brutal en nombre de Dios.
Esos hombres que cuestionaban con odio encendido al Maestro son muy devotos y piadosos. Sin embargo, esa piedad es errónea y falaz, y es consecuencia en gran parte de una lectura literal de las Escrituras, a las que añaden sus propios preconceptos, los que adquieren un status dogmático de cumplimiento estricto.
Ello deviene en una religión que oprime, que subordina las existencias a las normas y nó a la inversa, que traza una línea divisoria entre unos pocos puntillosos y el resto que bien puede execrarse con fervoroso desprecio.
Todo ello fué, es y será ajeno a la Buena Noticia de Cristo, pues todo sábado ha de ser para bien del hombre y nó a la inversa, y se trata de que siempre se acreciente el nosotros en fidelidad a ese Dios que es familia.
A pesar de que todo asoma como esfuerzo vano, Jesús insiste con la misma tozudez asombrosa que Dios tiene para con cada uno de nosotros y nuestra carga de miserias y pecados. Nadie -ni uno solo- ha de perderse, y por ello sus ganas de hacerles asomarse a la verdad que es liberación.
No hace apología personal: más bien se refiere a aquellos testimonios que refrendan su vida y su ministerio.
La clave está en sus obras, señales y signos de Dios mismo. Él vive y actúa de tal modo que todo lo que hace lo puede realizar porque lo suyo viene de Dios. No hay demasiada teología, ni biblismo, ni razones religiosas.
Es la evidencia que surge de la existencia misma.
Esas señales persisten, y nos llegan a través de la Madre y de los hermanos de Cristo, de todos aquellos que escuchan la Palabra y la ponen en práctica.
Por eso Cuaresma también es recuperar la capacidad de volver a abrir los ojos asombrados frente a tantos testimonios incuestionables de que Dios está con nosotros, y que jamás nos deja solos y a oscuras.
Paz y Bien
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