Aliento de Dios


Solemnidad de Pentecostés

Para el día de hoy (27/05/12):

Evangelio según San Juan 20, 19-23


(Nada sucede por casualidad y ningún hecho -por nimio e insignificante que parezca- está librado a cuestiones azarosas.
Antes bien, hemos de suponer que hay una causalidad en todo lo que sucede y desde ojos capaces de ver más allá de lo evidente, en las causalidades podemos descubrir la mano bondadosa de Dios a cada instante, en todos los fragmentos que componen estas pequeñísimas existencias que somos.

Ellos se encontraban ocultos en ese recinto de paredes dobles, un muro de ladrillos y otro muro más sólido de miedo, de temor, de incertidumbre. Su Maestro ha muerto en el cadalso reservado a los criminales más abyectos, en esa cruz de horrores que presagiaba, de algún modo, un fin similar para ellos. Y en ese encierro es razonable pensar que no representan una amenaza para nadie, se han quedado sin Aquél que es el más fuerte, Aquél que los encabezaba, Aquél que siempre iba por delante.

Pero es tiempo del Resucitado, tiempo de la Gracia, tiempo de lo impensado, tiempo de lo asombroso, tiempo del todo es posible.

Allí en donde todo parecía cancelado, en donde sólo quedaba esperar la noche más cerrada y un final oscuro, allí en donde sólo puede respirarse resignación, allí irrumpe el Resucitado. Su credenciales, para ser reconocido, son las huellas que la Pasión ha dejado en Él, clavos en sus manos, lanza en su costado, instrumentos de precisión de romana factura.
No hay certeza mayor, por eso es menester mostrar las heridas: Jesús está entre ellos, vivo y pleno a pesar de que han querido silenciarlo para siempre, a pesar de una muerte teñida con los colores de lo definitivo.

No hay que escaparse del asombro, no hay que temerle al estupor de que la muerte y el horror no tengan la última palabra.

Él sopla sobre los suyos su Espíritu, aliento de vida, esa vida que se creció en la tierra sin mal de María de Nazareth, ese mismo Espíritu que aleteaba sobre la tierra informe recién moldeada, generando vida y más vida, el Espíritu que lo sostuvo en las durezas del desierto, que jamás lo dejó librado a la soledad.

Aliento de Dios que nos reconcilia con la vida, nos sana las heridas, reune a los dispersos, Padre de los pobres, consuelo inmenso en toda aflicción, calma en nuestras tempestades, paz que no se pierde, alegría interminable, impulso y coraje, Espíritu de verdad que es liberación, fuego que nos disipa los fríos de la resignación, susurro magnífico en nuestros corazones que nos hace llamar a Dios Abbá!)

Paz y Bien



0 comentarios:

Publicar un comentario

ir arriba