La Santísima Virgen María, Reina
Para el día de hoy (22/08/12):
Evangelio según San Lucas 1, 26-38
(Gabriel, arcángel de Dios, es portador de un mensaje extraño, casi imposible, que no se condice con lo ampuloso de lo esperado del Altísimo.
Él se desplaza desde el Templo y un sacerdote notorio -Zacarías- a una aldea ignota y polvorienta de la periferia, Nazareth de la sospechosa Galilea., a una muchachita que no cuenta, casi invisible a la que sólo Dios es capaz de ver en toda su estatura.
Es el paso de la Palabra que abandona los grandes centros y las estructuras sacerdotales establecidas para llegarse a los pequeños, a esa niña pobre y seglar. Es una clara toma de posición por parte de Dios, y María de Nazareth lo sabe en las honduras de su alma, aún cuando no lo comprenda del todo, y sin embargo por ello es feliz, y será feliz a través de los tiempos.
La alegría de la presencia de Dios es una alegría que no se erradica, que permanece.
El Mensajero se presenta respetuosamente. No impone, no destella poder divino, y su saludo bien vale para todos y cada uno de nosotros. El Dios del Universo irrumpe en la historia a través de esa muchachita pidiéndole permiso, saludándola con alegría y paz, y así llega a nuestras existencias, saludándonos con humildad y sencillez.
Lo decisivo es la escucha de María y su respuesta, antes que la aparición espectacular angélica.
María es el pueblo pobre que espera contra toda esperanza, que sólo espera en Dios y confía en sus promesas, es la gente más sencilla que se asombra de la presencia de la eternidad en su vida cotidiana, y que cuando oye y escucha, actúa, no puede quedarse quieto.
María, la más pequeña de todos, es reina y señora precisamente por ello, porque ha escuchado la Palabra y la ha hecho vida, a tal punto que en su seno se crece el Salvador.
María es signo cierto de la presencia de Dios con nosotros, de un Dios que no hace promesas vanas, de un Dios que se la juega, de un Dios que abiertamente se ha puesto del lado de los que no son tenidos en cuenta, de los más pequeños, de los olvidados.)
Paz y Bien
Para el día de hoy (22/08/12):
Evangelio según San Lucas 1, 26-38
(Gabriel, arcángel de Dios, es portador de un mensaje extraño, casi imposible, que no se condice con lo ampuloso de lo esperado del Altísimo.
Él se desplaza desde el Templo y un sacerdote notorio -Zacarías- a una aldea ignota y polvorienta de la periferia, Nazareth de la sospechosa Galilea., a una muchachita que no cuenta, casi invisible a la que sólo Dios es capaz de ver en toda su estatura.
Es el paso de la Palabra que abandona los grandes centros y las estructuras sacerdotales establecidas para llegarse a los pequeños, a esa niña pobre y seglar. Es una clara toma de posición por parte de Dios, y María de Nazareth lo sabe en las honduras de su alma, aún cuando no lo comprenda del todo, y sin embargo por ello es feliz, y será feliz a través de los tiempos.
La alegría de la presencia de Dios es una alegría que no se erradica, que permanece.
El Mensajero se presenta respetuosamente. No impone, no destella poder divino, y su saludo bien vale para todos y cada uno de nosotros. El Dios del Universo irrumpe en la historia a través de esa muchachita pidiéndole permiso, saludándola con alegría y paz, y así llega a nuestras existencias, saludándonos con humildad y sencillez.
Lo decisivo es la escucha de María y su respuesta, antes que la aparición espectacular angélica.
María es el pueblo pobre que espera contra toda esperanza, que sólo espera en Dios y confía en sus promesas, es la gente más sencilla que se asombra de la presencia de la eternidad en su vida cotidiana, y que cuando oye y escucha, actúa, no puede quedarse quieto.
María, la más pequeña de todos, es reina y señora precisamente por ello, porque ha escuchado la Palabra y la ha hecho vida, a tal punto que en su seno se crece el Salvador.
María es signo cierto de la presencia de Dios con nosotros, de un Dios que no hace promesas vanas, de un Dios que se la juega, de un Dios que abiertamente se ha puesto del lado de los que no son tenidos en cuenta, de los más pequeños, de los olvidados.)
Paz y Bien
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