Cátedra de San Pedro, Apóstol
Para el día de hoy (22/02/13):
Evangelio según San Mateo 16, 13-19
(Nada sucede por casualidad, hay que serenar la mirada y navegar en los distintos niveles de profundidad de la Palabra. Es menester para ello acercarse con humildad y con mucho hambre de verdad, y advertir así que lo que tiene un eco casual o aparente, en realidad responde a signos y símbolos que expresan mucho más que la pura letra.
Así entonces, toda lectura lineal / literal poco tiene que ver con las enseñanzas del Maestro, con la Buena Noticia, y anida todo fundamentalismo y causas de tantos dolores.
Como nos explicita el Evangelista San Mateo, nos encontramos con Jesús de Nazareth y sus discípulos en Cesarea de Filipo. Ubicada en territorio pagano, Cesarea -tal como lo indica su nombre- es una ciudad erigida en honor a César Augusto, edificaciones esplendorosas con que los reyes vasallos como Herodes, Filipo y Agripa le rinden pleitesía a los poderosos romanos, de quienes dependen sus coronas menores.
Cesarea es símbolo del poder opresor de Roma y sus legiones, de los tributos que sumergen en la miseria, del dominio impuesto por las armas, de la decadencia de Israel, del Emperador elevado a un rango divino y pontifical.
Precisamente allí, un pequeño grupo de campesinos y pescadores pobres, reunidos en torno a su Maestro -tan humilde y tan pobre como ellos-, confiesa abiertamente y sin ambages que hay un Hijo de Dios Vivo que es el Mesías, el que viene a liberar a su pueblo de todas las opresiones. Esa confesión no es abstracta, y se vuelve francamente peligrosa: allí se declara que, a pesar de la pompa y el boato, a pesar de la fiereza de sus legiones, el Emperador no es Dios, y su Imperio -que se extiende hasta donde el sol se pone- es menos que nada. Lo que permanece y cuenta es el Reino de Dios.
Esa declaración fundante acontece en el seno de la ekklesia, de la comunidad fraterna y asamblea del pueblo de Dios congregada por el Espíritu que todo lo fecunda. Esa asamblea está grávida y plena de esperanza, y por bondad de Aquél que la sostiene y alienta no será dispersada. Esa comunidad tiene lazos tan profundos que ni la muerte podrá con ella.
Simón, el hijo de Jonás, será el primero entre los discípulos porque entre ellos es modelo y símbolo de esa comunidad que confiesa y cree en el Cristo de la Salvación y anuncia la Buena Noticia. Es un hombre con sus idas y vueltas -negará a su Maestro tres veces, rechaza con obstinación la cruz, es visceralmente violento- pero con todo y a pesar de todo, es un hombre que se deja guiar por el Espíritu, y es su misión tan crucial que hasta cambiará su nombre, Simón por Pedro - Petrus.
Por ello, cuando Pedro habla es la comunidad / ekklesia la que se pronuncia, por eso cuando Pedro confiesa a Cristo es toda la comunidad la que confiesa junto a él, por eso cuando Pedro no es fiel o se quebranta, es toda la comunidad la que sufre.
Aún a riesgo de asumir ciertas posturas ingenuas, Pedro es un hombre sencillo -un pescador- al que se le ha confiado una tarea enorme.
Pedro será fundamento, cimiento sólido e inconmovible de esa familia siempre creciente porque es el mismo Dios quien lo sustenta e ilumina en su fé y su existencia, y por ello la comunidad será un recinto inexpugnable a los embates de la muerte.
Pedro es portador de esas llaves magníficas, porque la Iglesia como comunidad de fé congregada en torno a Jesús de Nazareth abre las puertas de la vida plena.
Pedro tiene el poder de atar y desatar, y es su bendición y su cruz. Desatará todos los nudos que separan, producto del egoísmo y de las miserias que lastiman, y peregrinará atando a las gentes entre sí, en una ligazón de libertad y fraternidad, unión de las personas entre sí y con Cristo.
Pero es ante todo un servidor de sus hermanos, un pescador de hombres, nó un jefe de estado, no un monarca, no un jerarca rebosante de privilegios.
Quiera el Espíritu suscitarnos otro Pedro firme en su fé y en la comunión que siembra y cultiva, para el servicio de la Iglesia y de toda la humanidad)
Paz y Bien
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