Para el día de hoy (02/05/12):
Evangelio según San Juan 12, 44-50
(Él caminaba por toda aquella Galilea de los márgenes, subía a Jerusalem, pasaba sus días en Jericó, en Cafarnaúm, en Betania, en la Decápolis, bordeaba los poblados del mar, cruzaba las fronteras de la pureza y la ortodoxia impuestas.
Eran todos sitios concretos, en un momento determinado de la historia; y en todos aquellos lugares este judío humilde Jesús de Nazareth, desbordaba compasión, se acercaba a los dolientes, comía con los réprobos, brindaba sanación, levantaba a los caídos, hablaba de su Padre y de un Reino que las almas más estrechas y severas se negaban a aceptar, acusándolo de blasfemo, de impuro, de loco.
Todas y cada una de las cosas que Él dijo e hizo han sido señales luminosas para aquellos que agonizaban en oscuridad y silencio, para los que no podían ver más allá de algunos conceptos mezquinos, para los que toda noticia habitualmente era mala.
Todas esas señales fueron posibles porque Él mismo es la luz, luz que ilumina y no encandila, luz que desaloja toda tiniebla, luz que es pura transparencia.
Estamos demasiado empeñados en adjudicarle al Maestro títulos, categorías y atributos divinos, y así solemos olvidar la clave mayor de la revelación, la identidad plena entre Jesús y el Padre, de tal modo que sabemos con certeza que Dios es Jesús y Jesús es Dios.
Ello excede cualquier cálculo y supera por lejos todas aquellas especulaciones que podamos realizar: en la humanidad plena de Jesús de Nazareth se expresa la eternidad y el infinito del Creador del universo, una expresión que siempre es salvación y liberación, alegría y misericordia.
Solemos suplicar la bendición de Dios en todo lo que emprendemos, en nuestra cotidianeidad y está muy bien; sin embargo, desde estas señales de luz quizás nosotros mismos -hermanos y discípulos del Maestro- tengamos pendiente hacernos bendición para los demás, señales de auxilio para nuestra gente)
Paz y Bien
0 comentarios:
Publicar un comentario