Para el día de hoy (14/03/18):
Evangelio según San Juan 5, 17-30
Insultos. Odio. Una violenta intolerancia.
Todo eso -elevado a la cumbre oscura de la Pasión- es lo que desean y se reservan esos dirigentes de Israel, encendidos de furia contra el Maestro. En una siniestra dualidad, lo que para algunas almas sencillas ha sido un milagro, un signo de Dios -la curación del paralítico a la vera de la piscina de Betzatá- para esos hombres muy religiosos es sinónimo y causa de condena, de excomunión, de blasfemia, de muerte justa, siendo la misma expresión una contradicción en sí misma.
Ya no se andan con vueltas, y arrecian sus ganas de matarlo, de silenciar para siempre su voz, de suprimirle. La cruz está a un paso nomás.
SIn embargo, a pesar de el espeso aire tenebroso, cargado de odio y burbujeante de muerte, es mucho más fuerte el amor y la esperanza que Jesús revela en sus palabras, y quizás precisamente sea ésa una causa más de ese fervor condenatorio.
Porque se identifica plenamente con Dios, con su Dios Abbá, de tal modo que Jesús es Dios y Dios es Jesús.
Y como si no bastara, ratifica que ese Dios se ocupa y preocupa de su pueblo, de todos los pueblos, constantemente, sin desmayos nio descansos.
Sorprendentemente, es un Dios que es Padre y que ama con amor entrañable de Madre que se des-vive por todas sus hijas e hijos. Tomar plena conciencia de ello es dejar en último plano posibles méritos acumulados, y regocijarse por todo el bien que nos llega como lluvia fresca y benevolente.
Y es algo que merece ser contado y compartido con otros.
Porque pecados hay muchos, miserias abundantes, miríadas de cosas por las cuales hemos de suplicar perdón e indulgencia.
Pero no alcanzan varias vidas para agradecer toda su bondad, su fidelidad inclaudicable, su amor incondicional.
Es imprescindible permitirnos comenzar a edificar la eternidad en el aquí y el ahora, en este presente a menudo doloroso, a menudo tedioso, redescubriéndonos hijas e hijos en el sentido más profundo de estos términos.
Nunca estaremos solos ni abandonados a cualquier ventura. En Dios está todo destino.
Paz y Bien
Todo eso -elevado a la cumbre oscura de la Pasión- es lo que desean y se reservan esos dirigentes de Israel, encendidos de furia contra el Maestro. En una siniestra dualidad, lo que para algunas almas sencillas ha sido un milagro, un signo de Dios -la curación del paralítico a la vera de la piscina de Betzatá- para esos hombres muy religiosos es sinónimo y causa de condena, de excomunión, de blasfemia, de muerte justa, siendo la misma expresión una contradicción en sí misma.
Ya no se andan con vueltas, y arrecian sus ganas de matarlo, de silenciar para siempre su voz, de suprimirle. La cruz está a un paso nomás.
SIn embargo, a pesar de el espeso aire tenebroso, cargado de odio y burbujeante de muerte, es mucho más fuerte el amor y la esperanza que Jesús revela en sus palabras, y quizás precisamente sea ésa una causa más de ese fervor condenatorio.
Porque se identifica plenamente con Dios, con su Dios Abbá, de tal modo que Jesús es Dios y Dios es Jesús.
Y como si no bastara, ratifica que ese Dios se ocupa y preocupa de su pueblo, de todos los pueblos, constantemente, sin desmayos nio descansos.
Sorprendentemente, es un Dios que es Padre y que ama con amor entrañable de Madre que se des-vive por todas sus hijas e hijos. Tomar plena conciencia de ello es dejar en último plano posibles méritos acumulados, y regocijarse por todo el bien que nos llega como lluvia fresca y benevolente.
Y es algo que merece ser contado y compartido con otros.
Porque pecados hay muchos, miserias abundantes, miríadas de cosas por las cuales hemos de suplicar perdón e indulgencia.
Pero no alcanzan varias vidas para agradecer toda su bondad, su fidelidad inclaudicable, su amor incondicional.
Es imprescindible permitirnos comenzar a edificar la eternidad en el aquí y el ahora, en este presente a menudo doloroso, a menudo tedioso, redescubriéndonos hijas e hijos en el sentido más profundo de estos términos.
Nunca estaremos solos ni abandonados a cualquier ventura. En Dios está todo destino.
Paz y Bien
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