Eran las 20.15 hs, era un 11de mayo, era el año 1974.
Recién había celebrado misa, recién había compartido con la comunidad el pan de la Palabra y el pan de Vida.
Lo estaban esperando a la salida del templo -parroquia San Francisco Solano-. Desde hace un tiempo lo venían buscando.
La fidelidad al Evangelio y el amor por los pobres son peligrosos para los poderosos que pretenden imponerse mediante fuerza brutal.
Y un ametralladora canta su canto de odio, balas en su pecho, impactos por la espalda. Justo a él, que repudiaba toda violencia, que jamás escondió su rostro, manso como el Maestro al que descubría a diario en los rostros de nuestros hermanos más pobres.
Ese Cristo le dolía, ese Cristo le partía el alma, ese Cristo lo movilizaba, para ese Cristo oprimido y sufriente vivía, por ese Cristo se ofrendaba a diario, por ese Cristo entregaría su vida sin dudar.
Nosotros, a 38 años de su martirio tenemos el deber y la obligación de la memoria.
Una Iglesia que reniega del memorial de sus mártires es una Iglesia que desprecia al Espíritu Santo que los anima e impulsa.
Con el horror -siempre presente- y el estupor que nos producen aquellos que creen que matando se acalla la música de la Buena Noticia, desde la oración y el silencio hoy volvemos a agradecer la vida y el testimonio del padre Carlos, y está muy bien sentirnos incómodos, cuestionados en nuestro amor tantas veces ausente. Los hombres y las mujeres como él nunca se van del todo.
Antes bien, se van para quedarse más vivos y plenos que nunca en el corazón del pueblo.
Padre Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe, el padre Carlos Mugica, sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires, mártir y hermano nuestro.
Paz y Bien
Ricardo
Carlos Mugica: el deber de la memoria
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