Para el día de hoy (09/08/12):
Evangelio según San Mateo 16, 13-23
(Las palabras que pronunciamos nunca son neutras, ni laxas, ni carecen de consecuencias. En toda palabra -por acción o por omisión- nos jugamos la vida pues, en cierto modo, somos lo que pronunciamos.
Es algo fundante y decisivo, y quizás nuestros mayores lo comprendían mucho mejor que nosotros, sin demasiadas explicaciones, en tanto a la radicalidad de la palabra empeñada y cuyas consecuencias eran decididamente más definitivas que cualquier contrato o documento escrito.
Pedro, ante la pregunta de su Maestro, lo reconoce como Mesías, Hijo de Dios vivo.
No es una afirmación dogmática ni una aseveración doctrinaria, es mucho más que eso porque surge del amor mismo que lo ilumina, y por eso comprometerá toda la existencia de Pedro, y por eso desde la misma confesión de todos los Pedros la Iglesia se edifica: se edifica en confesión de amor y cruz, de servicio y abnegación, en mano amiga que integra, en mesa fraterna que se comparte.
Aún así, esa confesión -como las palabras- no queda en la declamación pura.
Confesar a Jesús de Nazareth como Cristo, Hijo de Dios vivo implica aceptar un camino de cruz y Pasión, de derrota aparente, renegar de toda espiritualidad del éxito y del poder para aferrarse sólo al amor de Dios que expresa Jesús el Cristo.
Pedro no ha realizado su éxodo personal hacia la tierra prometida de la Salvación, y por aferrarse a viejos esquemas se opone a la asombrosa acción de la Gracia. Por eso la aseveración del Maestro es tan contundente.
Nosotros también estamos pobres de toda coherencia, con ese éxodo pendiente, camino hacia la cruz voluntariamente aceptada para que otro hermano viva.)
Paz y Bien
Es algo fundante y decisivo, y quizás nuestros mayores lo comprendían mucho mejor que nosotros, sin demasiadas explicaciones, en tanto a la radicalidad de la palabra empeñada y cuyas consecuencias eran decididamente más definitivas que cualquier contrato o documento escrito.
Pedro, ante la pregunta de su Maestro, lo reconoce como Mesías, Hijo de Dios vivo.
No es una afirmación dogmática ni una aseveración doctrinaria, es mucho más que eso porque surge del amor mismo que lo ilumina, y por eso comprometerá toda la existencia de Pedro, y por eso desde la misma confesión de todos los Pedros la Iglesia se edifica: se edifica en confesión de amor y cruz, de servicio y abnegación, en mano amiga que integra, en mesa fraterna que se comparte.
Aún así, esa confesión -como las palabras- no queda en la declamación pura.
Confesar a Jesús de Nazareth como Cristo, Hijo de Dios vivo implica aceptar un camino de cruz y Pasión, de derrota aparente, renegar de toda espiritualidad del éxito y del poder para aferrarse sólo al amor de Dios que expresa Jesús el Cristo.
Pedro no ha realizado su éxodo personal hacia la tierra prometida de la Salvación, y por aferrarse a viejos esquemas se opone a la asombrosa acción de la Gracia. Por eso la aseveración del Maestro es tan contundente.
Nosotros también estamos pobres de toda coherencia, con ese éxodo pendiente, camino hacia la cruz voluntariamente aceptada para que otro hermano viva.)
Paz y Bien
0 comentarios:
Publicar un comentario