Para el día de hoy (28/02/12):
Evangelio según San Mateo 6, 7-15
(Nombre, Reino y Voluntad por la causa de Dios. Pan, perdón, victoria y liberación por la causa de los hermanos.
No son dos planos divergentes, ni posturas escindidas. Todo brota de la misma raíz increíble y maravillosa de la Gracia.
Esoterismos, intermediaciones legalistas y arcanos secretos se desvanecen.
Con el impulso de quien descubre la vida, con la mirada de niños abriendo los ojos a la existencia, llamamos a Dios con la primera de las palabras, Abbá!, Papá!, y esa revelación que nos regala Jesús de Nazareth abre todas las puertas y derriba todos los muros.
Por ello mismo decimos Padre Nuestro, porque no es de unos pocos selectos, sino Abbá de todos, corazón infinito poblado de hijas e hijos, Padre que es el Totalmente Otro y que, sin embargo, lo sabemos cercano, tan cercano como están los afectos en las honduras de nuestras almas.
Y pedimos que sea santificado el Nombre de Aquél que es y está, no como magia ni como auxilio en nuestros mezquinos caprichos, sino reivindicando la eternidad que surge en cada existencia.
Y pedimos que sea el Reino, que venga a nosotros, que acontezca en nuestro aquí y ahora, que todo el mundo se realice en plenitud según el sueño eterno del Creador, porque su voluntad es que el hombre crezca en total humanidad, y su Gloria es que el pobre viva.
Eso que llamamos pecado fractura todo lazo de fraternidad y separa a las gentes en islotes de injusticia y soledad.
Pero nuestro Dios es ante todo Abbá que nos ama, y por eso la causa de los hermanos es su causa, y por eso pedimos por el hermano y junto al hermano que no falte el sustento, que reconstruyamos la vida desde el perdón y la dignidad y que salgamos victoriosos en la lucha diaria contra el egoísmo.
No debe haber demasiadas palabras, sólo la confianza que levanta al sol a las hijas y los hijos, hermanos de Jesús de Nazareth)
Paz y Bien
No son dos planos divergentes, ni posturas escindidas. Todo brota de la misma raíz increíble y maravillosa de la Gracia.
Esoterismos, intermediaciones legalistas y arcanos secretos se desvanecen.
Con el impulso de quien descubre la vida, con la mirada de niños abriendo los ojos a la existencia, llamamos a Dios con la primera de las palabras, Abbá!, Papá!, y esa revelación que nos regala Jesús de Nazareth abre todas las puertas y derriba todos los muros.
Por ello mismo decimos Padre Nuestro, porque no es de unos pocos selectos, sino Abbá de todos, corazón infinito poblado de hijas e hijos, Padre que es el Totalmente Otro y que, sin embargo, lo sabemos cercano, tan cercano como están los afectos en las honduras de nuestras almas.
Y pedimos que sea santificado el Nombre de Aquél que es y está, no como magia ni como auxilio en nuestros mezquinos caprichos, sino reivindicando la eternidad que surge en cada existencia.
Y pedimos que sea el Reino, que venga a nosotros, que acontezca en nuestro aquí y ahora, que todo el mundo se realice en plenitud según el sueño eterno del Creador, porque su voluntad es que el hombre crezca en total humanidad, y su Gloria es que el pobre viva.
Eso que llamamos pecado fractura todo lazo de fraternidad y separa a las gentes en islotes de injusticia y soledad.
Pero nuestro Dios es ante todo Abbá que nos ama, y por eso la causa de los hermanos es su causa, y por eso pedimos por el hermano y junto al hermano que no falte el sustento, que reconstruyamos la vida desde el perdón y la dignidad y que salgamos victoriosos en la lucha diaria contra el egoísmo.
No debe haber demasiadas palabras, sólo la confianza que levanta al sol a las hijas y los hijos, hermanos de Jesús de Nazareth)
Paz y Bien
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