Para el día de hoy (06/02/13):
Evangelio según San Marcos 6, 1-6
(Lo habán visto crecer, jugar con sus hijos, aprender el oficio paterno. Hablaba con su misma tonada, pasaba las mismas penurias de ellos -eran todos pobres-, y el pequeño Nazareth era el pueblo común a todos sin ninguna relevancia, ni aún en la misma Galilea.
De Él esperaban lo mismo que de todos los varones del pueblo: que continuara trabajando como artesano o carpintero, que formara una familia, que tuviera muchos hijos, que cumpliera con sus obligaciones religiosas y no mucho más.
Sin embargo este Jesús nada de eso hizo. Él se marchó por diversos pueblos y ciudades a enseñar, siendo que carecía de formación alguna -su acento campesino delataba sus orígenes humildes-, y no quedaba enfermo sin sanar a través de sus manos.
Pero como a cualquiera de nosotros -un gesto profundamente humano- tiene la necesidad de volver a su querencia, a su patria chica. Cuando uno parte durante demasiado tiempo, la añoranza por el hogar se acrecienta, pero a la vez Jesús se mantiene en todo lugar enteramente fiel a su vocación. Por ello mismo allí, en su misma tierra también ha de enseñar.
Los suyos no lo toleraron, y variaban sus ánimos del asombro al escándalo. Alguien tan cercano, tan parecido a ellos mismos no puede hablar así de Dios, no puede andar realizando los milagros que realiza, lo mentan como el hijo de María y quizás sea un insulto velado, aludiendo a cierta condición de bastardo.
El Cristo de nuestra Salvación -Dios con nosotros- es muy, muy parecido a nosotros. Habla nuestro lenguaje, en un idioma comprensible con claridad para todos.
Es el hijo de María que se llega hasta nuestros días, un Dios vecino y conocido, un Dios que enciende los corazones de muchos profetas de barrio que, aunque nos cueste aceptar, anuncian sin ambages y con toda la fuerza la mejor de las noticias)
Paz y Bien
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